17 . Un salto del nivel de grandes aventureros

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— ¿Cuántas horas estuve desmayada? —pregunté.

—Solo fueron unos minutos.

Ellos siguieron discutiendo por los segundos. No era lo que había sentido, de hecho hasta descansada me sentía. Primero el niño, luego Vickie y su madre, esos tuvieron que ser minutos muy largos, pensé.

La cabeza de la serpiente se hizo notoria por el cambio de tamaño que hasta yo notaba.

—Estamos alcanzando la cabeza —les dije.

— ¿Puedes ver?

— ¿Hasta ahorita lo notas? —solté—. Creí que ya lo sabías Nahil.

—Pues la verdad creí que a cualquier momento caeríamos —rio aliviada.

Nos sentamos a esperar que la serpiente cruzara la salida, ya que no podíamos seguir caminando. Los chicos aprovecharon para dormir, quedé de avisarles antes de llegar sin saber exactamente cómo lo sabría. A mi alrededor solo la oscuridad se extendía, me preguntaba qué habría más allá de lo que alcanzaba a ver.

Y mis pensamientos volvieron a Ixchel, ¿por qué esa diosa en específico era mi madre? No tenía gracia que Kinich Ahau aceptara mi vida, ¿qué se suponía que estaba haciendo? ¿Tratando que yo pagara la infidelidad de mi madre? Pero yo no tenía culpa, ni mi padre. Él solo había caído ante los encantos de una diosa que luego lo dejó abandonado con una niña que mantener.

— ¿Por qué nunca fuiste a verme?

Era consciente de que no podría escucharme, pero eso seguía resintiéndome. Papá siempre me decía que no la odiara porque nos abandonó. Lo cual era muy imposible cuando yo veía lo mucho que trabajaba para que yo pudiera tener todo cuanto necesitara.

Y ella nunca dio muestras de su existencia.

Y cuando me enteraba de su identidad, la vida de Vickie dependía de que la encontrara. Un incesante latido se escuchó cerca. Temía que fuera la salida, así que sacudí a los chicos que enseguida se pusieron en pie. Bueno, Nahil luego de decir: mamá ya te dije que ni novio tengo. Lo que me causó mucha gracia, despertó.

— ¿La ves ya? —dijo Nahil.

— ¿Qué cosa? —pregunté confundida.

—La salida —bufó con reproche.

Yunuen sonreía, como si fuéramos espectáculo. Una luz invadió mi campo visual, era la salida. El piso ya se veía liso como lo recordaba.

— ¡Salten! —chillé contenta.

Los tomé del brazo y técnicamente los arrastré fuera de la serpiente. Caímos al duro piso, con un golpe sonoro. Las costillas y el brazo izquierdo me dolían a horrores. Yunuen se sacudió el polvo, ¿de dónde podía venir el polvo? Nahil me tendió la mano y me ayudó a levantarme.

Caminamos a la puerta y miré con atención el resto de la casa oscura, no muy lejos se notaba la entrada. Estúpida serpiente, pensé. Nos había hecho perder valioso tiempo. Pero lo importante era que ya íbamos en marcha y debía ser positiva, no me quedaba de otra.

Crucé antes que los chicos, no quería que volviera a pasarme lo de antes, ir a lugar diferente. Pero tarde pensé que los chicos podían ir a un sitio distinto, por suerte no fue así. Después de otra dura caída y más partes del cuerpo dolientes, llegamos a un bosque. No tenía idea de donde estábamos, pero el lugar era precioso. Los árboles se mecían y yo jamás había visto tanto verde junto.

A lo lejos se escuchaba el ruido del agua en movimiento. No lo entendía bien porque no era una caída sino más como un fluir.

—Hay agua cerca —sonrió Nahil—. Y el bosque me ayudará a reponerme.

—Hay que buscar un sitio donde pasar la noche antes de entrar a la próxima casa. Si tenemos suerte podremos rodear alguna.

—Primero hay que buscar al niño —solté—. No podemos dejarlo solo.

—Bien, si no cayó a la segunda casa contigo, cayó aquí —murmuró Yunuen. Poco después de que despertara de mi desmayo se los había contado. Estaban al tanto del niño que buscaba a su padre.

—Dentro de veinte minutos nos reunimos aquí, no debe ir lejos —dije.

—Bien —contestaron al unísono.

Caminé por un sendero decidida a encontrarlo. Podía ser fuerte y muy listo, pero no dejaba de ser un niño. Y los niños merecían no tener que preocuparse por sus vidas, ellos solo debían dedicarse a ser felices.

También debía admitir que algo en él me había tocado el corazón. Verlo así de indefenso me partía el alma.

Lo busqué durante los veinte minutos y luego regresé al lugar donde los chicos ya me esperaban.

—Talvés se marchó ya a buscar donde quedarse, si sabía todo eso sobre la casa oscura, seguro sepa dónde y cuándo debe entrar a la siguiente —dijo Nahil dándome ánimos.

—Seguro —murmuré.

—Vayamos ya al agua, debo reponerme —dijo Yunuen.

—Entonces ve al agua pececito —solté.

Lo empujé de los hombros para que avanzáramos, Nahil nos siguió de cerca y muy feliz. Al ser hija del dios de los bosques, imaginaba que se sentía muy a gusto allí. Yunuen también con el rio. Esperaba encontrarme mejor cuando la noche terminara de caer.

Un chirrido espantoso de un ave nos detuvo de golpe. Era paralizante y estaba acercándose, me puse en frente de los chicos como acto reflejo, porque a pesar de que siempre me creí valiente, aquella cosa sonaba más grande que un toro. Empuñé mi lanza, no conseguía del todo aprender a utilizarla, pero mientras defendiera mi vida y la de los chicos, bien.

El sonido se detuvo luego de uno peor. Como cuando tienes un trago atorado en la garganta y al fin logras pasarlo. Volteé a todos lados, no sabía de dónde provenía el sonido.

Los árboles se apartaron del camino a medida algo grande avanzaba. Nahil palideció mirando la destrucción que le estaban provocando a la naturaleza. Una criatura enorme y altísima nos dirigió una mirada hambrienta.

El llamado de la diosa muertaWhere stories live. Discover now