Capítulo IX || De las drogas.

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Debes tener muy buena, o muy mala según se vea, suerte para ser asaltado en el mismo callejón en el que se encuentran los emisarios del bien y el mal. Mientras yo intentaba hacer que el chico alto, delgado hasta los huesos y de ojos inquietos no le hiciera daño a la joven de cabello corto, baja estatura y con sobrepeso. Ese había sido el motivo por el cuál el decidió que sería buena idea asaltar a la chica. Su peso no la dejaría huir fácilmente. Él llevaba puesto unos shorts deportivos viejos y desgastados, con una camiseta que se suponía que había sido amarilla en algún momento y un par de zapatos de correr que hacía mucho tiempo debieron ser reemplazados o arreglados ya que por un costado de uno de ellos se veían los dedos del pie del chico. El largo cabello enredado y grasiento caía a los lado de su rostro. Ella iba vestida con un pantalón de mezclilla, una camisa de mangas largas negra y una zapatillas negras con un pequeño lazo blanco enfrente.

Yo intentaba hacer que el flacucho bajara la oxidada navaja mientras la chica, con ojos llorosos, pedía que él no le hiciera daño.

El muchacho miró alarmado en todas direcciones. Sus ojos abiertos y los pequeños vasos sanguíneos marcándose en sus globos oculares. Sus pupilas dilatadas. Me fije en sus brazos. Venas oscuras y sobresalientes. Marcas de inyecciones. Sacudí la cabeza y solté un profundo suspiro. El chico volteó en mi dirección. Fijamente mirando mi rostro y un profundo ceño apareció en su frente.

-El drogo te mira -Escuché la voz de Astaroth acercarse.

Sin despegar los ojos del tipo, giré un poco mi cabeza en dirección a la voz del demonio.

-¿Cómo es eso posible?

Se rió y se paró al lado del chico. Una sonrisa se extendió por todo su huesudo rostro. Sus dientes amarillos y filosos siendo más amenazadores que antes. Aprovechando la distracción de su atacante, la chica huyó, silenciosamente y siendo lo más rápida que su peso le permitía.

Las sustancias psicotrópicas amplian la visión. Activan sensores que permanecen apagados. Una de las cosas que las drogas hacen es hacernos un poco visibles ante la persona que los use. No nos escuchan, sólo nos ven como una sombra muy clara, aunque pueden distinguir difusamente nuestros rasgos, dependiendo de que tan cerca estemos. Tampoco nos sienten de forma física, somos sólo un par de cúmulos enérgicos con forma. Esa es la razón por la que las personas que estan en el mundo de las drogas salten por ventanas pensando que pueden volar. O que pierdan la cabeza cuando algún demonio hace lo sé que Astaroth quiere hacer.

-Hazte a un lado -ordenó Astaroth, acercándose a mi-. Quiero que este pendejo me vea.

Cuando empecé a protestar porque definitivamente un demonio no es lo más idóneo para la salud mental de una persona llena de drogas, ya Astaroth estaba en el campo de visión del muchacho, quién saltó hacía atrás tanto como pudo físicamente, su rostro pálido y con una expresión de horror. Sus boca estaba abierta y sus cejas muy unidas, en un profundo ceño fruncido que no hacía más que agregarle, por lo menos, diez años más a su semblante. Su cuerpo empezó a temblar.

-¡Qué mierdas! -susurró.

Astaroth alargó su mano, haciendo ademán de querer tocarlo y el chico salió corriendo, tropezando con sus propios pies y callendo a menos de dos metros de donde estaba anteriormente. El demonio empezó a caminar lentamente en su dirección, arrastrando sus mugrientos pies.

-Oye -dije, acercándome a la escena-, basta.

Lo último que quería era perder un alma porque al muchacho le diera un infarto debido al susto.

Astaroth me ignoró y terminó de cerrar la distancia entre el cuerpo tumbado en el piso del chico y él. Con su pie, tocó la delgada y velluda pierna del muchacho.

El grito que llenó el callejón luego de eso, atrapó la atención de un par de transeúntes que corrieron a ver que ocurría.

El chico, entre grito y grito, se arrastraba lejos del toque del demonio.

-Ya fue suficiente -repetí.

Era frustrante no poder tocar al chico y zafarlo de la broma de Astaroth. Era frustrante no poder apartar a Astaroth del chico. Era frustrante no poder hacer nada más allá que esperar que mi presencia, y mi cántico en la mente intoxicada del chico, hicieran su labor y lograran calmarlo lo suficiente.

-¿Qué pasa? -preguntó uno de los hombres que se acercó a ayudar al aterrorizado flacucho. Puso una mano en el hombro de este, causando un estremecimiento en el que estaba en el piso.

-¡Déjame! -gritó el muchacho, refiriéndose a Astaroth, cuyo pie seguía tocando su pierna. Sólo allí, provocando al muchacho.

-Oye -el hombre dijo, haciendo con sus manos que el muchacho volteara a verlo-, calma, ¿Estas bien?

La pierna empezó a tornarse de una tonalidad morada, como muriendo.

-¡ASTAROTH, POR EL AMOR A DIOS, BASTA! -Mis alas se extendieron en mi espalda, mientras mi voz salía más alta de lo que jamás había llegado a ser.

Astaroth volteó a verme inmediatamente. Rápidamente, su cuerpo quedó frente a mi, a unos pocos centímetros. Su rostro ligeramente inclinado hacía un lado, sus ojos fijos en los míos. De un segundo a otro, su mirada bajo por toda mi anatomía, mirándome de arriba a abajo despectivamente. Una vez que hubo completado el ciclo, se marchó, pasando a mi lado casi rozando mis alas.

-Ya pasó todo -dijo el hombre que ayudaba a muchacho-,¿Ya estás calmado?

-Ella hizo que se fuera -me señaló y el hombre giró su cabeza en mi dirección.

-¿Quién? -preguntó.

-La mujer buena. La de las alas.

-No hay nadie allí -respondió el otro hombre, quien se había mantenido en silencio durante todo el rato.

Sin más, me marché. Estaba siendo llamada por otra alma.

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¡Hola bonitos!

Llegamos a los 200 vistos y eso me emociona muchísimo♥

Muchas gracias por tomarse un momento de su tiempo y gastarlo leyendo esta historia, significa más de lo que se imaginan♥

-Mara.

La Apuesta.Where stories live. Discover now