—Oh, por eso solo vas a hacer los exámenes y te regresas —, murmuró Sonia con una media sonrisa. — Creímos que te sentías mal por lo que paso con tu amiga.

Antes de que terminara de hablar su amiga, los demás se dieron cuenta de que había dicho demasiado. A la mención de Viridiana, Lilly apretó los labios hasta casi ponerlos blancos y alejó su mirada de ellos.

Ese movimiento fue suficiente como para que los demás se pusieran de pie y, como si estuvieran coordinados, comenzaran a decir entre ellos.

—Oigan, tengo hambre, ¿Por qué no pedimos una pizza?

—Tú siempre tienes hambre, Lalo.

—Es normal mi querido hermano. Hago mucho ejercicio así que necesito alimentarme, además, todavía estoy creciendo.

—¿Tú? No me vengas. Les creo más a Ignacio y a Sonia eso, que a ti.

—Síguele Monse y te vas a ganar una buena.

Mientras los tres hablaban, Sonia se acercó a la cocina diciendo.

—Voy a robarte un poco de agua, Lilly.

Con un veloz parpadeo, la castaña salió de su sopor y asintió, parando a la chica al tiempo que decía.

—Permíteme. Ahorita les traigo algo de tomar.

—Rayos, paso a tú baño.

Ignacio entró al cubículo y cerró la puerta con algo de fuerza. A pesar de pasar casi frente a ella, esta apenas lo noto. Lilly entró a la cocina dejando a los demás con sus pláticas.

—Oigan, yo creo que mejor nos vamos. Ya le estamos causando molestias a Lilly y ni siquiera pedimos permiso para quedarnos... Queríamos ver si estaba bien y ya comprobamos que sí.

Los susurros de Sonia fueron bien recibidos por la mayoría.

—Oigan, ¿No nos veremos mal si nos vamos tan rápido?

—No creo, Monse. Vela. Se ve que todavía está intentando comprender lo que paso con su amiga.

—Pero...

—Yo apoyó a Lorenzo. Es mejor que nos vayamos —, dijo Ignacio mientras salía del baño. — Seguro que cuando esté bien nos platicara lo que paso.

Con esa decisión, el grupo tomó sus cosas para irse. Antes de que emprendieran la huida, Lilly volvió con varios vasos en una charola. Se los tendió y dijo, mirando sus mochilas sobre sus espaldas.

—¿Ya se van?

—Sí. No pedimos permiso en nuestras casas y seguro ya nos están esperando.

Con las palabras de Lorenzo, la castaña asintió y se fue despidiendo de todos. Cuando se terminaron sus bebidas, todos hicieron fila para salir de la casa, dejando a Monse y Antonio para el final.

—Cuídate mucho, ¿Sí? Y si necesitas ayuda con algo, ya sabes que estamos para lo que necesites.

—Gracias, Monse. Lo tendré en cuenta.

Tras un breve pellizco en las mejillas de Lilly, la muchacha le sonrió y se fue. El grupo ya se estaba alejando de la calle, así que esta apresuró el paso para alcanzarlos. Viéndose sola con Antonio, la chica se puso a jugar con unos hilos que sobresalían de su viejo pantalón.

—Lil.

Nadie le había dicho así nunca. Solo su padre.

Había olvidado aquel diminutivo, y al escucharlo de nuevo no pudo evitar alzar la mirada, topándose con las pupilas castañas de su amigo bien fijas en su persona. Solo la había contemplado un par de veces con esos ojos, y siempre que lo hacía algo dentro de ella vibraba. Como si estuviera agarrando una caja de toques.

Antonio le puso una mano en la cabeza y le revolvió aun más el cabello.

—Al final tuviste que cortártelo —, confusa como estaba, la chica asintió tras varios segundos y dijo.

—Necesitaban curarme las heridas que tenía en la cabeza, así que me dije, "¿Por qué no cambió de peinado? Ya llevo mucho con el mismo".

Ambos rieron por sus palabras.

—¡Toño! ¡Apúrate que ya se nos van todos!

El grito de Monse atrajo la mirada de ambos. El chico le dedicó una media sonrisa a Lilly y señaló el exterior con una cabezada.

—Parece que ya es hora de irme.

—Está bien. En cuanto se dejen de ver los moretones y las marcas, volveré a la escuela.

—Conste.

Antes de irse, Antonio atrajo a Lilly a su regazó y la abrazó con fuerza. La castaña, sorprendida por el gesto, al principio se quedó estática en su lugar. Pasados unos cuantos segundos, le correspondió al tiempo que aspiraba con fuerza su aroma. Siempre le había gustado el olor de las colonias masculinas, pero ahora no tenía suficiente con la de su amigo. Quería que se grabara por completo en su memoria... O por lo menos eso deseo hasta que comprendió lo que estaba haciendo.

"¡¿Qué yo qué?! ¡No puede ser!"

Antes de que la muchacha se pudiera apartar de él, Antonio ya se había alejado y corría por la calle para alcanzar a Monse, dejando a Lilly con una maraña de emociones y pensamientos.

"Oh... No inventes, Lilliana... Antonio... Creo que me gusta Antonio".

En la secundaria ©Where stories live. Discover now