Capítulo XXIII || Divinidad.

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La sombra de incredulidad cruzó por su rostro, su ceño fruncido y ojos fijos en mi parecian buscar una grieta en mi resolución.

—No lo dices en serio. 

—¿Eso crees? —dije dando un paso en su dirección.

Alargó su mano y la detuvo peligrosamente cerca de mi mejilla, el calor intenso de su piel alertando cada uno de mis sentidos. Sus ojos negros fijos en los míos, el ónice de su mirada fundiéndose con la mía, en una sola danza de matices negros y blancos.

—Lo haces sólo porque sabes que no podré salvarme. Sabes que si me tocas estaré corroída. Sabes que aún cuando tú seas atrapado por un poco de bondad, yo perderé toda mi pureza.

—Siento que tenga que ser de esta forma.

—No hay ninguna otra. Dime, si estuvieras en mi lugar... ¿Qué harías?

Su expresión se tornó pensativa, su mano a centímetros de mi rostro. Y justo cuando pensé que me destruiría, se alejó. Bajó su mano y se dio media vuelta, su largo y negro cabello, salvaje, ondeando con las olas de calor que su cuerpo emanaba, su espalda enfrentadome.

—Yo no debo conocer esto. No debo preocuparme por ti. Soy un maldito demonio, ¿Qué es lo siguiente? ¿Redención? ¿Salvación? ¿Redimirme ante tú Señor?

—¿Alguna vez tuviste noción alguna de lo que es estar en el paraíso?

—¿Alguna vez estuviste en el infierno?

Sus palabras tocaron una fibra en mi mente que desactivó toda coherencia en mí, todo instinto de preservación. Dio un par de pasos lejos de mí y lo seguí, con mis alas contraídas hacia atrás, mi mano alcanzó su hombro.

Su piel es áspera y se siente como si fuera a romperse en cualquier segundo. Puedo sentir el fuego extenderse por mi antebrazo y continuar subiendo.

Esto es todo.

Rápidamente, se da la vuelta y estrella sus labios contra los míos. Más fuego. Y ahora dolor. Mis alas arden.

Sus labios se mueven lentamente contra los míos y aprisiona mi rostro entre sus manos, sus alas, maltratadas y huesudas, se amoldan a mi alrededor, dejándome sin escapatoria alguna. Atrapa mis quejas de dolor; ardo entre sus brazos.

El olor a carbón se hace cada vez más intenso y siento como quedo descubierta. Mi ropa fue quemada, al igual que mi lealtad.

Escucho mis alas caer al piso y siento como se libera el peso de mi espalda. Estoy siendo liberada de todo. Más allá de un alivio, es un castigo. Fuera de mi labor, no existo. Y es poco el tiempo que tengo con el ser que besa mis labios como si no hubiera un mañana,y, realmente, no lo hay.

Sus manos sueltan mi rostro y empiezan a recorrer mi cuerpo. Es extraño e incómodo. Sentir algo así. Sentir el roce de alguien. Y desear más.

Mis manos se movieron por si solas, yo no sabía lo que hacía. No lo había hecho jamás, no era mi trabajo saberlo.

¿Cuál es el castigo para el ángel traidor que comete adulterio con un demonio?

Lo descubrí cuando me dio la vuelta y me inclinó contra la pared, de un sólo empujón, entró en mi. Mi cuerpo rechazando su contacto, pero anhelando su toque con cada movimiento hacia afuera que realiza. Dicen que es el infierno, sobre todo cuando pierdes la pureza, pero ese dolor es un diminuto precio a pagar por sentirse en el paraíso. En este paraíso.

Tuve sensaciones egoístas, irreconocibles momentos de agonía divina en la que no pude soportar y deje salir de mi suspiros pecaminosos que nunca, en mis millones de años de existencia, había conocido por mi misma, y sólo había visto en almas pecadoras, que sacrifican la salvación eterna por unos minutos de pasión. Sus manos hicieron sonidos secos al estrellarse contra mis glúteos, una y otra vez, podía sentir los trozos carbonizados de mi piel caer al piso. Su cuerpo se hizo dueño del mío y fui tocada por él como nunca antes pensé que lo sería; después de todo, esto es el pecado original en su máximo esplendor.

Jamás respondí la pregunta de Astaroth, pero grite muy alto cuando él hizo lo que dijo que haría.

Un ángel y un demonio, iniciando el armagedón. Incendiando, ambos, el cielo y avivando las llamas del infierno. De este, que es mi propio vívido y álgido infierno.

Un calor infernal se encendió en mi vientre, y entendí lo que había pasado. Su fruto estaba siendo derramado en mi interior.

Esto es el final de todo. No hay nada más para mí cuando él se aleja, dejándome sola, corrompida y ardiendo lentamente por todo espacio de mi cuerpo que pudo tocar.

No hay nada para mi cuando escucho el batir de sus alas alejarse, y su calor me abandona.

Lo único que quedan son los trozos de mi que, carbonizados, caen al suelo sucio y frío de un callejón de Los Angeles, justo antes del amanecer, ese misterioso momento en el que la noche es más oscura y solitaria.

Ahora, soy más que un ángel caído.

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Último capitulo :$ 

*Se funde con la nada* 

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La Apuesta.Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz