Lluvia.

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La lluvia golpea mi ventana con tanta intensidad como las ideas en mi mente.

Como las gotas de agua en el cristal, fantasías y pensamientos suicidas en mi cerebro se deslizan, humedeciéndolo tanto que mis ojos han empezado a llorar. Llueve, dentro y fuera de mi habitación. Nubes grises nublan mi razón. 

La lluvia es ácida, arde en mis mejillas y se alivia en mi saliva. Mi boca esboza una sonrisa más amarga que las lágrimas.

El agua emborrona el paisaje, como lo hace el alcohol con los recuerdos de este viaje. Pero la tormenta amaina, y solo me queda resaca, que martillea mi cabeza, y un trueno mis sollozos acalla.

Pero no puedo lloras más, pues después de la tormenta siempre sale el sol. Un sol que me ciega y me quema. La almohada mojada, por un rayo mi alma quebrada, y yo mareada por el olor a humedad que mi casa invada.

Salgo al balcón para darme cuenta de que ninguna gota es igual a las demás. Y me fundo con el aire, agua dulce y salada mezcladas, compartiendo la melancolía de haber nacido en lo alto y de a lo más bajo haber caído.

Y como una gota de agua, me confundo con las demás, hasta que me tenga que evaporar.


Mi rincón oscuro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora