#54

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—Y eso po. —le terminé de contar mi historia con él Joaquín a la Romi.

—¿Me estay webeando? ¡Si eran mejores amigas! ¿qué chucha la Valeria? ¿y qué chucha él? Le voy a decir a mi hermana que se aleje de ese maricón. —frunció el ceño.

—Mira sinceramente él fue súper buen pololo antes que pasara la hueá de la Valeria, así que no sé... Me sentiría mal si le cago su onda.

—¡Es que no respeta los pololeos po!

—O sea, igual él hueón se arrepintió y me pidió perdón. Pero tampoco fue bacán la hueá que hizo.

—Le voy a decir a mi hermana que ese mino no es pa' ella.

—¡Pero ni se te ocurra decirle que yo te conté! Demás le dirá al Joaquín.

—No tranqui, soy una tumba. Menos mal estai bien con tu mino ahora.

—Sí po, es un amor mi wacho. —me puse la mano en el corazón.

—Yaaaa, la hueona enamorá. Erís tela culiá, pensé que erai pesá pero me equivoqué.

—¿Fuera de huebeo? Yo pensaba lo mismo de ti pero te veíai piolita.

—Eso dicen, no saben na' ahhh. —se rió.

—Las calladitas son las peores. —entrecerré los ojos.

—¡Tshaa, na' que ver! Es que igual soy buena pal huebeo pero me junto con hueones que no son de acá.

—Sí he cachao' que a veces andai terrible sola.

—Sí po, ¿te tinca salir a carretear el viernes? Es en la casa de un amigo, yo te pasaría a buscar obvio.

—¡Ya po! Te dejo mi dirección por WhatsApp.

—¿Tenís mi número?

—Está en el grupo del curso po.

—Cierto, tenís razón. —se rió.

—¿Vamos a la sala?

—Dale. —se paró y me estiró su mano para ayudar a pararme.

{• • •}

—¿Dónde vamos? —saludé al Pablo con un beso.

—A ver las estrellas corazón. —subió y bajo sus cejas.

—Ya poooo, pesao. —le pegué en el brazo despacio.

—De verdad oh. Compré unas entradas para ir a ver una película al aire libre y se verán las estrellas.

—¿Y tú creís que se vean con éste smog? —me burlé.

—La hueona pesá, si igual se ven.

—¡Ya oh! Pero son las cinco. ¿qué haremos en este rato?

—Vamos a tu casa para que te cambies de ropa.

—¿Y tú por qué no llevai el uniforme? —fruncí el ceño.

—Porqu...

—No me digai que hiciste la cimarra Pablo culiao. —me detuve y crucé mis brazos.

—¡Pero dejame terminar po! —se rió.

—Habla...

—Me retiraron porque querían que acompañara a mi hermano al medico.

—Más te vale que sea verdad. —entrecerré los ojos.

—Siempre buen estudiante.

{• • •}

—Llaves culiás, nunca le achunto y eso que he vivido toda mi vida acá...

—Pintalas con algún pinta uña po, desordená.

—Sujeta mi mochila. —se la pasé.

—Tsss, ¿andai con ladrillos en ésta hueá?

—Algo así... —me reí.

—Me sorprende lo chica que es y las hueas que le caben.

—¡Magia! —abrí la reja.

—Magia también que hayas abierto después de veinte minutos.

—Exagerao' fueron como cinco no más.

—Una persona normal se demora con cuea uno. —se rió mientras cerraba la reja.

—Está si me la sé. —abrí la puerta.

—¡Gracias Diosito! —miró al cielo.

—Te voy a echar de mi casa maldito madafaka. —dije cerrando la puerta.

Ya que erís picota.

—Deja mi mochila en el sillón. —caminé hasta mi pieza.

—A sus ordenes majestad. —me alabó con las manos.

—¡Alguien está buscando una patá en la raja! —grité desde mi pieza.

—¡¿Dónde estai?!

—¡En mi pieza, no vengai me estoy cambiando ropa!

—¿¡Y si voy?! —me desafió.

—¡No vengai dije!

—¿Y si entro? —dijo afuera de mi pieza.

—Me voy a enojar Pablo.

—Me gustaría verte enojada. —movió la manilla.

Confié en una maraca.Where stories live. Discover now