SÓLO ES HORA DE DECIR ADIÓS

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~*~

—Lo sabes ¿cierto? —Taemin baja la mirada y ve esa ropa que jamás vio, era nueva. Minho respira hondo—. Sabes que esto... nunca debió ser.

Palabras que le duelen demasiado, palabras que rompen promesas dichas con esos mismos labios, palabras que le juraban la felicidad eterna.

Y ahora no le quedaba nada.

No me dejes. Piensa sintiéndose perdido, sintiendo que sin él no podría seguir viviendo, que sin él sus esperanzas de una vida feliz simplemente terminarían por extinguirse en cualquier segundo.

—¿Qué hice mal? —mira sus ojos y no puede verse en ellos, entendiendo que Minho ya no sentía nada por él. Esa intensidad de la que se enamoró ya no estaba ahí.

—Todo siempre estuvo mal —responde sin dejarse esperar demasiado, sin siquiera pensarlo dos veces—. El amor se acabó, ya no siento nada por ti — palabras ciertas, palabras sinceras—. Debemos separarnos.

Sus ojos se llenan de lágrimas sin poder siquiera evitarlo, esas palabras se las imaginaba, por eso las escuchaba como con eco, repitiéndose miles de veces en su mente que estaba demasiado cansada de tanto darle vueltas al asunto.

Un llanto silencioso y sin expresiones es lo que Minho ve, tan diferente a cuando lloraba cuando algo le dolía o cuando se lastimaba, demasiado diferente. Ve caer sus lágrimas al piso y mierda que el estómago entero se le revuelve, pero aun así se contiene de ir a abrazarle, porque no quería darle más esperanzas.

No debía, porque sería más difícil.

Más de lo que alguna vez pudo imaginar.

No tenía preguntas que hacer, aunque estuviera pensando tanto en que decir o cómo reaccionar ante lo que fuera que escucharía.

Ahora la realidad era demasiado real, demasiado clara y como nunca antes en su vida sabía que no podía hacer nada para cambiarla.

Tonta realidad.

No podía hacer nada para salvar esa relación.

No podía porque Minho no quería.

Porque ya tenía a alguien más que hiciera todo por él y seguramente lo haría muchísimo mejor. Aunque la verdad no siempre todo le salía bien y quizás hasta lo envenenó sin querer por cocinar tan mal.

Debe ser feliz.

Piensa mientras limpia sus lágrimas y se ponía de pie. No rogaría ni nada, no tenía derecho, no tenía nada que ofrecerle para pedirle que se quedase un poco más a su lado.

Nada.

Tan solo ese corazón enamorado, ese amor que llegó a sentir en cada célula de su ser, esas ganas inmensas de querer hacer mejor las cosas para agradarle y tenerle feliz y sonriente. Sólo eso.

Algo que con seguridad no significaba nada para él. Sabía que no era suficiente para él.

—Cogeré algunas cosas.

Es lo único que dice mientras entra en aquel cuarto que lo tortura con cientos de recuerdos cuando empezaban a hacer el amor en cualquier lugar, esa cama donde se veía abrazado a él sintiéndose demasiado feliz al sentir su mano tallando su cintura con cariño y delicadeza, esa almohada que sólo utilizaba Minho porque su torso era su almohada personal, esa rosa seca plastificada en la pared le recuerda a un San Valentín que de la nada apareció con rosas y chocolates, teniendo una velada realmente rosa y cursi, pero que le había gustado tanto.

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