Capitulo 2: No bajes la guardia

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Salí de la tienda después de despedirme de Alya y me encaminé a mi antigua escuela.

Tuvimos suerte de encontrar varios modelos hermosos, para el vestido, rápido, por lo que tenía tiempo para llegar caminando con calma.

El modelo que prefirió Alya era uno pegado a su cuerpo que realzaba sus caderas y empequeñecía su cintura.
En cuanto lo eligió tomé mi cuaderno y empecé los bocetos sin que la ayudante se diera cuenta.
Después de todo era muy probable que nos botaran si se daban cuenta de que en realidad no compraríamos ningún vestido.
Yo era la encargada del vestido, al igual que el de las de las damas de honor.
El presupuesto no alcanzaba para comprar un vestido nuevo, así que yo me ofrecí a hacérselo.

Ahora que el boceto ya estaba hecho, sólo faltaba tomar las medidas y empezar su creación.

Suspiré.

Era increíble cómo el tiempo y las personas habían cambiado en los últimos años.

¿Quien hubiera dicho que aquellos chiquillos que pelaban por todo y que se lastimaban tanto en su adolescencia, decidieran llevar su relación a otro nivel?

Era hermoso verlos juntos, trabajando tanto para que todo funcione, para que las separaciones tengan reconciliaciones, para que los errores sean perdonados y para que las peleas sean olvidadas.

Nino amaba a Alya, y Alya a Nino. Y era todo lo que necesitaban.
Ahora la confianza era mutua y no tenían ojos para nadie más.

Reí para mis adentros.

Tal vez era cierto que el amor no podía ser tan malo.
Tal vez Alya tenía razón al decir que necesitaba volver a buscar una relación, una sana. Una relación sin juegos, estrategias, reglas, o mentiras.

Tal vez debía empezar a volver a ser cálida con otras personas. Tal vez debía volver a confiar. Tal vez debía bajar la guardia.

Suspiré al llegar a un gran edificio que se alzaba al frente mío.

Entonces los nervios volvieron y los revoloteos dentro mío comenzaron a incomodar.

Subí la mirada al techo y busqué a Felix, pero no lo vi.

¿Estaba tarde?
Siempre que llegaba él me saludaba desde arriba.

Crucé la calle y corrí hacia la puerta pero pronto una grada apareció de la nada.
Mi pie tropezó y volé por los aires violentamente, esperando a sentir el impacto contra el piso. Pero nunca llegó el dolor; unos brazos fuertes lo evitaron.

-Nada mejor para alegrar mi día que el hecho de que caigas a mis brazos.-dijo coquetamente.

Levanté la mirada y me encontré con un chico alto, rubio, vestido de jean y con su camisa blanca remangada . Al instante sentí los latidos de mi corazón empezar a palpitar velozmente.
Me reincorporé, y calmé mi mente antes de responder.

-¿Caer a tus brazos? ¡Ha! Ya quisieras.

Felix soltó una risita y metió sus manos a sus bolsillo.

-Creí que estarías arriba.-dije acomodando un mechón de cabello detrás de mi oreja.

Normalmente, él siempre llegaba antes y me esperaba sentado en el mismo lugar en el que leíamos en la escuela.

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