06:30am - 09/08/45.

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Lo primero que sentí fue el golpe seco que dio la tierra debajo de mis pies.

Era como si el suelo se hubiese partido en dos, seguido por aquel gran crujir del la maleza, el gran estruendo que te lastima los oídos, un cambio tan radical de la temperatura en el ambiente.... El inquietante silencio de las aves.

Desde lejos era atemorizante, tanto que te helaba los huesos de solo observarlo.

Miles, y miles de bombas caían, como copos de nieve en invierno, estrellándose en el gris concreto de esa ciudad que tanto conocía en donde estaba mi familia. El fuego le siguió después, los gritos y la inquietante cantidad de humo, acompañado con lo nublado del día que empezaba a alzarse en el horizonte, hacia que la ciudad de Nagasaki pareciese un campo de guerra.

Me encontraba lo suficientemente lejos, pero juraría podría escuchar los gritos, altos y desgarradores, escuchar los lamentos de una madre, el lloriqueo de una niña perdida... escuchar a mi hermano menor llamar a mi nombre.

Así que no lo pensé más, y partí a correr hacia la ciudad, sin despegar mis ojos ni un segundo de ella, viendo como las bombas seguían cayendo, llenando de terror la ciudad. Mis piernas no podían correr más rápido, el aire de mis pulmones se había acabado, y las peores escenas estaban presentes en mi mente.

Detrás de mí, Hoseok venía corriendo gritando algo a lo que no podía escuchar, porque los gritos de mi cabeza no podían parar, continuaban recordándome lo que un bombardeo podía hacer... lo que te podía quitar.

- ¡Taehyung, detente! – me tiró de un brazo, acorralándome en el suelo entre sus dos brazos. Me debatí, sin querer escucharlo. - ¡Detente!

- ¡Mi familia, Hoseok! – forcejé con todo lo que tenía, pero el mayor no parecía inmutarse en nada. - ¡Déjame salir!

Encima de nuestras cabezas pasaron muy cerca del suelo más bombarderos, haciendo un zumbido que destrozaba mis tímpanos. Lleve mis dos manos a mis oídos, intentando calmar un poco el dolor, cerrando mis ojos por instinto, hasta que un ligero toque me hizo abrirlos nuevamente... Hoseok había cubierto mis manos con las suyas, dándole a mis oídos doble protección.

Parecía cansado, una ligera arruga se le hizo en su frente, mostrando que sufría con el sonido de los aviones que seguían pasando sobre nosotros.

- ¡Tenemos que salir de aquí! – logré leer en sus labios, que estaban cada vez más secos. Asentí, antes de ponerme de pie con Hoseok a mi lado.

Partimos corriendo hacia valle abajo, en donde los bombarderos subían a mas altura. Mi mano estaba tomada fuertemente de la de Hoseok, quien corría con urgencia evitando tropezarse con las rocas.

La ceniza había empezado a alcanzarnos, haciendo de la mañana más gris, borrando del mapa por el humo a la ciudad que seguía a unos kilómetros de nosotros.

- ¡Tenemos que regresar a mi casa! – le dije después de unos minutos. - ¡Ahí está mi familia, Hoseok! – me detuve en seco.

El mayor se giró hacia mí, pasándose nerviosamente la mano sobre su nuca. Alzando la vista hacia el cielo y respirando hasta llenar sus pulmones, ignorando el olor del ambiente.

- No puedo dejarte ir hacia allá... - me contestó finalmente.

- ¿No puedes o no quieres? – le recriminé.

- ¡No quiero! – gritó de frustración. - ¡No quiero perderte de nuevo!

- Es mi familia... - la voz se me quebró, dando dos pequeños pasos desanimados hacia donde suponía estaba el camino hacia Nagasaki. – Tengo que ir.

With the universe upon us.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora