5

3.2K 334 23
                                    

Llamo dos veces a la puerta antes de abrirla y colarme en su habitación. Escaneo la estancia rápidamente y, como siempre, está todo en orden. El azul en las paredes que se me hace ya tan conocido, el mármol claro en el suelo que tantas veces le he comentado que me encanta, y las estanterías con sus objetos de colección en oro y plata.

Él está en el medio, tendido en la gran cama con dosel, cubierto de pies a cabeza con la colcha gris, la única luz que alumbra es la del pasillo que entra por la rendija de la puerta que he dejado entreabierta. Me acerco a paso sigiloso, aunque probablemente ya advirtió mi presencia, me acuesto a su lado esperando que me brinde alguna señal de que está despierto.

No pasan ni cinco segundos cuando el cuerpo a mi lado se mueve, en un abrir y cerrar de ojos me encuentro también bajo el edredón con uno de sus brazos sobre mi cabeza y el otro alrededor de mi cintura, así es, en la famosa posición de cucharita.

No hay necesidad de llenar el silencio, él sabe que necesito esto. Nos mantenemos así un largo rato, se siente bien saber que no estás solo en este mundo, que cuentas con el apoyo incondicional de alguien.

Me remuevo un poco hasta lograr darme la vuelta para quedar frente a él, sus ojos oscuros me observan, hago un amago de sonrisa, lo que genera que él resople y me acerque más. Apoya su barbilla en mi cabeza acariciando con una de sus manos mi pelo y al instante sé lo que me va a preguntar.

—¿Qué está mal, Luna? —Su voz se escucha rasposa, se aclara la garganta y continúa—: Habla conmigo —insiste, estoy tratando, pero simplemente no me salen las palabras.

—Siempre ha sido fácil hablar contigo, así que no sé qué me pasa, no sé por qué aún no estoy diciéndote lo que sucede.

—Empecemos por esto —dice y me aparta un poco para poder mirarme mejor a los ojos—. ¿Qué demonios hacían tú y Kyanna en el sótano el otro día en la madrugada?

¿Eh? Kya no pudo haberle dicho algo, por más enamorada que esté no iría contando nuestros secretos a nadie, ¿o sí?

—¿Cómo...?

—Antes de irnos al club, se sintió una ola de energía extraña. Padre ordenó que revisaran los alrededores y el interior de la mansión, quería descartar que hubiera enemigos cerca. —«Así que no pasamos desapercibidas después de todo», pienso—. Seguí el rastro de ustedes hasta el sótano, le dije a los guardias que rondaban por ahí que yo me encargaba de verificar que todo estuviera en orden. Me quedé el tiempo suficiente hasta que estuvieron seguros de que no había peligro, luego me fui.

—Gracias —susurro—. Fue algo sorprendente lo de esa noche, estos días nada más he podido pensar en eso. En primer lugar, fuimos porque queríamos privacidad, luego las cosas se pusieron raras —le cuento.

—¿Qué emitió la onda?

—No es un qué, es un quién. —Cuando digo esto, su cuerpo se tensa visiblemente—. Calma, deja que termine —pido, tratando que se relaje—. ¿Sabías que el Libro de las Sombras tiene vida?

—Son cosas de brujas, para nada mis asuntos.

—Bueno, el libro se abrió como aquella vez cuando era más joven. En esta ocasión fue más fuerte, él me habló —digo emocionada, me siento rápidamente en la cama para continuar contándole.

—¿Uh? —Parece confundido, se baja de la cama y se dirige al baño.

—Es que el libro cuando lo abres está en blanco, nada escrito, ni una letra. Pero si le hablas, aparecen cosas; en otras palabras... el libro te responde.

Oigo agua correr y no tengo necesidad de alzar la voz para que me escuche, procedo a hacerle un resumen de lo que sucedió y espero pacientemente su opinión.

Diosa de La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora