Capítulo XXI || Anatema.

74 18 5
                                    

La cercanía suficiente puede hacer cosas increíbles en tú subconsciente.

Sentir el calor que irradia de la piel de Astaroth aun cuando él no esta tocándome, es desesperante. Mis vellos se erizan con antelación, pero nada va a pasar.

La música electrónica es estridente, y los sonidos de personas borrachas y fornicando llena mis oídos. En la calle posterior a un club, la chica pide en gritos silenciosos por la muerte, mientras el hombre, grande, sudoroso, y muy drogado, abusa sexualmente de ella tras un contenedor de basura.

El eco de los pensamientos del hombre se enfocan en las tantas veces que ha hecho esto. Ella no debe tener más de veinticinco años, y ella es la mayor a cualquiera que alguna vez ha tocado.

—Si él no termina con su vida, ella lo hará —Astaroth se agachó cerca del rostro de la chica.

—Sólo eso la separa de la eternidad.

—Yo me suicidaría, ahora mismo con la navaja con la que él la amenazó —rodé los ojos.

—Claro que lo harías, cualquier cosa por terminar en tu liberal infierno...

  —Siendo honesto, si pudiera elegir entre volver al infierno ahora mismo, o quedarme contigo colectando almas —volteó a verme—, te elegiría porque debes saber a cielo.

Un largo silencio se extendió   entre nosotros, solo roto de por el roce del tipo y la chica con cada vez que él se introducía en ella de forma forzosa. Sus palabras, repitiéndose dentro mi cabeza.

Te elegiría porque debes saber a cielo.

La sangre sale en cantidades alarmantes de la garganta rebanada de la chica, y la mirada furtiva del asesino al marcharse pasan a un segundo lugar en mi lista de prioridades. Una vez que hizo mella en mi, no hay forma de ignorarlo.

El lamento lastimero, ferviente, necesitado de salvación, que emana Astaroth, eclipsa cualquier llamado de cualquier simple mortal.

Mi misión es esa: Sacar a Astaroth de su anatema.

Al mismo tiempo, mientras mis manos despegan el alma de un vivo color magenta, desarraigando lo ultimo que podía ser robado de su corteza, fría y sin vida, soy más consciente que nunca de la presencia de Astaroth.

Tan llamativa. Tan cerca.

El alma asciende y me encuentro de pie, sintiendo las manos de Astaroth dibujar el exterior de mis alas sin tocarlas, pero me encuentro lo suficientemente  alerta a cada movimiento del demonio que me acompaña como para hacerlas desplegar con un temblor que deja ver lo amenazada que me siento por su cercanía.

—Sé que has estado pensando lo que te dije —susurró.

Giré mi cabeza para verlo y por un instante, logre ver tras su fachada demoníaca, pude ver los vestigios del ángel que alguna vez fue: Piel tersa color crema, alas llenas de plumas, espeso cabello oscuro, ojos color ámbar, su semblante amable y cálido... La antítesis me golpea y me doy cuenta de algo que ha estado rondándonos desde que nos conocimos: Todo este tiempo él ha querido tocarme. Él ha estado buscando inconscientemente la salvación. Estamos predestinados al cambiar lugares.

Tome una respiración profunda, de resignación.

—¿Cómo vamos a hacer esto? —pregunte, enfrentándome a él por completo.  

Astaroth, en su infinito desinterés por cualquier cosa que no sea él mismo, se encogió de hombros y extendió una mano en mi dirección, dejándola a centímetros de la piel de mi mejilla.

—Déjame tocarte y lo resolvemos.

Mis alas se extendieron, y rápidamente, me alejé de él, saltando hacía atrás. Negando con la cabeza, lo vi fruncir el ceño, luchando en su interior. Mis pies tocaron el cadáver de la chica que no menos de media hora antes estaba viva.

—Tú no me dejarías tocarte —solté antes de alzar el vuelo.

A pesar de mi resolución, no estoy lista para lo que sea que sigue luego de que alguno de los dos toque al otro.

//

Feliz Halloween, y ¡feliz cumpleaños a mi mamá!

Actualizo escuchando Made in the AM y tengo muchos sentimientos encontrados, ¿ok? No me juzguen jaja

Tengan un lindo día.

La Apuesta.Where stories live. Discover now