Capítulo X || Alma Redimida.

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La sociedad actual es extraña y contradictoria. Hay cosas perfectamente aceptables y razonables en la mente humana que realmente no son tan perfectas y razonables.

Los abortos, por ejemplo. Si bien es un pecado porque es una nueva vida, las mujeres lo han practicado durante siglos por diferentes razones. Unas porque no pueden tenerlo ya que no tienen formas de mantenerlo con vida, lo cual se considera un poco noble; otras porque la concepción fue arrebatada de ellas por algún agresor sexual y no quieren tener con ellas el recordatorio diario de su infortunio. La mayoría es porque no se sienten listas para traer una persona al mundo.

Todas las razones que dichas personas puedan imaginar son válidas, es un pecado grave, de los peores, pero al final de cuentas, es su decisión, además, le dan al alma la oportunidad de renacer más rápidamente y tener lo que se conoce como "apoyo divino": Que no es más que aquellas personas a las que hacen todo bien y les va increíblemente bien en la vida. Tienen una especie de redención ya que antes de nacer y ver el mundo son expuestas a tal brutalidad.

El hombre hace girar un aparato y la mujer muerde el pedazo de tela entre sus dientes con fuerza, ahogando un grito de dolor. Un par de segundos y se escucha, no para ellos, el grito del alma.

—Ya explotó la bolsa —dice el doctor. Una lágrima se derrama por la mejilla de la chica.

Cualquiera pensaría que es por el dolor, pero puedo escuchar su pensamiento. Está pidiendo perdón. Esta rogando por la comprensión y que su pecado sea perdonado.

El procedimiento continúa y ella sigue ahogando gritos. El alma se eleva y regresa al cielo. La chica está pálida, como si la vida la hubiera abandonado.

—Ahora vamos a aspirar —dice el doctor. Él sólo habla para decirle lo que viene a continuación.

Ella asiente y cierra los ojos. Un aparato de boquilla larga es insertado en su útero y ella muerde fuertemente el trozo de tela. Sus ojos y su nariz se arrugan con su mueca de dolor. Sus manos aprietan fuertemente la tela quirúrgica sobre la que esta acostada. Un quejido escapa de su garganta.

—Hey, silencio —advierte el doctor y continúa.

Ella vuelve a asentir y su respiración se vuelve pesada e irregular. Su boca nunca suelta el trozo de tela.

Intentó sólo ver su rostro. Escenas como estas nunca son agradables. Ella podría morir en cualquier momento y si está genuinamente arrepentida, sería su guía.

Mi mirada se desvía hacía su zona púbica y mi rostro se contrae en una expresión de asco. Esa es demasiada sangre.

El doctor retira todos los implementos y se levanta del asiento bajo en el que se encontraba.

—Listo. No te voy a dar agua porque puedes vomitarla —saca el trozo de tela de entre el agarre dental de la chica—. Quédate recostada un rato para que tu ritmo cardíaco y tu tensión arterial vuelva a su normalidad.

Ella asiente. Sólo hace eso. Asentir resignada a lo que acaba de hacer.

Cuando sus ojos se abren e intenta levantarse, salgo de allí. Ya el alma fue guiada y no tengo más nada que hacer allí.

Vuelo rápidamente hasta el callejón que Astaroth clamó como suyo y no lo encuentro. Mis alas se retraen y siento el calor detrás de mi, con una corriente de aire irregular. Giro mi torso y veo una mujer de piel negra como el carbón, cuerpo curvilíneo y largo cabello negro que ondea con el calor que emana de su ser. Su rostro es largo y simétrico. Sus ojos amarillos y pómulos alzados la hacen ver aterradora pero imposible de apartar la mirada. Su cuerpo va sin una prenda que la cubra. Sus alas son iguales a las de Astaroth. Huesudas y torpes.

En el extremo contrario se escucha un aterrizaje y sé con ciencia cierta que es Astaroth.

—Astartea —dice en un grito, a modo de saludo.

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Me dí cuenta de que realmente nunca hago una nota de autora :o

Así que aquí esta una. ¿Cómo están? ¿Cómo va su viernes? Espero que muy bien.

Abrazos, pizzas y coca-cola para ustedes♡

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