Capítulo 7

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Axl me carga hasta que entramos en casa de Isa. Al entrar empieza a caminar sin hacer ruido para no despertar a la madre de Isa y me deja en el sofá. Desaparece en el baño y vuelve con un botiquín. Primero me da un vaso de agua con Ibuprofeno y luego, cuando pienso que me va a curar el pie, me entrega el botiquín. Pongo los ojos en blanco. Claro que eso no iba a pasar, Olivia. Esto no es una novela Wattpad y Axl no es el prota masculino que se preocupa por una chica con la que ni siquiera se lleva bien. ¡Ya ha hecho demasiado cargándote los últimos cinco minutos!

Mientras me curo el pie Axl coge su mochila y se va al baño. Vuelve unos minutos después con el pijama puesto.

Cuando ya me he desinfectado la herida y me la he vendado, voy al baño (cojeando) a quitarme el maquillaje (anda que no hay) y a ponerme el pijama (bueno, una camiseta y unos shorts viejos que del mismo modo los uso para dormir como los uso para limpiar. Tanto que la camiseta tiene manchas de lejía).

Cuando vuelvo al salón, Axl está en el sofá con un portátil sobre las piernas.

—¿Quieres ver una peli?—Me sorprende su invitación, pero no tengo sueño, así que acepto—. Vale, pues ve a preparar palomitas—ordena.

¿Por qué tengo la sensación de que me ha invitado a ver la peli solo para no levantarse a hacer palomitas?

Aún así, busco palomitas en los armarios de la cocina y las hago. Las pongo en un bol y voy al salón.

—¿Sabes dónde guarda Isa el cable para conectar el ordenador a la tele?—Niego con la cabeza—. Pues nada, tendremos que verla en el ordenador.

Me siento a su lado, cerca para poder ver la pantalla, y le tiendo el bol de palomitas.

—¿Y qué peli vamos a ver?

Veo que ha conectado un pen-drive al ordenador que está lleno de películas.

—¡Wow! ¿Te gustan las pelis de los 80?—pregunto sorprendida al ver Dirty Dancing, El Club de los Cinco y Top Gun, entre otras. Es imposible que este chico tenga tan buen gusto para pelis. ¡Es Axl!

—Son de mi madre—Ahora todo tiene sentido—. Vamos a ver una de terror.

—¡No, de terror no!

Odio las pelis de terror. Me dan mucho miedo. A Mandy le encantan porque a ella le gusta la sensación del miedo, pero yo la odio.

—Vale, pues no mires—dice encogiéndose de hombros y arrebatándome el bol de palomitas. Lo fulmino con la mirada. Este chico no tiene NADA de gentil.

Al final, el aburrimiento gana, así que miro la peli. Bueno, intento mirar. Axl no hace el más mínimo movimiento para que yo pueda ver la peli en la pantalla, así que tengo que estar acercándome a él para verla pero, al mismo tiempo, intentar no invadir su espacio personal, sino me aparta de un empujón. Al parecer en la discoteca no le molestaba la cercanía porque era necesaria para hablar, pero ahora le molesta más que yo quejándome. El bol de palomitas es mi único apoyo en esta peli. Lo abrazo como si me fuera la vida en ello. Estoy bastante acojonada.

—No lo hagas—susurro a la protagonista. Casi puedo oír a Axl rodar los ojos—. No abras esa puerta. No... No... Por favor, n... ¡AAAAAAAH!

No sé qué me da más miedo ahora, la peli o la cara de Axl.

Resulta que con el susto he gritado mucho y corro el riesgo de haber despertado a Ariel. Además, como abrazaba el bol de palomitas y no un cojín, he saltado del susto y las palomitas han ido a parar a todas partes, concentrándose una gran cantidad en Axl. Pelo, pecho, piernas... Todo cubierto de palomitas. La verdad es que incluso es apetecible.

—Me cago en la puta—gruñe. Ni siquiera ha levantado la voz, lo ha dicho conteniéndose y eso me asusta muchísimo más.

—¡Lo sien...-Con la mirada me dice que estoy chillando mucho, así que bajo la voz—. Lo siento—susurro—. Ha sido sin querer. Ahora te lo quito.

Olivia es una chica muy lista, se nota, ¿no? Y es una chica con un excelente instinto de supervivencia, porque ni se le pasaría por la cabeza provocar a Axl en estos momentos, en los que tiene verdaderos instintos asesinos hacia ella, ¿verdad?

Pues resulta que no.

A mí no se me ocurre nada más (un olé a la genio) que empezar a comerme las palomitas. Sí, sí, como oís. No las recojo y las meto en el bol, sino que cojo las del pelo y me las como, y luego las del pecho, luego las de las piernas, paso de las de los huevos, y por último las del sofá.

Cuando me he comido la última palomita le miro a los ojos por primera vez desde que he empezado mi tarea de limpieza y él me devuelve la mirada desconcertado. Pero no desconcertado de confuso. No, totalmente desconcertado. Como si fuese una marciana con cola de caballo.

—¿Pero qué...—Ni siquiera termina la frase. Suspira con aire cansado, se masajea la sien mirando hacia bajo y luego levanta la mirada:—Eres de lo que no hay.

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