Spencer Reid: Odiseo y Penelope.

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Dedicado para @@ElizamisisipixD, espero que te guste. 

Este OS esta situado en el universo de la serie Mentes Criminales.


*En la Odisea, la esposa de Ulises se llama Penelope, así que cuando se menciona en esta historia no se refiere a García, sino al personaje del libro.



Te encontrabas sentada en el jet de la BAU con los pies cruzados debajo del cuerpo, ya estaban de vuelta a casa después de resolver un caso en New Orleans, en tus manos había un ejemplar de La Odisea de Homero, llevabas un par de semanas tratando de terminar de leerlo pero el trabajo era muy absorbente. A veces envidiabas la capacidad de Reid para leer, apostabas que el podría terminar el libro en un par de horas.

—Hola Eliza —hablando del del rey de Roma, Spencer se sentó junto a ti—. ¿Qué lees?

—La Odisea de Homero —respondiste volteando a mirarlo.

—Oh es muy bueno, yo lo leí el otro día —asintió—. ¿Sabias que los super héroes actuales están inspirados en los protagonistas de las epopeyas de la época antigua? 

—¿De verdad? —preguntaste.

—Sí, en todas las obras los autores buscaban exaltar los valores del personaje y así representarlo como el máximo héroe, por ejemplo en la Odisea Ulises es el único que no muere de su tripulación gracias a su carácter de valentía y su gran inteligencia y así es como logra volver a Ítaca aun cuando estuvo perdido por 10 años —explicó y tú le lanzaste una mirada de "¿es enserio?" por el spoiler que acababa de darte.

—Gracias por arruinarme el final —le dijiste sarcástica.

—Ay, lo siento —se disculpó arrugando la nariz.

—No te preocupes —sonreíste cerrando el libro y enfocando toda tu atención en el castaño.

—¿Cuantos libros has leído? —preguntó Reid.

—No lo sé, unos cuantos. No llevo la cuenta —negaste—. ¿Tú si?

—Claro, 1,653,098 en los últimos diez años y treinta y siete días —respondió.

—Por supuesto que llevas la cuenta —reíste—. Bueno pues este es uno de los mejores libros de amor que he leído —añadiste.

—Lamento llevarte la contraria pero las epopeyas no eran historias de amor sino de aventuras.

—Por favor, te concedo esa afirmación sobre la Iliada porque creo que el amor de Helena y Paris era algo muy banal y el príncipe ni siquiera peleó él mismo por su amada, ordenó a otros que lo hicieran, pero no vas a decirme que la Odisea no es una historia de amor —sacudiste la cabeza—. ¿O piensas tú que todo lo que hizo Ulises fue solo por volver a tener el trono de Ítaca?

—¿Y por qué crees tú que lo hizo? —preguntó Spencer.

—¡Por Penelope*! —respondiste—. La tenacidad con la que se aferra a mantenerse con vida para volver con su amada y no se rinde; Me enfrentare a los océanos y navegare frente a sirenas para encontrar mi camino de vuelta a ti.

—Eso tiene sentido ahora que lo pienso —asintió Spencer, sonriendo ligeramente—. El miedo por tu propia vida dejaria de serte útil para seguir en algún punto pero si él deseaba volver a ver a la mujer que amaba en definitiva no se habría dado por vencido.

—Por supuesto.

—Yo haría lo mismo para volver a verte —dijo.

—¿Qué? —preguntaste y él abrió mucho los ojos, probablemente dándose cuenta de que había dicho esas palabras en voz alta.

—Yo... yo... no... —tartamudeó.

—Yo también lo haría para volver a verte —confesaste y Spencer sonrió.

—¿Qué haces niño bonito? —preguntó Morgan sentándose a su lado de pronto.

—Na-nada —respondió Specer volteando a mirar al moreno.

—Apuesto que te aburre con sus datos científicos ¿verdad Eliza? —rió Morgan.

—No, de hecho estábamos discutiendo el argumento de un libro —explicaste—. Y creo que coincidimos.

Miraste a Reid y él volvió a sonreir.

—Muy bien, no se que esta pasando aquí pero creo que mejor me voy —dijo Morgan y en cambio fue a sentarse con JJ.

—Entonces... —habló Spencer aparentemente nervioso—. Tú... ¿quisieras...?

—¡Ya bésala, chico! —gritó Morgan que aparentemente sí había entendido lo que pasaba.

—¡Gracias Morgan! —respondiste, riendo.

—¿Tú crees que fue una orden? —preguntó el castaño con diversión.

—Totalmente —asentiste.

—En ese caso... —sonrió Spencer antes de acercarse y besarte en los labios.

—¡Bien hecho, niño bonito! —volvió a gritar Morgan.







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