Me trago la ansiedad que me envuelve. Es Arath, confío en él, no me hará ningún daño. Además, seré libre por un momento. Merece la pena.

Sin más pensamientos, salto y caigo en picado. Al entrar en contacto con el mar, empieza el cambio. No duele ni mucho menos. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez. Suprimo constantemente esta parte de mí y me lamento por ello, extrañaba sentirme así, completa.

Piel escamosa cubre no solo mis piernas, sino también en el busto, creando una especie de sujetador que cubre a la perfección las curvas de mis pechos.

Tardo unos minutos en emerger, absorbiendo todo a mi alrededor. Los peces, crustáceos, corales... puedo sentir a cada ser vivo bajo la superficie. Nado lejos de él y así puedo presumir un poco, dando una voltereta fuera del agua, formando un arco, esperando capte cada detalle de mí en esta forma. Cuando me reúno con Arath, lo encuentro sonriendo.

—¿Qué tal?

—Eres preciosa, en serio, muy hermosa —susurra atrapando mi rostro con ambas manos y dando un beso casto en mi frente—. Eres azul por todos lados. —Continúa, acariciando con los pulgares mis mejillas—. Tu pelo, tus ojos, tu cola... y de sangre azul por ser de la realeza.

—Creo que ya comprobaste que sangro rojo, igual que todos —bromeo y me doy cuenta de que cometí un error porque sus ojos se oscurecen, obviamente recordando el momento en que cerró mi herida semanas atrás. Pasa la lengua por entre sus labios y el tono rojizo en sus ojos se acentúa, poco a poco se acerca hasta rozar sus labios con los míos, no es un beso como tal, pero está muy cerca de serlo.

—Quiero probarte, di que sí. —Creo que estoy bajo un hechizo seductor porque me siento voluntaria a ofrecerle de mí todo lo que desee tomar, cierro los ojos a modo de invitación, esperando que me bese de verdad. El beso nunca llega, por el contrario, gira mi cabeza a un lado y aparta los mechones mojados de mi cuello.

¡Ay, por los Dioses! Me recorre un estremecimiento, se me erizan los vellos en anticipación. Quiero esto, no debería, pero lo quiero incluso más que ese beso. Primero da una lamida lenta para adormecer la piel y no sentir dolor, luego roza la carne con sus afilados colmillos. Sus manos recorren mis brazos hacia abajo, como si tratara de tranquilizarme, luego se aferra al nacimiento de mi cola en las caderas y hace presión, asegurándose de mantenerme quieta.

Libero un gritito de placer y derramo una lágrima al tiempo que los colmillos penetran la piel despacio. Succiona cuidadosamente. Me embargan sensaciones desconocidas, comprendo que son suyas. Está compartiendo una parte de sí mismo a través de la mordida y eso no es común, no le das a cualquiera el poder de destruirte por conocer tus pensamientos.

Obtengo imágenes vagas de su infancia, recuerdos recientes también. Algunos llaman mi atención, me sorprende verme a mí de pequeña, jugando en los jardines de mi casa. Braden me acompaña, en ese entonces mi hermano debía tener nueve años, sin embargo, su apariencia es la misma que ahora.

¿Qué es todo esto? ¿Cómo puede ser posible? Vi a mi hermano crecer mientras yo lo hacía, o eso creo, porque ahora que intento recordarlo no puedo. Arath se aparta, me mira preocupado por cómo reaccionaré a lo que acabo de descubrir.

Se ve tan sexy.

Ese es un adjetivo que nunca antes usé en un chico, prueba de lo diferente y atractivo que lo encuentro.

Una mancha de sangre decora su labio inferior, mi primer instinto es inclinarme y limpiarla. Él se mueve primero y me tenso, creyendo que va a morderme de nuevo, pero solo percibo la lenta caricia de su lengua cerrando la herida.

—No lo entiendo —digo al cabo de unos segundos—. Es como si toda mi vida hubiera sido una mentira. Él es la persona en la que más confío, y también se ha ocultado de mí.

—Hay una razón para todo, douceur. Recuerda que tú también le has mantenido algo oculto. —Pasa la yema de sus dedos por mi espalda baja y roza levemente el borde escamoso—. Será mejor que volvamos, se preguntarán dónde estamos. Cambiarás al salir del agua, ¿no?

—Sí, un hechizo me cubrirá automáticamente con el bañador que tenía. Puedes llevarnos a la orilla.

Regresamos para encontrar que están recogiendo todo, parece que ya nos vamos. Libero su mano y me adelanto.

—¿Dónde estabas? —pregunta Solangel, acusadora. Ignoro a la belleza rubia porque hay alguien más escudriñándome con la mirada. Sus ojos marrones casi negros me recorren de arriba abajo aumentando mi nerviosismo, trago fuerte y carraspeo balanceándome sobre mis pies desnudos. Él se acerca muy lentamente, con cuatro pasos está justo en frente. Tiene la mandíbula apretada, inhala y huele el mar en mí. Entrecierra los ojos y estoy a punto de abrir la boca para decir cualquier cosa cuando mi cara es girada hacia la derecha de forma brusca. Escucho el crujir de sus dientes y su voz es dura, obviamente en desacuerdo con lo que ve.

—¿Quién te ha hecho esto? —Le doy un manotazo para librarme de su agarre y doy un paso atrás, mis ojos se oscurecen adoptando un tono azul violeta. No me gusta su forma de tratarme en este momento y menos después de saber lo que me ha ocultado.

—Braden. —La voz viene de atrás de mí con un deje de censura, mi hermano clava la vista en un punto por encima de mi cabeza y luego me aparta suavemente a un lado para encarar a su mejor amigo—. He sido yo. —Su tono es firme, no se amedrenta por quien es mi hermano y el poder que posee; como si eso lo explicara todo, Braden asiente y suspira, me mira de soslayo y en tono bajo le digo:

—Tenemos que hablar. —Creo que jamás he empleado un tono tan desabrido con él, me siento violenta, decepcionada—. A ser posible esta noche al llegar a casa y en privado. —Sus ojos se abren con sorpresa por mi actitud arisca. Ofrece un asentimiento, sin decir palabra.

El viaje a casa es incómodo, me veo en la necesidad de esquivar las preguntas de Kya, no voy a contarle nada hasta que tenga todo el asunto claro. Una vez en mi cuarto, nos duchamos y preparamos para la cena.

Una cena que resulta irritante por el constante coqueteo de Solangel hacia Arath, y de Bea hacia Braden. Ethan y Cole no se quedaron, tenían otros planes para la noche, no es que me importe. En realidad, son amigos de Bea, he compartido con ellos si acaso tres ocasiones, incluyendo la de hoy.

Mi amiga y yo no tenemos derecho a reclamar por las actitudes de las arpías, no somos pareja oficial de los oscuros. No es que ellos respondan a los intentos de seducción, pero son amables y ellas lo malinterpretan; eso me enoja, tanto que cuando mi hermana se lanza a limpiar la comisura del labio de Arath, que se había ensuciado en su último sorbo a la copa de sangre con la que acompaña su comida, me levanto y lanzo mi bebida color burdeos sobre el vestido amarillo pastel de Solangel. Fue algo impulsivo, no esperé que el vino salpicara la camiseta blanca de Arath con mi arrebato.

Alterada y desconociendo mi comportamiento, me disculpo atropelladamente antes de salir corriendo. Dos veces en un mismo día me hizo actuar de pura rabia.

Sabiendo que mi alcoba será el primer lugar donde me buscarán, encuentro refugio en el cuarto de mi hermano. Mi soledad no dura mucho tiempo, cuando Braden entra en la habitación yo estoy sentada en el borde de la cama mirando, con lágrimas en los ojos, a través de su ventana. Se sienta a mi lado y me rodea con su brazo, meto la cara en su pecho y con más lágrimas empapo su camiseta, me sostiene hasta que los temblores cesan.

—Pequeña... me destroza verte de esta manera, por favor, habla conmigo, dime qué puedo hacer para devolver la sonrisa a tu rostro —suplica, alzo la vista y veo el tormento en sus ojos. Torpemente me seco la cara con mis palmas y con la voz entrecortada le cuento lo que vi en los recuerdos de Arath, le digo que no sé qué me sucede, que no comprendo de dónde vienen los cambios en mi conducta.

—¿Qué está pasando, Braden?

Diosa de La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora