Capítulo 21: No te expongas.

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POV Adrien.

Vi la hora en mi reloj y solté un suspiro con fastidio.

Debía llegar al restaurante al que padre nos citó en menos de cuatro minutos, y aún no me sentía lo suficientemente fuerte como para afrontar a mi hermano cara a cara.

Con tan solo pensar en verlo a los ojos hacia que mis nervios arrasaran rápidamente todas mis sensaciones.

«Tranquilo Adrien, todo estará bien»

Inspiré el aire lentamente para intentar calmar la consciencia mientras continuaba con mi sendero al restaurante, por las calles de París.

«Relájate, Adrien» me repetí. «Él te perdonará»

Sabía que lo haría, pero eso no le restaba importancia a mi torpe actitud con él.

Fui un imbécil; lo había arruinado todo.

Semanas después de llegar a Italia padre nos anunció que él se quedaría en Francia, dejándome de esta forma al cuidado del internado al que entré.

Tuve la suerte de que mi hermano logrará convencerlo de que me quedara en su apartamento, y no en ese oscuro y húmedo cuarto que debía compartir con el ladrón de calcetines. Desde entonces él cuidó de mi, y me protegió de cualquier decisión que daba mi padre sobre mi futuro...

Soy un imbécil.

Gracias a todos esos años, que vivimos juntos, llegamos a ser bastante cercanos; lo suficiente como para que Félix me confesara todo el sufrimiento que tuvo que soportar con la muerte de mamá.

Creo que nunca había extrañado a mamá de esa forma, era muy chico cuando la enterramos; pero Félix la recordaba perfectamente.
Fue la primera vez que lo vi llorar, y que me dejó abrazarlo.

Me dio su confianza, su dolor y su punto débil; y yo lo usé contra él.

No tengo justificaciones.

Puedo intentar arreglarlo diciendo que me sentía celoso, impotente o que creía que lo que él estaba haciendo no era lo correcto; pero nada justifica el hecho de haberle gritado a la cara que mi madre nunca hubiera estado orgulloso de él.

- ¡Soy un imbécil! - me regañé en un murmuro y una mujer, que caminaba a lado mío, cruzó la calle después de darme una mirada desdeñosa.

¿Porqué le había dicho algo tan feo?
¿Realmente seguía sintiendo algo por Marinette en esos momentos?
No, todo había desaparecido hace años.

¿Entonces por qué tuve que usar a mi difunta madre para restregarlo sobre su actitud frente a Marinnette?

Llegué a la puerta de vidrio con bordes dorados y la abrí con una mano para poder secarme el sudor con la otra.

No podía detenerme, debía seguir caminando hacia la mesa donde podía ver claramente a mi padre sentado junto a Félix mientras comían unos filetes de sus platos.
Ambos mantenían los rostros serios y serenos, al igual que los jugadores de póker.

Mi primer instinto fue dar media vuelta y salir corriendo de ese lugar. Pero obligué a mis piernas a seguir con el camino.

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