09:30am - 09/08/45.

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Desperté bajo la mañana más gris que jamás había presenciado antes. Los rayos del sol que observé salir con Hoseok aquella mañana ya no existían más, y un dolor en mi pecho, punzante, y devastador inundo mis sentidos.

Todo el mundo me daba vueltas, a pesar de que el sonido de los pájaros había regresado, confundiéndome por el silencio que se podía tomar con tranquilidad... con las voces de unos extraños a un lado de mí.

- Hey, chico. ¡Fuera de aquí! – me habló un pescador, con un ceño fruncido. - ¡Largo!

Me puse de pie, tentando ligeramente mi frente, sin encontrar la cicatriz del golpe que había tenido minutos antes. Bajé la mirada hasta mis dedos, no había sangre, ni una sola gota.

¿Qué estaba pasando? Frente a mí, la ciudad se encontraba casi en calma, como todas las mañanas anteriores. Había gente caminando por sus calles, los pescadores estaban haciendo su trabajo rutinario y las fabricas emitían ya su conocido humo.

- ¿Y las bombas? – Tantos pensamientos inundaron mi mente, nublando mi cordura en ese instante.

- Chico, Kokura está bien, ya han enviado a la fuerza área... - me respondió un viejo, quién supuse, era dueño de una de las grandes cajas detrás de mí. – Será mejor que regreses a casa, hace unas horas sonó la alarma... pero todo está bien ahora, no deberías dejar a una madre preocupada.

¿Kokura había sido bombardeada? Era imposible que hubiese caminando toda la noche con Hoseok hasta ese lugar...

- Hoseok... - salí corriendo hacia el valle arriba, buscando con la mirada una señal del mayor. Pero todo estaba vacío. - ¡Hoseok! – grité con todas mis fuerzas, regresando hasta donde supuse nos habíamos separado. - ¡Hoseok!

El camino seguía ahí, pero nada más, no había rastro de nuestras huellas...

- ¡Hoseok! – volví a gritar con todas mis fuerzas, sabiendo bajo mi pecho que él se había ido como lo prometió esa noche. – Hoseok...

Regresé a casa caminando a paso lento, con la mirada en el suelo y mis ojos repletos de lagrimas. Podía sentir su ausencia, como un hueco en el centro de mí, uno tan profundo que podría caer y perderme en él.

Había sido un idiota por correr lejos de él, por no darle tiempo de explicarse. Me odiaba con cada paso que daba, odiaba al impulsivo Kim Taehyung, y odiaba a Jung Hoseok por dejarme sin una despedida, sin una promesa de verlo otra vez.

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Atravesé el jardín de mi hogar, intentando calmar las lagrimas rebeldes y despiadadas de mis ojos, secándolas torpemente con mi suéter viejo y respirando ruidosamente, controlándome antes de ser visto así por mi familia.

No podía ser débil ante ellos, no era el momento adecuado.

- ¡Tae Tae! – Suk se asomó por la ventana, mostrando una sonrisa enorme. - ¡Ya regresó Tae Tae! ¡Me va a enseñar a leer, mamá! ¡Me va a enseñar a leer! – su emoción se podía oír por toda la casa. - ¡Pásame un libro, pásame un libro!

La casa tenía todas las ventanas abiertas, permitiendo que el viento frío cubriera todo su interior, haciendo que la luz casi blanca del sol cubierto del gris de las nubes, se reflejara en la porcelana vieja de mi madre.

Suk se aventó a mis brazos con un libro entre sus manitas. Era muy delgado, y su piel no brillaba como debería hacerlo cuando tienes apenas cinco años, siendo casi translucida para mí.

With the universe upon us.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora