33: No puedo dejar que mueras.

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-Layla, cariño.- Sentí un toque en mi mejilla y gemí. Volvieron a tocar mi mejilla moviendo frenéticamente mi rostro. Abrí los ojos viendo los créditos de la película y volví a gemir.

-Te dije que podía dormir mucho.-

-El sofá no es un lugar para dormir, vete a la cama.- Quito su dedo gordo del pie de mi cachete y se levanto estirándose como un gato.

Le saque la lengua al saber que tocó mi cara con sus pies y me talle la mejilla con asco. Me levante también y bese su cachete para después subir las escaleras.

Extrañaba cuando era más pequeña y no tenía que levantarme para ir a la cama, porque papá me cargaba hasta ella.

Bostece como un dinosaurio hambriento y fui al baño para cepillarme los dientes. Cuando termine salí cerrando la puerta a mis espaldas porque me daba miedo mirar hacia ahí cuando estaba oscuro. Mi mente se imaginaba un sin fin de cosas que se ocultaban en la oscuridad.

Saber que alguien quería matarme y que los vampiros existían, no ayudaba en nada.

Parecía una locura, ¿como rayos eso era posible?

Si no eran los vampiros de la película de Inframundo con Theo James, no me gustaban para nada. Pero creo que con Allen podría hacer una excepción.

Mi vista se fue a la ventana abierta y gruñí dirigiéndome hacia ahí para cerrarla. ¿Por que siempre se abría?

-Voy a ponerte cemento para ver si te vuelvas a abrir.- Le dije a la ventana y le puse el seguro. Cerré las cortinas, no sin antes haberme fijado afuera para ver si alguien se encontraba del otro lado, pero no se podía ver nada de por la oscuridad en la que estábamos sumidos.

Me daba miedo está casa, prefería mil veces la de Miami.

-No te molestes, de todas formas lograre entrar entrar.- Escuché su voz y salte en mi lugar y abrí la boca para gritar pero no salió nada de mí. Estaba calmadamente sentado a los pies de la cama mirándome como si no fuera desconcertante tenerlo aquí en mi casa, en mi cuarto, en mi cama.

Golpéenme si no se les ocurre algo indebido con eso.

-¿Es algo típico de vampiros entrar por las ventanas?- Dije cuando recupere mi voz.

-Es más fácil de esa manera.- Me cruce de brazos y ladee la cadera molesta.

-No vuelvas a entrar a mi casa, jamás.- Apreté la mandíbula mientas escupía las palabras.

El arqueo las cejas de una forma tan maquiavélicamente sexy que casi se me paro el corazón. Porque siendo mujer, era lo único que se me podía parar.

-¿O que?- Desafío sin cambiar de expresión. ¿Como se supone que debía responder a eso? No tenía ni la más mínima posibilidad contra un vampiro. No tenía ni siquiera una posibilidad de ganar contra un bebe recién nacido. Así de débil era.

Pero eso no tenía porque saberlo Allen.

-¿Que haces aquí?- Cambie de tema porque no quería pelear con el, menos cuando papá ya se había dormido y no había nadie para salvarme si el decidía que tenía hambre y mi sangre esa deliciosa.

Aún no había olvidado cómo me hablo cuando me bajé de su auto y seguía muy, muy molesta con el.

-¿Que hacías tú hablando con esos dos?- Se levanto de mi cama y dio un pequeño paso hacia mí, y como inercia yo di uno hacia atrás.

-¿De quien rayos ha...- Me congele en plena oración cuando supe que se refería a Alex y Valeri. No tenía que preguntar cómo sabía eso. -¿A ti que te importa con quién hable o no?- Un músculo de su mandíbula se movió por la presión que estaba ejerciendo.

-Olvidas que alguien intenta matare y todos son sospechosos.-

¡Ay, por favor! ¿Quien se podría creer eso?

-En todo caso, si alguien quiere matarme es mi problema.- Se acercó a mí mirando fijamente mis ojos y cada vez que daba un paso hacia mí, yo daba uno hacia atrás. Hasta que la pared se interpuso en mi camino.

No sabía si agradecerle a la pared o hablarle a Miley para que la destroce con su bola de demolición.

¿Acaso se iba a hacer cotidiano que me acorralara de esa manera?

Aunque claro, no me quejaba para nada.

-También es mi maldito problema.- Dijo agachando su cara para quedar casi a la par con la mía. A pesar de que me sentía indefensa, no tenía miedo como imagine que tendría. Puse mis manos en su pecho y lo empuje pero al ver que no se movía las retire enredándolas alrededor de mi.

-¿Por que? ¿Por que es tu problema?- Alcé mi barbilla desafiándole a contestar. Quería presionarlo hasta obligarlo a hablar del beso, más bien de los besos, no podría ser que solo yo haya sentido que se movió la tierra. Él debió de sentí algo.

-Sabes porqué.- La irá se había ido de su expresión y una extraña sensación se instaló en mi estómago de la magnitud de cincuenta elefantes.

-No, en realidad no lo sé.- Moví la vista hacia sus ojos que me miraban captando cada detalle de mi rostro.

Se suponía que yo estaba enojada con él. ¿Que clase de chica sería si dejaba que me besara en los primeros de cambio?

Cerré los ojos para no caer ante la tentación de esos carnosos labios que me llamaban.

-No puedo dejar que mueras.- Susurro y sentí como algo rozaba mi hombro. Solo entonces me percaté de lo que estaba vistiendo.

Aún seguía con la patética pijama y las pantuflas.

Abrí los ojos de golpe y me aparte de su lado más rápido que un rayo. Pase mis manos por mi cabello repetidas veces para parecer más presentable.

-Eso es algo que no se puede evitar, si no muero hoy moriré otro día. Ese es el ciclo de la vida.- Me encogí de hombros.

¿Por que tenía que vestir como un payaso vagabundo cuando el estaba cerca?

-Entonces no habrá ningún problema si te mato ahora.- De un momento a otro estaba mi espalda pegada a su pecho y su boca cerca de mi cuello.

Sonreí divertida y me di la vuelta quedando frente a pecho, porque era muy alto.

-No podrías matarme, no eres un asesino.- Sus ojos se tornaron más fríos de lo que eran, como plata líquida y su expresión cambio a una sombría.

-No me conoces.-

-Tampoco quiero hacerlo.- Mentira, claro que quería. -Buenas noches, Allen.- Me separe de él hasta sentarme en mi cama.

Se quedó donde mismo siguiendo mis movimientos con la vista.

-Solo ten cuidado con esos dos. En realidad, ten cuidado con todos.- Sonreí muriéndome de ternura. ¿En realidad se preocupaba por mí?

-No necesito preocuparme, tú ya lo haces por los dos.- Su comisura derecha apenas se elevó pero el gesto fue suficiente para que mi corazón se derritiera.

Me tomo toda mi fuerza de voluntad no aprovecharme de el, ahora que estaba en mi habitación. Podría encadenarlo en mi cama.

-¿Harás una costumbre entrar por mi ventana?- Se encogió de hombros y su mirada divertida me hizo darme cuenta de que sabía lo que estaba pensando. -¿No te han dicho que eso es muy acosador?-

-Nunca se han dado cuenta.- Camino hasta la ventana abriéndola de par en par pero antes de lanzarse por ella, me miro sobre su hombro. -Te dije que no te hicieras ilusiones.-

Alas y sangre (Editando)Where stories live. Discover now