Capítulo 5

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Llegamos al restaurante y encontramos nuestra mesa al segundo. Es la que hace más jaleo. Los demás clientes hablan entre ellos en un tono de voz normal, pero en nuestra mesa chillan, mantienen cuatro conversaciones al mismo tiempo y se ríen tan fuerte que podrían despertar al pueblo vecino.

—Mira que son folloneros—masculla Axl para si mismo. Totalmente de acuerdo.

En un lado, por orden, están sentados Isa, Nat y Carol, dejando los únicos dos asientos libres de la mesa para Axl y para mí. Delante de Isa está Kat, a su lado Cole, Alex, Marc y Mandy.
Yo corro pra coger el asiento delante de Mandy, al lado de la ventana, obligando a Axl a sentarse al lado de Carol. Me lanza una mirada de odio, pero yo le ignoro.

—¡Axl! La verdad es que no te veía desde la fiesta de cumpleaños de Nat. ¿Qué me cuentas?—Axl me fulmina con la mirada cuando me oye reír, pero no le queda más remedio que responder a las preguntas de Carol, claro que lo hace a su manera: cortante y frío.

El restaurante es chino y los dueños son los padres de Mei, una de mis mejores amigas. Suelo verla trabajando aquí cuando vengo, pero ahora mismo ella está en China con sus abuelos. Siempre que vengo aquí pido lo mismo, y esta vez no va a ser diferente: arroz tres delicias y gambas con salsa agridulce. Como de costumbre, la comida no tarda en llegar, y eso que somos ciento y la madre.

Estoy comiendo cuando veo que Mandy se ríe tontamente con Marc. Éste le dice cosas al oído y ella se pone roja y repite todo el rato: "no digas eso" acompañado de risitas tontas. Marc empieza a darle besos en la mejilla, el pelo, el hombro y ella no para de reírse.

—Qué. Asco—dice Axl haciendo una pausa simbólica entre ambas palabras.

—No seas amargado—digo imitando su voz. Él se gira y me mira enarcando una ceja—. Sí que es asqueroso—coincido. Él se ríe y yo no puedo evitar reírme con él.

Ha sido raro, al menos yo me siento rara. Acabo de reírme con Axl. No de él, CON él. Y me he reído. No he sonreído o me he medio reído, he reído de verdad, con dientes y sonido.

—Oye—Me giro para mirarle—. ¿Está bueno?—pregunta señalando mis gambas.

Pillo al instante lo que quiere, pero del mismo modo que él no me alcanzó el vaso antes, yo no pienso ofrecerle comida.

—Sí, mucho—digo comiendo otra de las gambas, dejando solo una.

—Emmm...—Al ver que vacila pincho la gamba con el tenedor—. ¡Espera! ¿Puedo... probarla?—gruñe mirándome mal. Se ha tenido que tragar su orgullo. Ay, me siento tan poderosa ahora mismo.

—Depende, ¿qué has pedido tú?—pregunto sonriendo maliciosamente.

—Ternera con salsa picante—responde de mala gana.

—Vale, te doy la última a cambio de un poco de tu ternera.

—¿Seguro? Es con salsa picante, no sé si la aguantarás—dice sonriendo con suficiencia. Lo fulmino con la mirada.

—No hace falta que te preocupes por mí, aguantaré.

Mentira. Tengo tolerancia cero al picante. Pero claro, mi orgullo es más valioso, así que le doy mi gamba y me sirvo un poco de ternera.

Él se come la gamba y gime al probarla.

—Está riquísima.

Entonces se gira hacia mí y apoya su cabeza en la mano. Me mira enarcando una ceja.

—Adelante—ordena señalando la ternera.

Trago saliva y corto un poco de ternera. La miro unos segundos y, bajo la atenta mirada de Axl, me la como.

¡JODER! ¡ESTO ARDE COMO EL INFIERNO!

Obviamente, no lo demuestro.

—Está... riquísimo—logro articular con dificultad.

—¿Ah, sí?—pregunta alargando la mano a su vaso de agua—. ¿Un poco de agua?

—Qué... va... no hace falta... casi no...—Siento una lágrima escurrirse por mi ojo derecho—pica—digo con un hilo de voz. Él asiente.

—Entiendo. Pero...—Acerca el vaso a mi boca—. ¿Estás completamente segura?—inquiere resaltando el "completamente".

Le lanzo una mirada cargada de veneno por la tortura por la que me está haciendo pasar y, con mi orgullo herido, bebo casi toda el agua del vaso de un trago. Él me mira mientras lo hago y me sonríe triunfante.

—¡Es peor!—chillo cuando me acabo el vaso. Me abanico la lengua mientras él se ríe a carcajadas—. Serás cabrón—Le pego para desahogarme y él finge que le duele—. ¡Au, pica!—lloriqueo. Siento que toda mi dignidad se ha ido a la mierda. El muy gilipollas sigue riendo, así que le pego otro manotazo en el brazo—. ¡Haz algo, joder! ¡Esto es culpa tuya!—Él se ríe, pero acaba por ceder.

—Vale, vale. Toma, mastica pan.

Obedezco y siento que la quemazón va desapareciendo. Entonces me fijo en que todos han visto la escena y se ríen de mí. Marc se atreve incluso a imitar mi cara. Qué mal me cae este chico.

—Te odio, Axl.

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