—No me quiere a mí, chérie. —Frunzo el ceño y lo miro—. Quiere algo que poseo. Intentaba ponerlo a salvo cuando ocurrió el ataque, sabía que vendría por mí, pero no pensé que sería tan pronto ni que se arriesgaría a un asalto público.

—Pudiste deshacerte de ella...

—Era una especie de clon. Es capaz de dividir su energía, le da forma física y es como si estuviera en el lugar. Pero, en realidad, está sentada en su trono, en los confines del Infierno.

—Era muy poderosa siendo solo un clon.

—Ya te puedes imaginar si fuera real. —Oh, Dioses, ¿con qué estamos tratando?

—¿Qué es lo que quiere? —Se queda en silencio—. ¿Arath?

Lo escucho suspirar, rodeándome con sus brazos, apoya su babilla en la curva que forman mi cuello y hombro.

—El último deseo de tu madre.

—No entiendo.

—Cuando alguien tan poderosa como tu madre está a punto de ser asesinada, tiene el derecho a pedir un último deseo. La Reina no iba a cumplir con preguntarle tal cosa, pero yo sí. De alguna forma se lo debía. Lo he guardado desde aquella noche. El deseo es contenido en una lágrima mezclada con una gota de sangre, la magia se encarga de mantenerla pura, no importa cuánto tiempo transcurra.

—¿Por qué Hascibe querría obtenerlo ahora, si ni siquiera habría considerado concederle su deseo de muerte?

—Descubrió que si consume la última esencia de un ser mágico, sería capaz de adueñarse del poder que pertenecía a la criatura. Cuando nosotros los vampiros tomamos una vida, no adquirimos poder, sino fuerza. Podemos ver recuerdos e incluso manipular la mente de los humanos, pero nada de esta magnitud.

—Es ambiciosa, el mal encarnado —concluyo.

—Desde que subió al poder se ha encargado de hacer y deshacer a su antojo. Lo quiere todo —confirma Arath.

—¿Dónde lo has ocultado? —pregunto, luego me retracto—. No, mejor no saber. Por lo que dices, es preferible que nadie conozca su ubicación. ¿Qué haremos a continuación?

—Por ahora, voy a devolverte esto —dice, apartándome y poniéndose de pie. De inmediato extraño su calor, a pesar de estar ahí mismo, mi necesidad por él ha aumentado sobremanera. Abre el cajón de su mesita de noche y saca algo. Al volver al lecho, se sienta apoyando su espalda del cabecero de la cama, me invita a mi posición anterior—. Solangel me lo entregó. —Me tiende el colgante de aguamarina y junto a él, un nuevo trozo de papel. Mi corazón palpita fuerte. Desdoblo el pergamino y en voz alta, leo:

Osar, atrevimiento audaz, manifiesto del poder.

Debajo, hay una inentendible figurilla a lápiz.

—Estuve pensándolo y la verdad es que no sé, si besarte hasta dejarte sin aliento por arriesgarte sin dudas a defender a otros, o zarandearte por lanzarte sin temor a enfrentar a la Reina —comenta intuyendo mi incógnita. Comprendo de inmediato el significado de las palabras escritas.

Mis acciones han ido revelando el resto de las partes. Con esta, son tres. Y, si no me equivoco, me falta una sola pieza.

—Creo que prefiero el beso —suelto sin más—. Quiero decir, ya sabes que... —El malvado se ríe, me callo la boca y muerdo mi labio, ¿cómo es que me pongo en ridículo tan fácilmente? Arath toma el collar de mis manos, lo abrocha en su lugar en un parpadeo—. Gra-gracias —tartamudeo porque se queda muy, muy cerca, observando mi rostro a detalle, sus dedos recorren el lateral de mi cara, toma una respiración profunda y sus luceros se oscurecen, dejando entrever el brillo rojizo—. Arath...

Diosa de La LunaWhere stories live. Discover now