Capítulo 3

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Observé su rostro con atención percatandome de sus facciones neutrales de aquel momento, analizandolas y procesandolas, era algo nuevo que estaba viendo en Jeon JungKook y finalmente, luego de mi análisis, me detuve en sus ojos. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral al solo tener este contacto, sus ojos ya no demostraban sumisión al igual que siempre, ahora estos ardían en llamas desprendiendo millones de emociones que no pude procesar en aquel momento. JungKook me miraba con desición, analizadome y por primera vez en todo este corto lapso, mostrándome lo intimidante que podía ser.

—Yo, JungKook, yo... —mis palabras no salían y la verdad es que necesitaba unos minutos para poder procesar este repentino cambio de actitud.

JungKook miró la muñeca que tenía en su posesión, luego el suelo y divagó un poco con la mirada, como si estuviera resolviendo algo internamente en ese momento. Desaflojo mi agarre hasta que finalmente me soltó y suspiró.

—¿Es divertido jugar así conmigo? —la voz de JungKook sonó más temblorosa de lo usual.

—No, no es a lo que me refiero, en realidad quiero ayudarte. —intenté buscar su mirada, pero no obtuve nada por su parte.

La respiración de JungKook era irregular y pequeños temblores eran emitidos a través de su cuerpo, tal y como yo en el pasado, tan frágil e indeble. Intenté llevar una de mis manos a su espalda para consolarlo pero me detuve en cuando alzó la mirada y pude divisar al fin sus ojos totalmente cristalizados a punto de desbordarse; dejé mi mano estática y tomando sus lentes JungKook simplemente se fue, sin siquiera darme tiempo para reaccionar.

(...)

Jugué un poco con los cordeles de mi mochila al mismo tiempo que caminaba por el largo pasillo de la institución en la que estudiaba, era un nuevo día y desde ayer había tenido en mente los cristalizados ojos de JungKook, al igual que sus lastimeras palabras y expresiones, se veía tan pequeño, vulnerable y frágil. ¿Así me vería yo en el pasado? ¿tal cuál cómo él? Definitivamente en él veía mi reflejo.

Mi mirada divagó sin rumbo alguno por el pasillo hasta detenerme en el baño de damas, donde inmediatamente miles de recuerdos de las atrocidades que me habían hecho en aquel lugar se hacían presentes, los bravucones sin duda eran cada vez más creativos en ese ámbito. Muy creativos...

Sonreí débilmente, casi con sarcasmo antes de mirar al frente, con la mirada neutra y con esa característica cara de “perro rabioso” que solía adquirir cuando me sentía vulnerable o entristecida, era como un escudo para que nadie se acercara a mi en esos momentos, aunque si pensamos en el pasado, cuando adquirí esta costumbre nadie se hubiera acercado a mi aunque me hubieran visto totalmente ensangrentada y agonizante.

Pasé mi lengua por el interior de mi mejilla, haciendo que esta se abultara antes de desviar la mirada de esta zona y tratar de centrar mi mente en cualquier lado menos en los recuerdos, estaba fracasado con mi propósito, hasta que un choque en mi hombro me hizo salir por completo de mis pensamientos y recuerdos gracias a la cara de pocos amigos de la persona con la que había chocado. Objetivo logrado.

—Lo siento, no estaba mirando por donde iba. —hice una suave reverencia con la cabeza en forma de disculpa para continuar con mi camino, pero una mano se aferró a mi muñeca impediendome seguir con mi camino.

—¿Creés que puedes simplemente irte? —su voz fue profunda y demandante, como si estuviera dando órdenes en cada una de sus palabras.

Levanté la mirada para encontrarme con la del contrario, quién tenía los ojos apagados y su rostro casi inexpresivo, sin mostrar nada en particular. Alcé una ceja sin entender muy bien a lo que se referían sus palabras, pero no tenía intención de entenderlas.

—Ya pedí disculpas. —removí mi muñeca, pero este aumentó su agarre.

—No como deberías. —entonces ambas comisuras se alzaron formando una sonrisa que desprendía altanería.

Miles de recuerdos de situaciones similares a esta invadieron mi mente con tan solo aquella acción. Esa altanería, esa superioridad fingida por parte de quiénes me acosaban en el pasado, simplemente patético.

—¿Quieres qué te bese los jodidos pies? —gruñí de mala gana y solté mi muñeca de un solo tirón.

—No sería una mala idea. —miró con una expresión graciosa su mano al ver que me había liberado de él y luego, se apresuró en volver a tomarla.

Fruncí el ceño, esa sonrisa burlona, definitivamente como en el pasado; definitivamente los bravucones siguen los mismos patrones conductuales y yo no me dejaría volver a pasar a llevar. Sonreí de costado y miré el nuevo agarre que había efectuado en mi muñeca antes de alzar uno de mis pies y darle la patada en las bolas de su vida. Juré que ví estrellas reflejadas en sus ojos en cuando cayó al suelo agarrándose la entrepierna con ambas manos. Había sido un golpe duro y certero.

—Ahora puedes besarme el culo, idiota. —murmuré aquellas palabras con toda la ira contenida que tenía.

Y es que, no podía controlarme, sufrí tantos años de bullying reiterado y tortuoso que hasta la más mínima muestra de volver a agredirme de esa forma me hacia reaccionar. Ya no le tenía miedo a mis agresores como en aquel tiempo, por esta misma reacción solo hacia lo que en algún momento me gustaría haber hecho, por esa misma razón quería ayudar a JungKook a salir de este círculo vicioso que se expande con mortalidad y se vive en toda institución escolar.

Le dí una última mirada al chico que aún seguía en el suelo lamentándose y mirando a mi alrededor, me dí cuenta de la gran escena que habíamos montado. Todos parecían contener la respiración y mirarme con confusión, temor y algunos, admiración. No entendí la razón de aquellas emociones en conjunto, pero me dejaban un mal sabor de boca. Chasquee la lengua y caminé rápido por el pasillo hasta mi salón respectivo de clase.

Editado.

Mi mascota; JJK (en edición) Where stories live. Discover now