Capítulo 82: Una mala noche

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Liam nunca había conducido tan rápido. Sólo esperaba que no le detuviesen por exceso de velocidad o algo semejante.

Louis no debía estar lejos del low cost dónde le había dejado. Por Dios esperaba que no estuviese en otro lugar.

Cerca de ese parking había al menos tres hoteles. Comenzó a preguntar en uno, pero no se había registrado nadie que cuadrase con la descripción de Louis.



Harry bufó. Gemma le miró.

-¿Qué te pasa?

-Todos buscando a Louis y yo aquí, como si fuese un niño pequeño.

-Estás embarazado, es de noche y están buscando en sitios en los que mejor no vas.

-Pero todos están haciendo algo juntos y mientras ellos rescatan a Louis yo estoy en casa.

-¿Rescatar? Eres Harry Styles, no el jodido Harry Potter.

-Estás un poco irritable, Gemma.

-Estoy guardando reposo. No puedo hacer nada, tengo náuseas, y desde luego no puedo hacer nada sexual con Zayn.

-Gracias por poner esa imagen en mi cabeza.

-No puedo con el mal humor.

-El helado de chocolate con menta ayuda.

-No tengo de eso.

-Deberías probarlo. Sé de lo que hablo. A veces me siento tan emotivo que siento que podría estallar y de paso matar a Niall.

-Le enviaré un mensaje a Zayn. Que me traiga ese helado.

-Yo le enviaré otro a Niall.



Liam se apoyó contra el mostrador del segundo hotel. Y logró lo esperado. Louis Paylinson se había registrado horas antes.

-Necesito entrar a su habitación –sacó un billete grande y se la dio a la recepcionista –es una sorpresa.



Louis sintió un ruido. Le parecía que había sido la puerta, pero no estaba seguro. Se sentía muy raro. Más que otras veces. Como si su cuerpo no fuese su cuerpo.

-¡Louis! Amor...

Sonrió. Era Liam. Era Liam, mirándole, tocándole la cara.

-Louis, ¿qué ha pasado?

-Creo que no debí tomar todo eso.

-¿Qué has tomado, cariño?

Louis se encogió de hombros. Liam le tocó la cara.

-Todo.

Liam dirigió la mirada a la mesita. Había restos de polvo blanco y un paquete de plástico vacío. En el suelo había una botella de tequila a medias.

-Necesito que me digas qué...

-Liam, me va muy rápido el corazón...

Liam le colocó la mano sobre el pecho. Trató de sacar el teléfono con una mano sin quitar sus ojos de la cara de Louis.

-Respira despacio.

-Es que me cuesta... Tomé dos tranquilizantes, eso solía ayudar... Pero esta vez no...

-Dios mío, Louis...

Liam sacó el teléfono y marcó muy deprisa el teléfono de emergencias. La respiración de Louis era rápida y superficial.

-Estoy sangrando... –dijo Louis llevándose la mano a la nariz.

-Tranquilo, muy pronto te vas a sentir bien.

Louis se cayó contra él. Liam le levantó la cara.

-Louis, mírame y háblame...



Niall y Zayn entraron en la casa de éste. Liam les había enviado un mensaje para tranquilizarlos diciendo que sabía dónde estaba Louis y que pronto estaría con él.

Zayn le mostró a Gemma el bote de helado.

-¿Éste, cariño?

-¡Sí! Harry dice que ayuda con el mal humor.

-Bueno, lo necesitas.

Gemma le dirigió una mirada venenosa. Zayn se sentó a su lado.

-Quiero decir... Estás muy irritable...

Niall y Harry se miraron.

-Yo no haría eso...  –dijo Niall en voz baja.

Gemma abrió el helado y se metió una cucharada grande en la boca.

-Harry tiene razón. Ésto ayuda.

Niall dejó salir despacio el aire retenido. Conocía a los Styles y...

-Ayuda metértelo ahí –dijo Gemma metiendo una cucharada grande de helado dentro de los jeans de Zayn.

Niall se dio la vuelta. Que no lo vieran reír, que no le vieran... Zayn estaba chillando mientras trataba de retirarse el helado de la entrepierna.

Gemma le miraba satisfecha y Harry se reía sin parar.

El teléfono de Niall sonó.



Liam trató de aguantar el llanto.

-Niall, lo he encontrado. Pero... No está bien.

-¿Liam?

-Acaban de entrar los de emergencias... No puedo hablar.



Liam tenía sujeta la mano de Louis, pero éste no tenía fuerza apenas. Sólo había llamado a Niall para avisarlo pero no podía pararse a llamar a nadie más.

Los paramédicos estaban atendiendo a Louis y le hacían preguntas a él que no sabía responder acerca de qué había consumido, cuánto, en cuánto tiempo, cual era su consumo habitual, y se sentía el más inútil del mundo.

Él le había dejado sólo y no sólo eso.

No se había parado a escucharlo y saber qué era lo que lo atormentaba y ahora ni siquiera sabía responder unas simples preguntas.

Unas preguntas que podrían significar la diferencia entre que viviera o no.

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