Después de una hora y varias peticiones por parte de Antonio y Monse, la señorita Gutiérrez por fin accedió a darles la dirección de su amiga, con el pretexto de que necesitaban llevarle unos cuantos apuntes para estudiar.

Cuando llegaron a la casa de la muchacha estaban a punto de dar las cuatro.

—Ojala este en su casa —, dijo Lorenzo mientras tocaba a la puerta. — Por eso les dije que primero le hablaran.

—¿Y arriesgarnos a que no nos abra? Ni loca...

Monse se plantó junto al chico y espero a que alguien abriera. Hasta el tercer timbrazo la voz de su amiga se hizo escuchar.

—¡Voy!... ¡No inventes, ma! ¿Otra vez dejaste las llaves de...?

Con el cabello más corto, despeinado, y en una vestimenta sencilla, Lilly abrió la puerta encontrándose con todos sus amigos. Sus mejillas no tardaron en colorearse de un fuerte carmesí, al tiempo que daba un salto para ocultarse tras la madera.

—¡Chicos!... ¿Qué hacen aquí?

—Lo ven. Les dije que estaba bien —. Lorenzo se cruzó de brazos y alzó una ceja. — Lilly, ¿Podrías explicarles el porqué no has ido bien a la escuela? No creo poder soportar más a Monse, si sigue con eso.

La mencionada le dio un golpe en el brazo al muchacho, pero por lo demás no le prestó atención. Todos miraban a la castaña con sendas sonrisas, al tiempo que esperaban a que este dijera algo.

Ceñuda, la castaña posó su vista en Antonio y entrecerró los ojos.

—¿Les dijiste...? Quien lo hubiera creído de ti.

En chico le dedicó una mirada de suficiencia y habló.

—¿Qué esperabas? Faltaste cuatro días a la escuela, y ni siquiera respondías a tu celular.

La chica lanzó un fuerte suspiró y abrió más la puerta, señalando el interior con una cabezada.

—Vamos... Si mi mamá se entera de que los deje afuera, capaz que me cuelga.

Uno a uno, todos pasaron a la casa y se acomodaron en la salita de estar. El último en pasar fue Antonio, que tomó la mano de su amiga y le dio una rápida revisión.

—¿Estás bien?... Eso todavía se te ve feo —, señalo una de las heridas más grandes que le había provocado Viridiana, en la cabeza.

Lilly asintió, tragando con fuerza y bajando la mirada de inmediato. No lo había notado antes, pero el chico ya la pasaba por unos cuantos centímetros.

Con todos acomodados y listos para escucharla, la muchacha tomó asiento en las escaleras y apoyó sus brazos en las piernas.

—Primero, ¿Cómo querían que contestara mi celular si se rompió? —, la mirada de la mayoría estuvo a punto de desorbitarse.

—Wow, no esperaba que hubiera estado tan fuerte la pelea —, dijo Monse.

—No lo fue. El problema es que, cuando llegó Viridiana me sorprendió por detrás y sin querer tire mi mochila. El libro de biología le cayó al teléfono.

De inmediato, un murmullo general inundó el lugar. Aquel enorme tomó había causado problemas a más de uno, sobre todo en cuanto a peso.

—Ok, no tenías tu celular. Ahora, ¿Por qué rayos no has ido bien a clases?

La pregunta de Eduardo fue respondida por una ceja en alto de la castaña.

—¿En serio? ¿Cuáles clases?... Mi mamá fue a hablar con el director y, cuando me vio así dijo que no le parecía prudente que entrara a los semestrales toda mallugada —, Lilly abrió los brazos. — No querían que los demás se hicieran de ideas raras y comenzaran a meterse conmigo, sobre todo porque lo de Erika todavía está muy reciente.

En la secundaria ©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant