Observo mi armario con el ceño fruncido.
No me gusta nada.
Sólo tengo ropa de mendiga o de guarrilla.
Me dejo caer sobre la cama con un suspiro.
¡¿Qué coño me pongo para la exposición?!
Van a estar todos mis profesores, y la familia de la peña y... yo qué sé.
Aprieto los dedos contra mi cara.
¡¿Pero desde cuándo me importa la puñetera ropa?!
¡Si siempre me ha dado igual lo que pensaran de mí, joder!
Miro la hora.
Quedan dos horas para tener que salir escopeteada.
Suena mi teléfono y me lo llevo a la oreja sin mirar la pantalla.
- ¿Sí?
- Diana, soy Loretta, oye, ¿dónde vives?
Alzo la ceja derecha.
¿What?
- En... - le digo las señas casi tartamudeando.
- Vale, vamos.
Me cuelga sin decir nada más.
Pero, pero, pero...
¿Vamos? ¿Ha dicho vamos?
¡¿VAMOS QUIÉNES?!
Me levanto de un salto y me dedico a toda leche a "ordenar" un poco todo, por si tiene la estúpida idea de subir a... ¿a qué querría venir ella aquí?
No han pasado ni diez minutos cuando suena la puerta.
...
No quiero.
Sin embargo, mis pies se dirigen hacia el origen del sonido y abro la puerta sin siquiera respirar.
Loretta y Lena entran como dos terremotos.
Ah, joder, ése era el "vamos"...
- Siento el desorden...- murmuro.
- ¡Pero qué dices! Tu casa es una cucada.
En fin.
Voy a fingir que habla en serio.
- ¿Os puedo ayudar en algo?
O, traducido al idioma de la calle: ¿Qué narices hacéis aquí?
- Te traemos un regalo de fin de carrera.- dice Lena con una sonrisa enorme (cómo se nota que es modelo).
- Pero no tenéis que darme ningún reg...
- Cuanto más protestes, más va a insistir ella.
Aprieto los labios para evitar una carcajada, algo de lo que Lore no se corta, provocando una mueca en el angelical rostro de Lena.
- Sólo es un detallito, de verdad, no queremos incomodarte.
Por favor, es que es adorable.
- Venga, dáselo ya- interrumpe Loretta-, que se le va a hacer tarde.
Su cuñada extiende hacia mí una enorme bolsa con un D&G igual de enorme escrito sobre el fondo blanco.
- Pensamos que igual te venía bien...
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Asquerosamente adulta: la reina de la mala suerte.©
RomanceA pesar de sus veintidós años, se sentía estùpidamente inmadura. Vivía en un apartamentucho pequeño y descuidado, trabajaba doscientas horas en un bar de barrio y no podía quitarse de la cabeza... ¡esos estùpidos ojos azules! Le odiaba con todas sus...
