Capítulo 26

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El poderoso faro delantero horadó la espesa niebla que cubría la estrecha carretera. Hacía frio y el viento la hizo estremecer a pesar de que llevaba chaqueta y pantalón de cuero. Quizá no era el viento, sino la sensación de saberse desairada cruelmente.

Había insistido en salir de inmediato y su tío no la había detenido, incluso, la había ayudado a cargar en la moto sus pertenencias y le había dado dinero para el viaje. El pobre no pudo ocultar su preocupación ni su congoja.

Pandora sonrió tristemente. Al parecer, todos pensaban que la podían comprar con dinero. Pero no, no podía pensar aquello de su tío que sólo había querido asegurarse de que estaría bien hasta que encontrara otro trabajo.

Sin saber qué rumbo tomar, se había decidido por ir a Londres, pero había sido una tontería porque, al cabo de media hora notó que tenía poca gasolina en el depósito y, a aquellas horas de la madrugada, no encontraría una gasolinera abierta. Todas las que había visto estaban cerradas. Empezó a preocuparse, pero su angustia no se podía comparar con el golpe que había recibido poco antes.

Al llegar a la carretera principal y después de kilómetro y medio, vio las luces de una gasolinera de las que están abiertas toda la noche. Al lado había un café y decidió entrar a tomar algo que la hiciese entrar en calor. Descansaría un poco y esperaría a que amaneciera para empezar a buscar trabajo y alojamiento.

Abrió la puerta y oyó una estruendosa música de rock. La habitación estaba bien iluminada y bastante limpia; contenía mesas y sillas de acero y, como era el único sitio abierto en varios kilómetros a la redonda, estaba lleno de conductores de camiones de carga.

Había un grupo de jóvenes, con chaquetas de cuero, en una de las largas mesas. Eran como ocho y casi todos tenían el pelo largo y llevaban un pendiente en una oreja. Al verlos, Pandora titubeó, pero advirtió que también había varias mujeres. Entró y se dirigió al mostrador para pedir una taza de café.

La llevó a la mesa más alejada de los Angeles del Infierno, una que estaba cerca del tocadiscos. No se quitó el casco para no revelar que era una mujer, aunque los otros estaban tan absortos en la conversación que no lo habrían notado. Pandora intentó calentarse las manos agarrando el tazón. Después de la conversación con Cynthia, que la había hecho marcharse tan precipitadamente de Abbot´s Arbory, se sentía aturdida y aterida.

La música terminó después de un rato y unos chicos se acercaron para elegir otras canciones. Pandora les daba la espalda, sumida en su infelicidad y no hacía caso de lo que hablaban. Sin embargo, al oír "unos dos kilómetros después de Arbory Magna", prestó atención.

- No comprendo por qué no podemos ir ahora -murmuró uno de ellos-. Si tiene una fiesta no se darán cuenta de nuestra incursión a las caballerizas.

- Jess insiste en que esperemos un poco más, hasta que estén borrachos o dormidos. Así no nos oirán y lograremos sacarlos. Corretearemos a sus malditos caballos hasta que se les rompan las patas. Haremos lo mismo con quien se interponga en nuestro camino. ¡ Bien merecido lo tiene ese engreído por habernos denunciado a la policía !

Angustiada, Pandora fijó los ojos en su ya tibio café. Era evidente que se trataba de la misma pandilla que habían detenido en Abbot´s Arbory. Pandora no sabía cómo les habían castigado, pero era obvio que se iban a vengar de James por medio de sus caballos.

Pensó en Greymist, que pronto iba a parir por primera vez, y la sangre se le heló en las venas. No podía permitir que aquello sucediese. ¿ Pero cómo evitarlo ? Pensó en llamar a la policía, pero descartó la idea porque su evidencia era poco válida, no habían cometido ningún delito. La policía los detendría aquella noche pero, en cuanto les soltasen otra vez, ellos volverían a cometer sus fechorías. Lo mejor que podía hacer sería llamar a las caballerizas de Abbot´s Arbory para que estuviesen prevenidos.

Apasionada PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora