Un sinsetido más.

4 2 0
                                    

La muerte confecciona su túnica con los hilos negros de mi descosido pensamiento. Su guadaña atraviesa mis entrañas, sin matar mi cuerpo, desgarrando mi alma y dejando un fuerte dolor invisible en mi pecho. Es mi corazón que golpea las paredes de la cárcel que soy para poder huir y explotar, para vaciarse por fin del humo negro que lo envuelve y lo contamina. 

El ibuprofeno me sabe a anfetaminas caducadas que solo me producen el efecto de envejeces para que mi edad física esté acorde con la de mi interior. Y es que envejezco cada vez que pienso en los años perdidos y los que perderé. Y cuando me hables de mi muerte, no sabrás si reiré o lloraré.

Porque anhelo la muerte como el niño que espera ansioso la navidad, pero a la vez no quiere que llegue porque cuando llegue, pasará, Pero en la muerte no hay vísperas, ni salas de espera repletas de excitación. Las puertas de la muerte están en la trastienda de la vida, lenta agonía que mata más que el morir. 

Y Dios sabe que muero a cada segundo que respiro, y Dios sabe que no me quiero ir pero que tampoco quiero quedarme, yo sé que Dios sabe todo lo que dentro de mi arde, y dios sabe que yo no se nada de mi. Que soy un punto y a parte.

Anhelo la muerte y odio morir cada día. 

Oh Dios de mis demonios, ¿cuándo me liberarás de mi? ¿Acaso hay diferencia entre vivir y morir? En la muerte no hay consciencia, y sin consciencia no hay nada. ¿Qué más me dará poder o no despertarme mañana? Apiadaos de mi y usad vuestras armas para expulsarme de esta vida a la que nunca fui invitada. 

Odio, ira, agresividad. Eso es mi identidad. Porque odio. Desprecio. Y nunca me importará. El orgullo. El orgullo barniza cada una de mis emociones. ¿Reirme de la muerte? Con ella me descojono de la vida que me retuerce, me rompe y me moldea, como a una goma infinitamente elástica que no se romperá. ¡Lo haré yo! No desesperéis, que el amor no me ha mirado. ¡Lo haré yo! No quedará un trapo sucio sin sacar o lavar, ¡lo haré yo! Limpiaré el mundo de ratas y solo quedará el sol. Apagado. Como la luz de mis ojos, esa que habéis robado a través de una pantalla que se la ha quedado para brillar a mi costa. Es el precio que he pagado por adormecer mis sentidos, y mis pulmones con tabaco.

Y ahora sí. La idiotez se ha disipado, o tal vez me ha eclipsado, pero por rencor a todo y nada voy a joder vuestro teatro. Os arrancaré las máscaras y abriré el telón. Vaya, qué sorpresa, una falsa actuación. Podéis colgaros mil títulos, adoptar cien mil papeles, pero siempre habrá sangre en las paredes, y como respuesta a vuestras patéticas vidas muertas, una interrogación.

Mi rincón oscuro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora