9 . ¡Celebración de Hallowen en toda regla!

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Los túneles se extendieron por largas horas. Creía que jamás lograría llegar, Yunuen no se despegó de mi lado mientras Charly nos dirigía a través de la oscuridad con su linterna. Se escuchaba el golpeteo de pequeñas gotas de agua que se colaban de la superficie. Y las ratas corrían por los callejones que se separaban del túnel.

—Voy a hablar con quien hizo esto. Es de lo más tétrico —dije olisqueando el olor a difunto que desprendían las paredes.

—Pues estaba en el cementerio. Solo que no creo que vaya a responderte —mustió Yunuen con una sonrisa irónica.

—Cierto. ¿Qué tan antiguos son estos túneles?

—Se construyeron alrededor del año 354 d.C. Así que son... —miró hacia arriba durante menos de un segundo—. Mil seiscientos sesenta y un años.

— ¿Que tanto falta para llegar?

Pero ninguno me contesto, y realmente no fue necesario. Ante nosotros se encontraba una reja enorme, decorada con detalles verdes, dorados y rojos. Las inscripciones relucían y los dibujos de los dioses eran muy grandes. Frente a esta, una señora regañaba a un chico, su frente estaba perlada de sudor. Nos quedó viendo con frustración y el chico aprovecho la oportunidad para irse por otro pasillo.

— ¿Quién es la chica? —dijo la señora mirándome con desagrado.

—Es una hija, aun no se de quien —murmuro Charly.

—Sabes que no puedes traer aquí a los chicos que te encuentres por ahí solo porque son hijos, creí que te quedo claro la última vez Xareni.

—Creo que es hija de una fuerza poderosa y creo que me confundí cuando me mandaron a buscar la chica de la profecía.

— ¿Que profecía? —murmuré confusa. Charly me mando una mirada de cállate.

—No sabe nada de nosotros y ahora tendremos que consagrarla para evitar que confiese el secreto —gruñó la mujer.

—Eso no será necesario, ella sacrificó su vida a Kinich Ahau.

— ¿Cómo lo sabes? —dije confusa.

—La marca en tu mano —contestó.

Observé mi mano, la línea que me había cortado, tenía un símbolo de Kinich Ahau sobre él. No lo había notado antes porque la herida ya no me dolía y no vi la necesidad de vendarla. La empuñe con fuerza y repetí la pregunta, pero ni aun así Charly quiso contestarme. Yunuen me miró con seriedad discrepante con su alegre sonrisa a la que ya me había acostumbrado.

—No le apliques las pruebas —rogó Charly—. Creo que no tenemos tiempo para ello. Es de vital importancia que hablemos con el sacerdote Izamal.

—Pasen, pero si hay problemas, yo no estuve aquí —gruñó.

La señora tocó un glifo de la pared de al lado y la reja se abrió con un chirrido molesto. Dentro, una mini ciudad revestida de plantas y con varios templos y casas de extraña forma. Pero en cada una resaltaban las mismas inscripciones que había visto en la casa del subterráneo. Deseaba con todas mis fuerzas entenderlas y hablarlas, una parte de mí, me decía que en futuro serían necesarias y hubiera querido equivocarme.

Mucha gente saludaba a Yunuen, que divertido decía que el escorpión estaba de descanso. No entendía muy bien la referencia hasta que recordé que a su moto taxi lo adornaba un escorpión. Era el único que había visto con ese símbolo, los demás solo eran rojos o blancos.

—Estoy a punto de deprimirme —susurré.

El hecho de que hubiera un techo sobre las casas a seis metros de distancia hacia que hubiera poca luz. Y comenzaba a sentirme claustrofóbica, ¿o era los nervios de ver a un sacerdote que parecía el más poderoso del lugar? Cualquiera que fuera el motivo, mis manos estaban pálidas, no podía ver mi rostro, pero imaginaba que estaría del mismo color.

El llamado de la diosa muertaWhere stories live. Discover now