Capítulo 33

820 64 8
                                    

           

MICHELLE

Observo el cielo nublado y suspiro.

¿Por qué estas cosas me pasan a mí?

¿Cuándo llegue a convertirme en un monstruo?

- Michelle. – Lis me abraza mientras abrigo mi cuerpo con mi abrigo de lana. – No fue tu culpa.

Niego con mi cabeza y comienzo a sollozar.

- Yo lo mate. – susurro. – Mate a su hijo.

Lis me mira con pena.

- Mate a mi propio hermano.

- ¿Cómo puedes estar tan segura que era el hijo de Daniel? – pregunta y resoplo.

- Su mirada. – es todo lo que digo. – Lo vi en su mirada.

Lis no dice nada más y solo se dedica a mirar un punto en específico del parque.

Anoche, yo simplemente hui de mi propio hogar.

No podía soportar ver a mi padre y entender que él tampoco quería verme.

Daniel Rivaldo se acostó con Cristina Berman.

El acaba de traicionar ese amor que cultivo con Moira.

Y con la peor de las personas.

Las lágrimas salen de mis ojos como cascadas y trato de limpiármelas con mi jersey azul.

- Necesito desaparecer un tiempo, Lis. – susurro y ella abre sus ojos azules.

- ¿Cómo? – pregunta asombrada.

- Necesito un tiempo a solas. – me levanto de la banca y la abrazo. – No me busques.

Lis se levanta y me agarra el brazo, mirándome con suplica.

- No lo hagas. – suelta su agarre y niega con la cabeza. – No me detengas, Lis.

(..)

- Gracias, señora Morgan. – agradezco mientras como de la riquísima comida de la dulce mujer.

Algo en ella, simplemente me recuerda a Martha.

- Te he dicho que me llames Louise, Michelle. – le sonrió y ella ruedo sus ojos.

Saco un fajo de billetes de mi bolsillo y los pongo encima de la pequeña mesa.

Louise los mira confundida y me observa buscando una explicación.

- El pago por mi estadía aquí. – ella toma el dinero y niega con la cabeza, dejándolo en mis manos.

- No lo necesito y no lo quiero. – bufo. – Michelle, no es una molestia tenerte aquí.

- Llevo aquí una semana, es lo menos que puedo hacer.

Louise me ignora y camina hacia la cocina.

- ¡Habrá un pequeña tormenta, niña! – grita desde la cocina. – Ve a buscar los niños, por favor.

- ¡Vale! – grito de vuelta y salgo de la pequeña cabaña.

El amanecer se aprecia desde donde estoy y suspiro.

Hace una semana no veo a mi padre ni a mis amigos.

En mí huida, encontré a Louise cortando un poco de leña en el bosque y me ofrecí a ayudarle.

Ella me ofreció posada por unos días y después de horas de argumentación, termine aceptando.

Controlo el pequeño deseo de sangre que tengo y hasta ahora, no les he hecho daño a los niños ni a ella.

Trato de buscar la esencia de Jonás y Julieta pero no siento nada.

¿Dónde están esos traviesos?

- ¡Jonás! – le nombro en voz alta. – ¡Julieta!

Un grito ahogado se escucha en el bosque y mis sentidos se ponen alerta.

Es Julieta.

- ¡Julieta! – comienzo a correr en dirección al rio. – ¡Julieta!

Cuando llego al rio, me congelo al ver a Jonás en el suelo, ensangrentado.

- ¡No! – grito aterrada.

Corro lo más rápido posible y empujo el lobo con todas mis fuerzas, lanzándolo hacia el rio.

Me arrodillo frente a Jonás y lo tomo en brazos.

Esta respirando.

La noche ha caído y los relámpagos y truenos se empiezan a escuchar.

- ¡Julieta! – grito a todos lados.

Una Julieta empapada sale del rio, gruñendo y abro mis ojos.

No puede ser.

Ella es el lobo.

- Julieta, soy yo. – retrocedo al ver sus ojos amarillos, sujeto a Jonás en mis brazos y me preparo para lo que sea. – Tranquila, cariño.

- Eres una de ellos. – gruñe. – Un vampiro.

Uso su gruñido como una señal para comenzar a correr.

Dios, es solo una niña.

Mis piernas comienzan a avanzar, aun con Jonás en brazos.

Los aullidos no tardan en escucharse y la lluvia comienza a caer.

Identifico que Julieta no está del todo sola.

Hay más lobos.

Resbalo con algo y choco de espaldas con un tronco, gruño por el dolor y cubro a Jonás con mi cuerpo.

Un lobo pelirrojo me enfrenta y mis ojos cambian a un rojo sangre. Mis colmillos salen, al igual que mis garras, sujeto al niño en mi pecho con una mano y con la otra arranco una rama enorme del árbol a mis espaldas. Tiro el tronco y con mi pierna con empujo, lastimando al lobo.

Continúo corriendo, a pesar de la lluvia, y llego a la cabaña en menos de nada.

Observo la puerta y me tenso.

La puerta está destruida.

No, no, no.

Louise.

Observo su cuerpo en el suelo y su mirada perdida.

¿Por qué?

¿Por qué personas inocentes mueren al conocerme?

El pequeño Jonás gime en mi hombro y trato de calmarlo.

Los gruñidos se escuchan a mis espaldas y me doy vuelta.

Mierda, ahora me toca correr.

Correr con todas mis fuerzas.

Para salvar mi propia vida y la de este pequeño.

Almas Gemelas (A.G #1)Where stories live. Discover now