#34

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–No.

Él Pablo me miró con cara de trauma.

–No... que lindo que eres, obvio que quiero ser tu polola. —Le dí un beso.

Todos los hueones del restaurant empezaron a aplaudir, me puse roja como tomate.

–Siéntese mi bella novia. —Me acomoda la silla para sentarme.

–Oh, te pasaste, en verdad no me esperaba esto.

–Es la idea po bebé.

–Es que te juro que me encantas. —Le dí la mano.

–Como tú a mí.

–¿Comamos? —Le pregunté.

–Ya po, en volá, si te soy sincero ni siquiera sé que es.

–Mejor po, probamos cosas nuevas.

–Pensé que me ibai a retar.

–Ahora no puedo, estoy muy feliz.

–¡Mamona! Te quiero.

–Yo igual, después de esto yo también te tengo una sorpresa. —Le hice 1313 con las cejas.

Él Pablo abrió los ojos.

–¿Acá?

–Sí po.

–¿No creís que es muy público?

–¿Qué? —Lo miré como ahueoná.

–¿De qué hablai?

–De ir al parque.

–Ah, chucha... ya olvídalo.

Comimos, él Pablo pagó todo, igual me dio penita, yo siempre pago mis hueas, pero el dijo que era una ocasión especial así que él pagaba.

–¿Ahora al parque?

–¡Sí!

–¿Caminando?

–Ay, que erís flojo, queda al lado.

–Lo decía por ti, tú erís la floja acá.

–Me pierdes. —Le entrecerré los ojos.

–Jamás dejaría que eso pasara. —Me dió un beso.

Fue el beso más perfecto que me han dado hueón, si antes estuve con más hueones, éste señores, éste fue el mejor.

–Nunca me habíai dado un beso así.

–¿Pololos? ¿Amigos?

–Ah osea que antes no eran con ganas. —Me crucé de brazos

–Tú y tus conclusiones idiotas, pero me encantan. Toda tú, me encanta.

–Chao, estoy enojá. —Me alejé.

Él Pablo me tomó en brazo y fue corriendo debajo de un árbol.

Me bajó y me tomó la cintura.

–Josefa, me tenís enamorado. -me tomó la mano.

–Ay, ya po, me da vergüenza.

–No me interesa, nunca dejaré de decirte estás cosas.

Lo empujé y me tiró al piso.

–No po, nos vamos a ensuciar. —Alegué.

–Da igual, los momentos contigo son únicos, no dejaré de hacerlo sólo por la ropa.

Me dió un beso y me acarició la cara.

Hueón nunca había sido tan mamón como en este momento, me encanta, me encanta y me encanta.

–Prometo no herirte jamás. —Dijo.

–Prometo lo mismo. —Dije.

–¿En las malas y en las buenas?

–Siempre. —Le dí un beso.

Estábamos moti moti en el pasto cuando de la nada escucho la voz de una personita.

–¡Buena Jose! —Dice él Martín.

Me senté a lo indio.

–Eh, hola —Me reí incómodamente.

–Estay ocupá parece ah.

–Sí, un poco.

Él Pablo me miró.

–Ya no los molesto más. Saludos al Joaco, me dijo que estaban en la buena.

Conchetumare, cagué.

Hueón desubicao.

–Dale.

Él hueón del Martín se fue y él Pablo me miró.

–¿Están en la buena? —Dijo.

Confié en una maraca.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora