15. Nos convertimos en el señor de los helados

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La respiración se me atoro en el pecho. No teníamos una semana para llegar con Vickie. Si al menos eran cuatro días o si no, no solo ella estaba en peligro, el mundo entero estaba en nuestras manos.

— ¿Qué pasó?

—Pues la luna se acercó más de lo común y no pudo controlarse, estábamos de vacaciones en Roatán. Recuerdo que se sumergió en el mar y para cuando volvió, nos traía recuerdos de Puerto Rico.

En silencio rogué que eso no pasara. Pero qué podía hacer.

— ¿Hay alguna manera de hacer que vuelva?

—Pues no sé, creí que podrías controlar la distancia a la luna para que las mareas vuelvan a su lugar.

Cerré mis ojos intentando hacer algo, no entendía que debía hacer, pero debía al menos intentarlo. Hubo un cosquilleo en la parte trasera de mi cuello. Sentía un poder manando del cielo, estire mi mano y la puse sobre la arena. Era un fluir natural de mi cuerpo respondiendo al llamado.

Mis dedos se deslizaron con suavidad sobre la arena, cuando abrí los ojos descubrí una inscripción de la diosa Ixchel dibujada.

Las ráfagas se calmaron y la luna estaba justo en el centro, se veía más grande que de costumbre, y las aguas ya no se mecían mucho. La sensación de miedo se fue calmando poco a poco, mientras me recostaba en el suelo para ver como su imagen se alejaba.

Nahil miraba la luna boquiabierta, se volteó y vio la inscripción del suelo, y si creía que ya no podría abrir más la boca, eso se convirtió en una "o" bien redonda. Se sentó a mi lado con una cara de curiosidad.

— ¿Cómo lo hiciste?

—No sé, solo lo sentí.

—Nunca conocí a alguien tan poderoso —comentó riendo—. El único del que escuché fue un hijo de Itzamná, pero él volvió a su casa antes de que yo llegara.

—No sabía que él tuviera más hijos, ¿es un dios?

—No, su madre es humana. Él solo tiene tres hijos dioses...

— ¿Qué es eso? —interrumpí señalando un punto en el mar.

Una mancha oscura, se acercaba a la orilla. Esperaba que fuera Yunuen, crucé los dedos y a medida que la figura se acercaba, empecé a ver otra figura detrás de él. Un enorme tentáculo salió del agua y golpeó a Yunuen enviándolo con fuerza a la orilla. Salió casi de inmediato corriendo hacia nosotras.

—Corran.

Medio nos tomó de las manos para salir corriendo. El animal soltó un sonido ahogado, sí, muy irónico que fuera una criatura de mar. Se sumergió en la inmensidad de agua y nosotros bajamos la velocidad.

—Hay que recordar nunca nadar en este sitio. Un cartel sería lo más conveniente.

— ¿Qué era esa cosa? —pregunté.

—Era un Ahuitzotl, son la peor pesadilla de los marineros.

Caminó hasta el frente de la puerta donde se detuvo unos segundos. Nos observó en silencio para luego lanzarnos una mirada de confusión.

— ¿Qué fue lo que pasó?

—Pasó, Yunuen, que por poco crean un tsunami —gruñó Nahil.

— ¿Cómo?

—Los poderes de Itzel volvieron a aparecer, hizo que la luna se acerque a la tierra provocando esto, y temo que no haya sido lo único.

Las palmeras se mecían al ritmo de un viento que aún no se calmaba, y las olas se mecían con suavidad llegando a la arena. Yunuen tardó unos minutos en recuperar su color.

El llamado de la diosa muertaWhere stories live. Discover now