Capítulo 4

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No he podido librarme de la gran bronca del profesor Snape, aunque he salido viva y con el simple castigo de limpiar la biblioteca durante todo el cruso. Y digo simple porque los castigos de Snape suelen ser peor, pero parece que le caigo bien, al menos mejor que mi primo, y ha decidido ser menos duro. Además, me ha hecho el gran favor de no contarle nada a Umbridge.

Pero aún así no estoy en mi mejor momento. De nuevo me han vuelto a llegar rumores de que el Señor Tenebroso sacará de Azkaban a sus más fieles seguidores. No dudo de mi madre, es la más leal, al menos para mi, pero temo que llegue tarde, que mi madre no haya tenido el aguante suficiente como para sobrevivir a aquella prisión. Mi madre es fuerte, pero no invencible.

Me encierro en el baño de chicas después de haber estado bebiendo varias cervezas de mantequilla que se me han subido a la cabeza. La noche está cayendo y el toque de queda está apunto de comenzar. Me siento en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, las piernas recogidas y las manos colgando de mis rodillas. Me llega el asqueroso olor a tuberías del váter, pero eso no me es un impedimento para comenzar a llorar. Odio llorar, pero últimamente es lo único que hago cada vez que me encuentro sola.

Sollozo en silencio por si alguien me oye. No puedo bajar la guardia y mostrar mi verdadero carácter, mis debilidades. A veces pienso que soy demasiado frágil en algunos aspectos de mi vida.

Es cuando oigo a alguien venir y me apresuro a cerrar la puerta rápidamente. Me sueno la nariz y contengo la respiración. Oigo unos pasos adentrarse en los baños. ¿Es que ni si quiera puedo tener unos minutos en paz donde poder desahogarme? La próxima vez entro en la sala de los menesteres, ahí nadie podrá interrumpirme.

Sigo oyendo los pasos que se acercan peligrosamente hacia la zona donde me encuentro. Me he encerrado en el último cubículo y...

Doy un respingo del susto al ver unos zapatos parados frente a mi puerta. Joder, ¿quién narices será?

-¿Druella?

¿Esa voz? Otra vez ella. Qué pesada. No respondo.

-Te he visto entrar. No te he visto en muy buen estado, ibas tambaleándote un poco, ¿estás bien?

Sigo callada, mordiéndome la lengua para no darle largas de mala gana. A continuación se sienta en el suelo frente a la puerta. Cruza las piernas y suspira.

-He leído en el periódico que el-que-no-debe-ser-nombrado piensa liberar a varios mortífagos, entre ellos a Bellatrix Lestrange. Tu madre. Supongo que estarás feliz, tendrás la oportunidad de volver a verla.

Rompo el silencio con una risa amarga, y sin querer, un sollozo se me escapa de la garganta. Mierda. Hermione guarda silencio. La veo ponerse de nuevo en pie y segundos después la puerta se abre. Si quiere buscarme me está encontrando.

-¿Estás bien? -pregunta sin soltar el pomo de la puerta, apoyándose ligeramente en el marco.

No quiero llorar, pero las lágrimas no dejan de bajar en forma de cascada de mis ojos. Escondo la cabeza entre mis piernas y me muerdo la lengua para parar el llanto. Cuando logro reunir el valor suficiente para hablar sin que la voz se me rompa le contesto con toda mi borderia.

-Qué te importa si estoy bien o mal.

-No me importa en absoluto, desagradable, solo me he preocupado por ti.

Volvemos a estar en silencio. Odio que esté ahí parada, viendo como me rompo segundo a segundo. Finalmente se acaba sentando de nuevo, frente a mi. La punta de sus pies tocando los míos. Esto me pone más tensa y enfadada aún. No quiero su cercanía, al contrario, la quiero bien lejos de mi.

-Pues no deberías preocuparte por mi -respondo secándome las lágrimas-. Yo no te intereso lo más mínimo como para hacerlo.

-Llorabas por tu madre, ¿verdad?

-¡Deja de entrometerte! -grito enfurecida.

Me pongo en pie de forma agresiva, tratando de intimidarla. Granger se levanta al segundo, irguiendo la espalda y apretando la mandíbula, tensa.

-¿Vas a pegarme? Un poco incongruente con lo que hiciste el otro día.

Vuelve a desafiarme, pisando la fina línea de mi paciencia.

-Eres estúpida -la miro con desdén.

-Y tú eres una pesada, no sabes hacer otra cosa que insultarme. Ya podrías cambiar el repertorio.

Su respuesta es inesperada. Después de tantos años ha aprendido a esquivar mis desaires, mis burlas, mis impertinencias, mis insultos. Y eso es algo que odio, porque eso significa que ya no le hago daño, ya no le importan mis palabras, no le afectan. Y yo quiero hacerla daño porque... porque es una sangre sucia, y ya está.

Nos mantenemos la mirada, el silencio me hace pitar los oídos. La tensión se podría cortar con muchísima facilidad. Y mis ojos se desvían por un momento al notar el pecho de Hermione bajando con brusquedad. Hasta ahora no me había dado cuenta de que tenía la respiración entrecortada. Me tiene miedo, aunque se empeñe en disimularlo. Al mirarla, mis ojos se pierden en el sutil pliegue de su cuello abierto dejando entrever un busto que se ha ido desarrollando con el paso de estos últimos años. Cuánto ha cambiado esta gryffindor. De ser una sabelotodo, doña perfecta, que siempre vestía impoluta y con todo perfecto, con el flequillo cortado con rectitud y una melena leonada cubriendo su pequeño rostro. Éramos unas simples niñas. Ahora somos mujeres. Mujer contra mujer. Su cuerpo se ha desarrollado bien. Demasiado bien. Tiene buen tipo aunque me cueste reconocerlo. Su melena se ha adaptado formando unas ondulaciones que encajan perfectamente con su cara fina y su mandíbula sutilmente redondeada. Sus ojos marrones destellan seguridad en sí misma. Sus labios... ¿Qué demonios estoy haciendo? ¿Por qué estoy perdiendo el tiempo fijándome en cómo ha cambiado Granger? Mi mente no deja de hablar consigo misma mientra mis ojos se han quedado fijos en sus labios. Hermione se ha dado cuenta y ha dado un paso atrás. No sé por qué exactamente voy a hacer esto, pero seguida por un impulso, como el hechizo que le lancé a Draco y que casi acaba con su vida, me lanzo a por esos labios carnosos y los saboreo notando su suavidad y un rico sabor a menta. Hermione intenta separarse poniendo sus manos sobre mis hombros, tirando hacia atrás, pero yo me aferro a ella como a un clavo ardiendo. Noto como una lágrima me cae por la mejilla de la misma presión que he ejercido sobre mis ojos al cerrarlos con fuerza. Cuando soy consciente de lo que he hecho me separo con brusquedad y doy un paso atrás chocando mi espalda con la pared. Hermione se limpia la boca con la manga de su camisa y me mira estupefacta. Por primera vez soy yo la que no tengo el valor de mirarla a la cara. Acabo de hacer una estupidez y de las grandes.

-Estás borracha -me reprocha antes de marcharse de allí a zancadas.

Cuando me quedo de nuevo sola, arrastro la espalda por toda la pared hasta quedar sentada en el suelo, como lo estaba antes. Me llevo las manos a la cara y trato de averiguar qué me ha llevado a hacer lo que acabo de hacer.

Con la sangre no se juegaWhere stories live. Discover now