(57)

1.4K 140 45
                                    

SIMÓN

Estaba empezando a recaer, habían pasado veinte días, veinte malditos días desde que había tratado mal a Raphael y no había vuelto a llamar ni a aparecer, veinte días desde que Jonathan no aparecía para matarlo, y veinte días donde se sentía más vacío que nunca, quería correr hasta el hotel y saltar encima de Raphael mientras le pedía perdón y así poder besarlo hasta que sus labios no pudieran más, lo extrañaba más que nunca y todavía las hirientes palabras que le había dicho resonaban en su cabeza.

— Simón—se escuchó detrás de la puerta— sal de ese maldito cuarto ahora mismo.

Estaba encerrado en la pieza desde hace tres día, sin bañarse, sin comer y abrazado a una chaqueta de Raphael, la cual ya debía estar más que sucia por él, pero necesitaba estar así, era como una forma de castigo, si Jonathan no venía debía sufrir con algo.

— Simón sabes que soy un brujo— dijo Magnus— puedo voltear esa puerta si yo mismo quiero.

— ¿Entonces por qué no lo haces?— preguntó Simón.

La puerta se derrumbó y Magnus con la compañía de Alexander entraron a través de ella, llevándose las manos a la nariz por el mal olor.

— ¿Desde cuándo no te bañas Simonsin?— preguntó Magnus.

— ¿Simonsin?— preguntó Simón arqueando sus cejas.

— Apodo ridículo— murmuró Alec.

El menor acurruco su cara en una de las chaqueta con tristeza, Magnus y Alec habían fortalecido su relación, que era previsto, y eso hacía lo sentir de la peor manera al recordar que él estaba solo, que había alejado a su primer amor.

— Antes de hablar— dijo Alec— necesitamos que te bañes.

— No quiero— susurró Simón.

— Claro que si, hueles mal, a basura que fue dejada en reposo por tres días.

— Que me venga a bañar Raphael— susurró de nuevo Simón.

Quería que Raphael volviera a su lado, que si tenían que enfrentar algo lo hicieran juntos, no importa si se está portando egoísta y pone en peligro a su pareja, lo quiere acá.

— Se lo tengo que decir— murmuró Magnus.

— Claro que no— susurró Alec.

Simón alzó la mirada para ver cómo se estaban hablando ¿Qué estaba ocurriendo?

— Debo hacerlo, no puedo verlo así mientras...

— Magnus, no.

— ¿Mientras qué...?— exigió Simón molesto.

Sintió los suspiros de su amigos para ver como Alec bajaba la mirada y se sentaba en el suelo, eso era malo ¿Jonathan había atrapado a Raphael? ¿Raphael estaba muerto? ¡Oh cielos! Sintió que su mundo se paralizó, no podía ser cierto.

— Raphael— dijo Magnus rascando su cuello nervioso—Raphael está haciendo su vida.

— ¿Qué?

Simón se tranquilizó un poco al saber que el mayor estaba bien, pero había quedado confundido con el comentario anterior, no entiende muy bien sobre qué quiso decir.

— Raphael está teniendo sexo con otras personas— dijo Magnus— el está haciendo su vida.

¡¿Qué?!

Sintió como una gran ira subía por todo su cuerpo, ahora quería matarlo, iría y mataría a Raphael por infiel, por monstruo, por no valorar la relación, empezó a llorar de la rabia, no podía hacerle esto, no podía si ellos se amaban, si era su primer amor, si se entregaron por primera vez al otro.

ALEC

— ¿En serio Magnus?— preguntó Alec molesto.

Estaba sentado en el suelo con las manos en su cabeza, se le hacía doloroso escuchar llorar a Simón e insultar, miró cómo Magnus se acercaba al vampiro y lo abrazaba con cariño. A veces Magnus era así, tiraba la bomba para después darte cariño y hacerte sentir mejor.

— Tienes que bañarte, tenemos que irnos de aquí— murmuró Magnus—descubrimos el plan de Jonathan y viene hacia aquí a buscarte.

En una sesión de besos que estaban teniendo le llegó un mensaje de Isabelle con actualización de la investigación del chico Morgenstern y todo daba a concluir que venía detrás de ellos.

— ¡No me bañaré!— gritó Simón enojado— iré y le cortaré el pene a Raphael, lo juro por Ya...

El ojiazul miró aterrorizado al vampiro estaba comenzando a atragantarse y hasta estaba empezando a escupir sangre por tratar de decir esa palabras cual aún no estaba preparado a decir.

—Simón listo—ordenó Alec—te estás lastimando.

—Cortaré las bolas de Raphael—dijo Simón escupiendo sangre— aunque sea lo último que haga, ¡Lo juro por Yahvé!

Para ver como Simón caía de rodillas temblando de la furia, a veces sus emociones y sus acciones sorprendían a la mayoría, escuchó una pequeña risa del brujo.

— Vamos báñate Simón—dijo Magnus— y yo mismo cuando acabé esto te llevaré con Raphael para que puedas matar a su amiguito.

Vio como el menor asentía y se paraba para ir a la dirección del baño cerrando la puerta detrás de él y poder higienizarse.

— Si lo va a hacer, va a cortar el arma sexual de Raphael.

Magnus acomodó su ropa mientras se levantaba del suelo para mirar a Alexander que aún parecía molesto.

— Seguro, culpa de tu gran e insensible boca.

— Dime si no es cierto, Simón está aquí llorando como un niño pequeño—señaló Magnus al baño—mientras nuestro Raphael está haciendo las suyas con los polluelos.

Alec se acercó con rapidez hacía Magnus y le tapó la boca porque lo que menos quería es que Simón se enterará que Raphael se estaba metiendo con los polluelos como lo hizo con él.

— Ni pienses decirle eso a Simón, si no yo te mataré por eso.

El ojiazul miró la puerta, esperando, pero al sentir cómo las manos de Magnus se aferraban a su camisa volvió su vista al brujo para verle sonreír.

— Contigo mi pequeño garbancito— dijo Magnus— lo único que quiero es que me mate a besos.

Alec empezó a reír, Magnus sabía cómo sacarle una risa y hacer el ambiente menos tenso.

— ¿Sabes qué pienso?— preguntó Magnus.

— ¿Qué?

— Que estoy enamorado.

Alec se avergonzó a tal confección, se acercó a él para así poder besarlo y que no sintiera que no correspondía al sentimiento, cuando...

— ¿En serio acá en mi habitación?

Simón estaba saliendo del baño, haciendo que el ojiazul empezará a reír, era inevitable ¿Qué le había hecho este brujo para romper sus barreras? No lo sabía, pero se sentía tan bien.

— Lo sentimos— se disculpó Magnus— no tardes mucho.

El vampiro asintió, la pareja salió de la habitación, Alec tenía que protegerlo, estaba confirmado que Jonathan lo quería a él ¿Pero para qué?

— Lo quiero a Simón—dijo Magnus una vez fuera de la habitación— pero ¿Por qué siempre no interrumpe?

El ojiazul no pudo evitar reír porque era cierto.

Tú, mi maldita perdición ||Malec & Saphael|| (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora