Era jueves

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Era jueves.
Un jueves que sabría a domingo
y que haría temblar
a más de uno.
Y de dos también.

Eran las 7:18
De un 11 de marzo.
En principio uno cualquiera,
al final,
uno que siempre íbamos a recordar.

Carlos,
con una sonrisa,
esperaba impaciente
a su mujer, Marisa.

Una explosión
y ella nunca llegó.

7 minutos después,
se escucharon las primeras sirenas.

Estaba confundido:
bomberos,
policías
y ambulancias
inundaban la ciudad.

Una pesadilla,
que recordaría hasta la muerte;
y que acabó con la vida
de casi toda su familia.
Que aunque no murieron,
la pena siempre quedó ahí.

Espina,
que mataba por dentro,
cada vez que lo recordaban.
Y lo recordaban,
cada vez que respiraban.
Por que respirar,
era morir
si no estaba con él,
la madre de sus hijos.
La mujer de su vida.
Su historia más bonita.
La escritora
de todos los cuentos
que él había vivido
y de los que le quedaban por vivir.

Mucha fuerza
y gran paciencia
para lograr explicarle
a criaturas de dos años,
que a la mujer que les dió la vida,
acababan de quitársela
unos yihadistas.

¿Y como evitas tú;
que tus propios hijos,
huérfanos de madre,
no generen odio;
si tú has sido el primero,
que has salido a la calle
y has gritado
el nombre de Dios en vano,
y que has callado
tus mas profundos deseos,
de joderles la vida
a esos putos terroristas?

Ve y ten el valor,
de inculcarles a tus niños
una educación,
llena de respeto y tolerancia.
Llena de amor y fraternidad.

Y es ahí,
donde entramos nosotros.
Esas personas
que a pesar de todo,
tienen que mantenerse siempre ahí.
Sin vínculo
pero con confianza.
Haciéndoles creer
que se puede querer
sin demostrar.
Y que el odio,
solo genera más odio.

Para enseñar,
lo que los padres no pueden,
por que no quieren
o no saben
ser hipócritas.

Por que la hipocresía,
es defecto de muchos
y virtud de muy pocos.

Y Carlos,
no es hipócrita.
Es persona
y muy valiente,
por tolerar
a pesar de todo,
que sus hijos salgan bien.
Felices,
Contentos.
Educados al fin y al cabo.

Ve,
ahora,
explícaselo a él,
A Carlos.
Al hombre que lo perdió todo en una bomba.
Explícale que la rabia es un veneno;
y explícale también
lo mal que está odiar.
Lo poco que funciona.

Pero oye,
escúchame.
Mucha suerte;
no creo que vayas a conseguirlo.

Este es mi pequeño homenaje a esas personas que perdieron la vida en ese tren y en los otros tres. 191 para ser exactos.
Homenaje también a los 1.430 heridos que llevan a cuestas una de las mayores secuelas de sus vidas.
Y a sus familias que tras 13 años siguen ahí, a pie de cañón; luchando.
Sois muy fuertes. Gracias por ser ejemplo.

Sobrevivir O Sobre VivirWhere stories live. Discover now