Capítulo 7

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Más tarde, ella y Charlie cenaron en la cocina y a la muchacha no le costó mucho trabajo convencerlo de que sacara una botella de vino de la bien surtida bodega del dueño. Aunque su tío comentó que no era de las mejores cosechas, terminó animado por la bebida y la cena que preparó Pandora.

Después se entretuvieron jugando unas partidas de ajedrez y la chica permitió, con suma habilidad, que él ganara tres partidas. Pandora le habló sobre sus estudios y de sus planes para el futuro. Pensaba conseguir un puesto como bibliotecaria.

Charlie, por su lado, le describió la vida en Abbot´s Arbory y como no era locuaz, su sobrina le dejó hablar, a pesar de que no le interesaba conocer el procedimiento para sacar brillo a  los objetos de plata labrada ni enterarse de lo difícil que le resultaba que los jardineros llevasen las legumbres  y la fruta a la casa.

- Será mucho más fácil cuando el ama de llaves, la señora Symons, vuelva. Faltando ella y con Jessop en el hospital ...

- ¿ Jessop ? -inquirió Pandora.

- Es un hombre que ha vivido en East Lodge desde pequeño, ahora es un anciano que sólo se ocupa de la verja y de los pequeños arreglos de la casa.

- ¿ Por qué está en el hospital ?

El rostro de su tío se ensombreció.

- Una noche, unos rufianes entraron en moto en la finca para utilizar el parque como una pista de carreras. Jessop llamó a la policía. Había dos yeguas que estaban preñadas y se sentía muy preocupado por ellas. Trató de detener a los intrusos sin ayuda y uno de aquellos gamberros le arrolló y le rompió una pierna.

- ¡ Con razón sir James se enfadó tanto conmigo ! -exclamó Pandora al recordar el incidente-. ¡ Incluso me apuntó con la escopeta !

- No me sorprende, no le había visto nunca tan furioso como aquella noche. Se enteró horas después e insistió en ir al hospital para cerciorarse del estado de salud de Jessop. Armó un escándalo en la comisaría para que detuviesen a todos los integrantes de la banda.

Charlie hizo una pausa para servirse un poco de vino de la segunda botella y continuó:

- Nada le habría gustado más que aplicar personalmente la ley para dar una buena lección a aquellos rufianes. Y pudo haberlo hecho.

- No lo dudo -dijo la muchacha, recordando los fornidos hombros de sir James y su forma de amenazarla.

Charlie ganó la siguiente partida de ajedrez porque Pandora estaba distraída. Ella no quiso continuar y ayudó a ordenar la cocina antes de irse a su habitación, donde se quitó los zapatos pero no se desvistió.

Se quedó sentada en la cama, con la vista perdida. Por fin se levantó, se puso unos pantalones y un jersey y salió de la casa.

Paseó despacio por los jardines iluminados por la luna y al cabo de un rato se dirigió al lago. Oyó el ulular lejano de un búho y observó la tranquilidad de la noche. Ni un soplo ligero agitaba las hojas de los árboles. La luz de la luna plateaba el agua, que se rizó cuando un pez sacó la cabeza.

Tuvo la sensación de que flotaba sobre la mullida hierba que crecía junta a la orilla del lago. Volvió la vista a la casa de verano y nada ominoso vio en aquel paraje. Incluso a aquella hora, envuelta en una oscuridad completa, excepto una pequeña luz que había a la entrada, la morada parecía hospitalaria.

Le pareció que habría bastado con pedirlo para que las puertas se hubieran abierto, para que las luces se hubieran encendido y para que la música y las risas hubieran invadido las habitaciones ...

El relincho de un caballo la hizo volver a la realidad. Se acercó a un banco de madera que rodeaba el grueso tronco de un viejo roble y se sentó, quedándose con la vista fija en la casa.

Tenía la sensación de que había sido injusta al juzgar al dueño de Abbot´s Arbory, porque era posible que no fuese el tirano que había creído cuando la echó violentamente de la finca al confundirla con un rufián de la banda de los Angeles del Infierno, que habían sido culpables de la hospitalización del anciano.

Había sido una auténtica mala suerte presentarse poco después del incidente. Tendría que volver a valorar a sir James, lo que resultaba problemático porque pertenecía a la rica, noble y poderosa clase social que ella despreciaba. Le convenía que fuese duro y arrogante, aunque no entraba en aquella categoría, ya que se había preocupado por su antiguo empleado.

Si se hubiese tratado de un caballo, el asunto habría sido distinto. Ella pensaba que los poderosos se interesaban más por sus animales que por las personas. Habría preferido no saber que él había tenido razón en amenazarla, porque entonces el papel que ella había decidido representar resultaba injusto y ruin.

Pero se dijo que ya no había manera de echarse atrás, el juego se había iniciado.

Continuó sentada bastante tiempo y no vio las luces del coche que se acercaba a la casa. Pandora apenas lo oyó cuando pasó por la verja de entrada. Al ver el elegante Rolls-Royce gris, comprendió su falta de percepción. James Arbory salió del vehículo, frente a los escalones de la entrada y el conductor prosiguió hasta el garaje.

La muchacha esperó a que sir James entrara para hacer ella lo mismo, un poco después. El se detuvo para encender un cigarrillo y luego se dirigió hacia el lago.

La chica se ocultó lo mejor que pudo detrás del grueso tronco del árbol y sir James volvió a detenerse a unos siete metros de distancia. Apoyó los codos sobre uno de los dos pilares de piedra que se erguían frente a la escalera que desembocaba en el lago, dando la impresión de estar a gusto y de que era un hábito frecuente en él. Pandora recordó que el tío Charlie le había comentado que sir James acostumbraba pasear por la noche.

¿ Qué pensaría al observar la tierra que le pertenecía ? ¿ Estaría disfrutando y alimentando su orgullo de gran terrateniente o estaría pensando que había que segar la hierba y que el lago necesitaba una limpieza ?

Pandora nunca había asociado tareas cotidianas y prosaicas con la nobleza.

James Arbory arrojó la colilla y se irguió. Vestía traje de etiqueta negro y, por algún motivo parecía más alto y fornido. Quizá era un espejismo creado por el claro de luna que le sombreaba el rostro, de manera que daba la impresión de ser peligroso y amenazador.

Pandora pensó que por ningún motivo debía cambiar de opinión en cuanto a él. James Arbory era duro y orgulloso, tal como lo había catalogado desde el principio; dominaba su vida y su ambiente y no lo cambiaría jamás. Era un hombre terrible a quien no se podía engañar con juegos estúpidos.

De pronto, sir James miró hacia el árbol detrás del que Pandora se había escondido y, aunque resultaba imposible, parecía verla con toda claridad.

El hombre pareció titubear un momento; pero enseguida se dio media vuelta y se dirigió con paso decidido hacia la casa.

Apasionada PandoraNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ