Capítulo 13

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Atónita y muda, Pandora miró a sir James. Se sintió atrapada con la pregunta. El esperaba su contestación sin dejar de observarla.

- Bueno, yo ...

No sabía qué decir que resultara convincente y suspiró aliviada cuando el camarero se presentó  para preguntarles si querían algo de postre. James Arbory se reclinó en el asiento y sonrió burlonamente al comprender que la interrupción le había dado un respiro a la chica.

- ¿ Quieres algo más ?

- No, gracias.

- Entonces, mejor es que volvamos ya a casa -dijo, consultando su reloj.

Sir James pagó la cuenta mientras Pandora iba a buscar el abrigo. La muchacha se sentó en el asiento de atrás porque no quería volver a entrar en conversación y él no protestó.

Pandora estaba convencida de que era el tipo de hombre con quien no se podía discutir, ya que sus puntos de vista eran decisivos y la dejaban sintiéndose como una ingenua. Permaneció en silencio, sintiéndose dolida, meditando sobre lo que él le había dicho. De pronto, se dio cuenta de que al discutir tan apasionadamente había olvidado hablar con acento de barrio.

¿ Qué hacer ? Pandora observó la nuca de sir James. El cabello, bien cortado, apenas tocaba el cuello de la camisa.

¿ Por qué no había dicho nada acerca de que ella hubiera aceptado el empleo ? Tenía que haberse dado cuenta de que había algo raro en ella.  ¿ Habría sido porque no había querido desviarse del tema o porque no le había parecido importante ? Además, cabía la posibilidad de que lo supiera de antemano y que no se hubiera sorprendido.

Sintiéndose inquieta por haberse dejado llevar por las circunstancias, se preguntó si sir James hablaría de ello. Concluyó que un hombre como él no lo dejaría caer en el olvido.

En cuanto llegaron a la casa, Pandora le dio las gracias y, bajando del coche, echó a correr hacia la casa con el paquete que contenía su uniforme en las manos. El tío Chalie la miró boquiabierto, mientras le abría la puerta del coche a sir James. Más tarde le preguntó cómo le había ido, pero ella sólo le explicó que había estado dando un paseo por Oxford y no le habló de la invitación a comer en el restaurante. Su tío tenía sus prejuicios y marcaba el límite que existía entre el jefe y sus empleados, así que Pandora prefirió evitarse complicaciones.

Durante la semana, Pandora logró no encontrarse con sir James. Antes de limpiar las habitaciones, se aseguraba de que no estuviese cerca y cuando él volvía a casa, ella subía por la escalera de servicio.

El solía comer fuera, pero ella le preparaba el desayuno y la cena y su tío le servía como de costumbre. Varias veces le envió a la muchacha su agradecimiento por las cenas tan exquisitas que le preparaba.

El tío Charlie le había concedido algunas horas libres por las tardes y ella las aprovechaba para recorrer el jardín y pasear entre las hileras de rododendros, cubiertos de flores rojas, malvas y moradas, o para explorar los alrededores de la casa de verano, a la orilla del lago. Allí pasaba sus horas libres, con un libro abierto entre las manos, aunque no leía. Más bien observaba las libélulas que volaban sobre los lirios.

En una ocasión, contuvo la respiración cuando una garza se lanzó al agua a buscar a su presa.

Más que nada se sentía atraída por las caballerizas. Solía sentarse sobre una cerca para observar cómo retozaban los caballos en los campos. Le fascinaba ver su belleza y su gracia. Todos se habían sorprendido de que el señor Langley le permitiera ayudar a cepillar, bajo su supervisión, a uno o dos de los caballos menos valiosos.

Pandora se había encariñado con los animales, pero su favorito era Greymist, a quien siempre le llevaba terrones de azúcar. La yegua ya la reconocía y la recibía llena de alborozo, frotando su hocico en las manos de Pandora cuando ésta la acariciaba y le daba azúcar.

- Echarás a perder al animal -le dijo Tom Langley un día mientras la observaba, apoyado en la pared-, aunque es evidente que te tiene cariño. Casi siempre se pone nerviosa con la gente, ¿ no es así, encanto ? -levantó la mano para acariciar a la yegua, pero Greymist volvió al interior de la casilla-. ¿ Lo ves ? No quiere reconocerme.

- Quizá se deba a que no le hablas como es debido -dijo Pandora, sonriendo-. A los caballos hay que decirles que son hermosos. Halágalos hasta que logres que coman en tu mano.

- ¿ Ese es el truco ? -inquirió Tom y, mirando el esbelto cuerpo de la joven, añadió-. Entonces,  tendré que halagarte. No me molestaría que comieses en mi mano.

- Olvidas que no soy una yegua -respondió ella, siguiéndole la broma-. No me engañan los halagos.

Cuando iba a salir, Tom apoyó el brazo en la pared y le impidió el paso.

- Halagos o no, eres un bello espécimen -le dijo-. ¿ Aceptas ir al cine conmigo esta noche ?

- Gracias, pero tengo que preparar la cena de sir James -respondió.

- Entonces, ve a la cantina cuando termines -dijo Tom, colocando el otro brazo sobre la pared para atraparla.

Era un chico agradable, pero a Pandora no le gustaba su forma de querer imponerse, portándose avasalladoramente para impresionarla. Abrió la boca para rechazar la invitación, pero Tom aprovechó el momento para darle un beso.

Pandora le estaba empujando cuando oyeron pasos a sus espaldas.

- Pedí que me ensillaran un caballo para las tres de la tarde -dijo una voz que ellos reconocieron enseguida.

Por encima del hombro de Tom, Pandora vio que James Arbory les observaba con desdén.

Tom se apartó de la joven inmediatamente, sintiéndose culpable y Pandora se ruborizó al imaginar lo que sir James estaba pensando.

- Le traeré el caballo en este instante, señor.

Tom fue a buscar la montura y dejó a Pandora con sir James. Sus ojos se encontraron antes de que la chica saliera corriendo. El la llamó por su nombre, pero se hizo la sorda.

No se detuvo hasta llegar a la casa y encontrar en la biblioteca la paz que buscaba. Le faltaba el aliento y estaba agitada. Se dejó caer sobre un cómodo sofá de cuero rojo y observó aquella habitación que había llegado a ser su favorita.

Al parecer, no se usaba demasiado a menudo. Pandora pasaba allí una hora o más, después de que el tío Charlie se había ido a la cama. Hojeaba con sumo cuidado algunas de las ediciones antiguas de obras famosas.

Nada le habría gustado más que llevarse algún libro a su habitación para leerlo, pero no se había atrevido por temor a que se estropeasen. Se conformaba con admirar las ediciones antiguas y con leer los que parecían muy usados y que difícilmente encontraría en alguna biblioteca. A menudo se concentraba tanto que se quedaba leyendo, allí sentada, hasta la madrugada.

En aquel momento no le interesaba la lectura, sólo el apacible ambiente que se respiraba. Se acercó a la ventana con gesto de malhumor. Se sentía enfadada por haberse dejado asustar. Sir James le había hablado severamente a Tom, pero ella no tenía motivos para sentirse culpable. No había hecho nada malo.

Sin embargo, y aunque no acababa de entender por qué, le había molestado la expresión despectiva que había visto en el rostro de sir James y habría querido defenderse, diciendo que ella no se había prestado a la escena que había visto y que únicamente había tratado de empujar a Tom. ¡ Menos mal que no lo había hecho ! ¿ Qué le importaba a James Arbory si ella coqueteaba con Tom o con otro ? Podía mostrarse ceñudo si quería, sin que por eso ella dejara de hacer lo que quería en sus horas libres.

Al recordar lo violentamente que la había tratado el día que se conocieron, comprendió que no podría volver a enfrentarse a aquella amenaza.

Algo que se movía en los prados le llamó la atención y, al fijar la vista, vio que era sir James, que montaba un gran semental negro. Instintivamente, se alejó de la ventana cuando él dirigió los ojos hacia la casa. Era difícil que la viera a aquella distancia, pero Pandora se llevó una mano al cuello, como si le faltara aliento.

Apasionada PandoraDär berättelser lever. Upptäck nu