Capítulo 7

12.2K 1K 320
                                    

Ha durado exactamente dos semanas. Más de lo que yo pensaba.

Durante dos semanas nos hemos olvidado de nosotras completamente. Cada una ha estado metida en sus temas. Ella con su grupito de frikis buscando la manera de practicar magia a escondidas de Dolores "de cabeza" Umbridge, y yo pasando las mañanas deseando recibir alguna noticia de mi madre, y desesperándome por las noches al no recibir ninguna.

Y es en una de esas noches, en una de mis salidas por el castillo, cuando me encuentro a Hermione. Cada una en una punta del pasillo, avanzando ambas hacia adelante y con un único pensamiento en la cabeza. No duermo de pensar en mi madre, pero también de pensar en Granger. Por pensar en sus besos. Por pensar en su dulzura. Una dulzura que no merezco después de como la he tratado todos estos años.

¿Me arrepiento? Pues no lo sé.

Cuando nos tenemos de frente nos mantenemos la mirada como si quisiéramos leernos la mente.

-¿Pensando en tu madre? -pregunta la gryffindor.

-¿Tú en quién piensas?

-Te he preguntado primero -rebate.

-¿Y si te digo que pienso en ti?

Quizá esté jugando con fuego, pero llegados a este punto no hay vuelta atrás. Hay que poner todas las cartas sobre la mesa.

-Si me dices eso te respondería que me besaras.

-Entonces respóndeme -la desafío.

Hermione sonríe con cierta timidez, yo intento parecer segura, como siempre. De pronto, ante nosotras aparece una puerta: la sala de los menesteres. Esta vez soy yo quien toma la iniciativa y abro la puerta. Hermione pasa primero y contempla asombrada lo que la sala nos ha preparado. ¿Es esto lo que ambas deseamos? Una acogedora habitación con una simple cama lo suficientemente grande como para que pueda ser usada por dos personas. No tiene nada que ver con la sala en la que nos dejó mi primo encerradas a las dos. Y la situación tampoco es la misma, es como si en tan solo unas semanas todo hubiera cambiado drásticamente.

-Creo que la sala de los menesteres ha respondido por mi -dice Granger con nerviosismo.

-Y ahora viene el beso, ¿no?

Doy un paso al frente, avanzando hacia ella. Y nos besamos. Ya lo creo que nos besamos. Ella enreda sus dedos en mis rizos. Yo la sujeto con fuerza por las caderas. Comenzamos un largo beso con el único pensamiento de que no llegue a su fin nunca. Volver a saborear sus labios me hace sentir una felicidad que nunca he experimentado, ni si quiera con la noticia de la fuga de mi madre, al menos no tanta como la que siento ahora. Avanzamos sin separarnos hasta la cama que nos esperaba con los brazos abiertos. Nos dejamos caer sobre ella y no tardamos en deshacernos de nuestros respectivos uniformes, quitándolos con unas ansias como si nos ardiera la piel. Y claro que ardían, pero de deseo. Los besos iban de un lado para otro y de vez en cuando se encontraban labio a labio aumentando la fogosidad. Por un momento, me detuve para contemplar su cuerpo desnudo. Hermione es preciosa. Su piel blanca y sus pechos pequeños, pero bien definidos. Los atrapé con cuidado y besé uno de ellos cayendo en la cuenta de que era la primera vez que hacía el amor con alguien. Y supongo que para ella también es la primera vez por el nerviosismo que muestra.

Soy la primera en tomar el paso de hacer descender una de mis manos hasta su sexo y comenzar a acariciarla provocando los primeros gemidos. Me deleito con el placer y la hago sentir un éxtasis que jamás nadie le había hecho experimentar. Al igual que ella me hace a mi en su turno. Nuestros cuerpos quedan tan pegados después de satisfacernos que nos cuesta separarnos, y cuando lo hacemos no somos capaces de mirarnos.
De vergüenza.
De miedo.

Nos vestimos dándonos la espalda y sin decir una sola palabra. El silencio se apodera de la sala de los menesteres donde minutos antes se escuchaban nuestras voces placenteras. Pero cuando estamos a punto de salir, me decido a acabar con este momento tan incómodo.

-Esto no está bien -digo parándome frente a la puerta.

-Lo sé -responde ella sin quitar la vista del suelo.

No decimos nada más. Salimos comprobando que no haya nadie que pueda vernos y nos marchamos cada una a nuestra habitación como si no hubiera pasado nada entre nosotras. Es algo que la sala de los menesteres ocultará para siempre, porque esto no puede volver a repetirse. Ella es una Gryffindor. Yo soy una Slytherin. Ella hija de muggles. Yo hija de mortífagos. Esto no tiene ni pies ni cabezas. 

Con la sangre no se juegaWhere stories live. Discover now