5.- Los bosques ocultan cosas.

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Cuando las clases acabaron espere en la entrada la camioneta de papá pero venía mas que retrasado. Prendí en celular para checar la hora por doceava vez. Ya había pasado media hora desde que salí y tenía hambre. Alce la vista al cielo con la esperanza de que alguien bajara con un auto y una pizza. Pero las nubes negras tapaban cualquier rastro de un milagro, solo esperaba que no lloviera hasta que estuviera en la comodidad de mi cama bajo las mantas.

Y está demás decir que si estuviera en Miami esto jamás pasaría porque iría sin problemas hasta casa yo sola y no estaría lloviendo en agosto.

El celular sono y vibro en mis manos y sonreí pensando que papa ya iba a venir, así que conteste rápidamente.

-¿Que paso contigo? Estoy esperándote, y mas vale qur traigas comida deliciosa contigo. Solo de esa manera te perdonare.- Camine unas pasos acercandome a la avenida mirando en ambas direcciones hacia donde se iban los estudiantes pero no veia a nadie. Incluso ya solo quedaban unos pocos alumnos por ahí cuando no querían ir a su casa todavía. ¿Quién iba a querer estar a la intemperie con este frío que hace? Esos chicos deben estar locos.

-Estoy atorado en el trabajo, cariño. En quince minutos voy a hacer una operación. ¿Sería mucho pedirte que caminaras?- Me desinfle como un globo cuando escuche esas palabras salir de su boca. Hice una mueca pero no podía hacer nada. No iba a exigirle venir por mi cuando necesitaba salvar una vida. Aunque me gustaba el trabajo de papá, pasaba mucho tiempo sola.

-Si, esta bien. Me hara bien caminar y no te preocupes; mi tercer nombre es orientación, así que encontrare el camino a casa, estoy bastante segura de que se llegar.- Escuhe voces y me puse una mano en el pecho pensando que era otro ataque hasta que me di cuenta de que venían del otro lado de la línea. De todas formas le di un golpecito a mi bolsillo lateral de la mochila consiente de que mis amigos seguían ahí para ayudarme con peleas conmigo misma. Odiaba que mis amigos fueran mis pastillas.

-Lo siento tanto, enserio. Te traeré donas y un chocolate. ¿Está bien? Iré a casa en cuanto pueda.- Me obligue a no suspirar derrotada hasta que le hubiese colgado así que puse mi voz neutral porque era una pésima mentirosa y si la fingía feliz, papá sabía que era una total mentira.

-Tráeme las glaseadas. Te quiero.- Y colgué antes de escuchar su respuesta. Mire de nuevo al cielo fulminándolo y amenazándolo para que no empiece a gotear sobre mi. No quería caminar, no es que fuera una perezosa pero con este frío es lo menos que se me antojaba.

De nuevo mire a ambos lados de la carretera para ver si podía hacer autostop pero no había ni un alma y los chicos aquí no se les veían ganas de volver a sus casas. De todas formas nadie vivía cerca de mi, otra de las desventajas de no estar en Miami.

Obligue a mis piernas a caminar y me subí más la cremallera del suéter apretando las manos contra mi pecho. Un pie delante de otro.

Mis pensamientos divagaron hasta volver a aquel lugar que extrañaba. Cerré los ojos imaginándome el sonido de la playa chocar contra las rocas, las olas romper. Me imagine el sol chocando contra mi piel pero esta se negaba a cambiar de tono, podía sentir entre mis dedos la arena mojada cuando hacía castillos de arena, en mis pies; caliente y agradable. Sonreí cuando sentí una lagrima bajar desde mi ojo derecho y resbalar hasta mi barbilla.

Decir que extrañaba estar allá era una mentira, lo que yo sentía por Miami, por las playas, la escuela, los amigos que tenía, que el hospital de papa no estuviera tan lejos y le fuera más posible regresar a casa; todo lo que yo sentía por esas cosas iba más allá de la simple palabra de 'extrañar'.

Tenía que buscar las conchas y las caracolas para seguir escuchando el mar. Hice una nota metal de eso y abrí los ojos deteniéndome en seco. No había parado de caminar, con los ojos cerrados, cuando estaba pensando y...¿ahora?

Alas y sangre (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora