Capítulo 7: Au revoir, mon amour.

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Llevo desde el viernes eludiendo a Pablo. Estamos a jueves.

Le voy evasivas por teléfono o simplemente no contesto a sus llamadas, pero sigue insistiendo. Es obstinado.

Chicos, os daré un consejo, si una tía os contesta las llamadas a monosílabos, os pone excusas para no quedar como “No puedo, tengo que montar un mueble de Ikea” o “Me he apuntado a clases de meditación y me prohíben salir de casa” o “Mi horóscopo dice que no somos compatibles” dejarlo. No es nada personal. Sólo os están dando calabazas amablemente.

Bueno, pues este chico no se entera.

- Señorita Díaz, ha tocado la sirena hace cinco minutos.

Alzo la cabeza con un gruñido y, despidiéndome con un “adiós” bastante soso del profesor de Iluminación, me echo la bandolera al hombro y salgo a toda prisa de la facultad. Últimamente estoy en Babia.

- ¡¿Por qué has tardado tanto?!- oigo gritar a Kira, que espera apoyada contra mi caca-coche.

- Se me fue la olla.

Una sonrisa enigmática curva sus finos labios al sentarse en el asiento del copiloto. No me gusta nada.

- Y de que estés tan distraída no tendrá nada que ver tu querido Alvarito, ¿no?

Sabía que no me iba a gustar.

- No digas tonterías, no le veo desde la semana pasada, no ha venido a clase- bufo, arrancando atropelladamente-, ¡y no es mi querido nada!

- ¡Te encanta!

- ¡Por supuesto que no me encanta!

- Pues el espectáculo que disteis la otra noche decía lo contrario.

- ¡¿Qué espectáculo ni qué espectáculo?!

- Anda, Didi, que lo vimos todas- replica Kira con una risita-, cómo os manoseabais y os devorabais ahí, en medio de la pista.

- No nos…

Callo, algo avergonzada. Joder, aún recuerdo lo que me costó separarme de él, de sus labios sabor a paraíso. Recuerdo también cómo jadeaba cuando el beso terminó, cómo mis manos seguían sobre la piel cálida de su cuello y las suyas sobre mi trasero. Entonces, con un ronco “lo prometido es deuda” dio media vuelta y se largó. Claro, era el trato. Un beso a cambio de desaparecer.

Pero yo me refería a que se fuera por ahí esa noche, en ese momento, no que se largara toda una semana.

No, no le echo de menos.

- Joder…- musito.

- Buah, no sabes lo feliz que me hace que hayas encontrado por fin a ese hombre especial.

Alzo la mirada hacia mi amiga, enarcando una ceja, y dibujo una mueca de desagrado.

- ¿Qué tonterías dices?

- ¡Estáis hechos el uno para el otro!

- No sigas con tus idioteces romanticonas, Kira.- protesto, asqueada.

Aparco en segunda fila frente a su casa en una clara invitación a que deje de decir tonterías y salga. Pero, como adora llevarme la contraria, se gira hacia mí con una media sonrisa de estas encantadoras que hace que parezcas una mala persona.

- Diana, no lo dejes escapar por cabezonería, me oyes, ¿verdad?

- No voy a dejar escapar lo que no tengo.

Con un suspiro agotado, deja un beso en mi mejilla y cierra la puerta tras ella, metiéndose con un levente saltito en su portal. Menudo personaje.

Asquerosamente adulta: la reina de la mala suerte.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora