1. Bifurcados

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Buenos Aires, Argentina.

Año 2019

—¡Bienvenidos a la tarde de FM Baires 95.7! Mi nombre es Francisco Papalini y los voy a acompañar hasta las doce de la noche. ¡Por fiiiiinnnn bajó la temperatuuuuraaaa! —exclamo, aliviado—. Dieciséis grados en la Ciudad de Buenos Aires, aunque mañana ya sube porque se espera una máxima de treinta y una mínima de veinticinco. Seguimos escuchando buena música, como la que ya está sonando: Hayley Kiyoko, Girls like girls.

Se apaga la luz del cartel de aire y me aparto del micrófono. Antes de que pueda sacarme los auriculares, escucho al operador que me habla desde el control:

—¿Qué te pasa, gordo puto, no saludás? Vení a darme un beso.

Levanto la mirada y encuentro a un chico de barba y pelo enrulado haciéndome gestos desde la cabina de operación. A través del vidrio que nos separa, puedo verlo sentado frente a la consola.

Ricardo no es el único que me dice puto en la radio. De hecho, ya varios compañeros lo hicieron, siempre "en joda". Seguro ya habrán escuchado algo.

Salgo del estudio y voy hasta el control. Obvio que no le doy un beso. No directamente. Richard y yo solo juntamos los cachetes de la cara y hacemos un pequeño ruido a beso con los labios. Es la forma en que nos saludamos en Buenos Aires, sin distinción de género. En algunas provincias de Argentina incluso se dan dos besos. Hablo un rato con él, mientras suena la canción que anuncié.

Soy locutor en FM Baires y AM Metropolitana, las dos radios del gobierno municipal, que transmiten en toda la Capital Federal. Funcionan hace muchísimo tiempo: de hecho, Metropolitana, la que se inauguró primero, cumple noventa años dentro de poco. Los estudios de ambas emisoras están en el mismo pasillo, a pasos de distancia, en un piso alto de un edificio viejo e inmenso, propiedad del Estado.

Casi siempre conduzco en FM Baires. Solo voy a Metropolitana a cubrir cuando falta algún conductor. Los estudios son muy grandes, porque en el pasado venían bandas y cantantes a tocar en vivo.

Entré hace unos meses, después de pasar un casting. Cuando vine a la prueba, estaba muerto de nervios. Había dejado un currículum y un demo hacía años, no podía ceer que me por fin me llamaban.Todavía recuerdo la felicidad que sentí cuando sonó el teléfono y mi jefe me dio la noticia de que me habían elegido. Estuve saltando en el lugar sin parar. Por fin volvía a trabajar en radio. La última vez, hace bastante tiempo, fue en una radio más chica, que pagaba menos. Tuve que dejarla e irme a una oficina porque no me alcanzaba para mantenerme.

Si bien soy un locutor de voz muy grave, eso no me facilitó las cosas. Conducir parece fácil, pero requiere de práctica y entrenamiento. Mis primeros castings fueron horrendos, pero después me fui soltando.

Vuelvo al aire para leer una promo y anunciar un tema musical. Cuando salgo al pasillo y voy hacia la máquina de café, una puntada estalla en mi cabeza. De reojo, veo al fondo del corredor una sombra que cruza de la puerta de las escaleras de emergencia hacia la sala de locutores, pero en cuanto me giro no hay nadie. Qué raro... Me acerco hacia la sala. A esta hora no hay otros conductores. Soy el único del turno noche, porque acaban de jubilarse varios y están buscando reemplazos. Tampoco hay productores... quizás uno del turno tarde vino a buscar algo que se olvidó. Abro la puerta y encuentro un escritorio, un sillón y una fila de casilleros. El lugar está vacío. Me asomo al pasillo y miro de un lado a otro. Termino por encogerme de hombros. Debo estar cansado, por eso veo cosas.

Cierro la puerta con llave y me la guardo en el bolsillo. Antes de irme tengo que dársela a Yolanda, una de las locutoras de la trasnoche. Vuelvo al control, donde Ricardo está comiendo unas galletitas, sentado en la silla giratoria. Veo la consola a sus espaldas, con las luces verdes y rojas, y los faders, botones y luces para controlar lo que sale al aire. Detrás de ella, está el vidrio que nos separa del estudio donde conduzco.

La maldición de mi ex (Te rescataré del Infierno 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora