Capítulo V || Plan de Acción.

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Al final del primer día (y al paso de un par de semanas) me di cuenta de un par de cosas importantes que nunca me dijeron. Como que después de la dicha llega un increíble desasosiego con la pérdida de una vida humana que va destinada al averno.

—No te sientas mal, cosita sexy —Astaroth estaba sentado sobre un contenedor de basura—. Seguro el siguiente lo ganas —y dicho esto se echó a reír, celebrando la última alma que había colectado.

—¿Qué se supone que significa eso? —pregunté, buscando un sitio en el cual sentarme que no estuviera lleno de desechos— Esto es serio. No es un jueguito.

—Claro que lo es, no es el nuestro, pero lo es.

En eso tiene razón.

También me dí cuenta de que si permanecía cerca de él, podría saber hacía dónde iba y cuándo lo hacía. Mi vuelo era más rápido (y ordenado) que el de él, así que llegaba antes y una vez que el arribará al lugar, ya el alma había sido salvada, o yo ya me había asegurado, al menos, de que realmente no entraría al cielo.

Y a él se le veía encantando con que anduviera a su alrededor porque podía aplicar toda su banda de insultos en mi y luego burlarse de mis reacciones.

—¿Por qué no somos amigos? —dijo el demonio, extendiendo su mano en mi dirección— Esta apuesta ridícula no nos concierne...

—Retrocede —solté, extendiendo las alas.

Bajó del contenedor y dio paso al frente.

—¿O qué?

—Atrás —siseé.

Lo máximo que podría hacer es volar lejos, esa es la táctica, aunque también podría solicitar un cambio de cuadrante, pero no le daría el gusto de haberme ganado esta zona. Además, para ser tan repulsivo nos llevabamos sorprendentemente "bien".

—¿Qué harás? —preguntó, desafiante— ¿Llamar a papi para que te defienda?

—Inmundo perro infernal.

Cerró los ojos y sonrió abiertamente. -Escuchar los insultos de los ángeles es lo que me calienta.

—Asqueroso.

—Eso, pequeña, continúa —su mano, sucia y huesuda, se movió por su pelvis y aparté la mirada. El sonido viscoso se oía demasiado cerca para mi gusto y ya me estaba sintiendo más allá de sólo incómoda—. Seguro que te pones cachonda pensando en mí.

—No sé lo que eso significa —respondí, aun si mirarlo y cruzando mis brazos sobre mi pecho—, pero te aseguro que lo único que siento es asco.

Y luego oí como chupaba sus dedos. Era algo que hacía muy a menudo. Decía que podía saborear la vida humana en la punta de sus largas, amarillas y resecas uñas. A lo lejos, sentí el llamado de un alma y enseguida volteé la cabeza en dirección al demonio frente a mí. Sus cejas estaban alzadas y sus alas ya estaban estirándose para emprender vuelo.

Pero mis pies fueron los primeros en despegarse del suelo.

La Apuesta.Where stories live. Discover now