Capítulo 8

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*Druella*

Hermione me ha citado en el lago negro para hablar de algo. Me tiene intrigada. La verdad es que la mañana está siendo muy soleada, hace buen día para dar un paseo cerca del lago. Cuando llego allí, encuentro a Hermione terminando de colocar una cesta con comida sobre un mantel de cuadritos.

-¿Qué es esto? -pregunto sorprendida.

-Quería que merendáramos juntas -responde tirando de mi mano para sentarnos juntas sobre el mantel.

-Y ¿qué celebramos, exactamente?

Al escuchar mi pregunta Hermione alza una ceja claramente ofendida.

-Druella Rosier Black -pronuncia mi nombre completo con lentitud.

Trago saliva. Me entran palpitaciones. Sudores fríos. Una bronca se avecina. Y las broncas de Hermione siempre hay que temerlas.

-¿Qué... se me ha... olvidado? -pregunto con cierto miedo-. ¡Tu cumpleaños! Eso es, es tu cumpleaños, ¿verdad?

Intento enmendar mi error, pero por el gesto de Hermione me hace temer que no he tenido éxito. Ella se cruza de brazos en silencio, con la frente arrugada.

-Vale, no es tu cumpleaños.

-¿En serio no sabes qué celebramos?

Derrotada, me encojo de hombros y ella suspira resignada.

-Hacemos un año juntas, Druella.

-¿Hoy hace un año? -digo con asombro.

Me parece increíble lo rápido que puede llegar a pasar el tiempo. Hace un año lo nuestro recién empezaba. Una relación llena de miedos, incertidumbre, dudas. No sabíamos a dónde queríamos ir y ni si quiera lo que sentíamos la una por la otra. Sin embargo, hoy celebramos que ya ha pasado un año de nuestro primer beso, o de nuestra primera caricia a salvo de miradas ajenas. Y la sensación que tengo es como si en vez de un año llevara toda la vida con Hermione.

-No sé el día exacto porque tampoco sé qué día concreto nos tomamos nuestra relación en serio y no como algo esporádico. Pero sé que fue por esta fecha.

-Y por lo que veo quieres que lo celebremos con una merienda.

-¿Te gusta la idea? -se retuerce las manos de forma nerviosa, y aquello me parece de lo más dulce.

-Pues claro -respondo con una gran sonrisa.

Hermione sonríe alegre y me da un escueto beso en los labios. Entonces comienza a sacar de la cesta nuestra merienda: honeydukes, varitas de regaliz, tritones de jengibre y cerveza de mantequilla. Todo me gusta y tienen una pinta buenísima.

-Vaya, después de esto vamos a tener que quemar mucha grasa -comento de forma divertida y también con segundas intenciones.

-Tranquila, esa puede ser la segunda parte de la cita -responde ella dejando claro que ha sabido leer entre líneas mis palabras-. Aunque como tienes el brazo voy a tener que ser yo quien lleve la voz cantante.

-No subestimes mi fuerza -contesto como si me hubiera ofendido su comentario.

Hermione ríe y puedo ver en ella un aura de felicidad que me contagia al momento. Comenzamos degustando las varitas de regaliz con las que jugamos a morder cada una un extremo hasta unir nuestras bocas. Después de unirlas no las separamos durante segundos en los que finalmente tenemos que parar para poder respirar y seguir comiendo. A continuación probamos los tritones de jengibre acompañándolo de la cerveza de mantequilla, con la que brindamos por nosotras antes del primer sorbo. Durante la comida estuvimos hablando de cómo nos iban las clases y si esperábamos aprobar el curso, y también me estuvo contando brevemente la historia del Quidditch. A pesar de que se mostraba risueña y habladora, sentía que había algo que rondaba su cabeza, sobre todo cuando por momentos se quedaba callada, como pensativa. Y justo aproveché uno de esos silencios, después de contarme una divertida anécdota con un paciente de su padre, para preguntarle qué le ocurría.

Con la sangre no se juegaKde žijí příběhy. Začni objevovat