16 . Una visita, un niño y la muerte cercana

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— ¿Podemos dormir unos minutos? —murmuró Nahil.

— ¿Crees que sea conveniente cuando nos queda poco tiempo para llegar? —me preguntó Yunuen—. Talvés debamos avanzar, Vickie debe estar muy por delante de nosotros.

—Que sean solo veinte minutos —susurré.

La verdad era que me estaba cayendo del cansancio, así que me recosté sobre el bolso. Este era cómodo por la ropa que cargaba dentro. Cerré los ojos y no pude evitar un bostezo.

La oscuridad se tragó mi visión, así que con gran fuerza de voluntad intenté encender mi brazo como lo había hecho minutos antes. ¿Dónde estaban los chicos? El suelo era una mezcla de verde y marrón, cientos de inscripciones lo adornaban. La oscuridad solo me dejaba ver ciertas partes del suelo.

— ¿Hola? —grité.

Pero ni siquiera el eco me contestó.

—Hija de la noche, debes apresurarte, mi hija está en peligro.

Resonó una voz a lo lejos, ya la había escuchado antes, era la madre de Vickie. Ixtab. Caminé acercándome a donde pensaba que manaba la voz, pero esta se alejaba también. Intenté con desespero llegar a ella, más la voz se cambió de lugar.

—Dos días tienes, luego deberán llevar la semilla.

Desperté sobresaltada, Nahil dormía y Yunuen miraba las estrellas a unos dos metros de nosotras. Su rostro mostraba preocupación, quizá temía que las mini cosas volvieran. Me deslicé a sacudir a Nahil para despertarla, esta murmuraba incoherencias.

—Despierta, es hora de irnos.

—Sí mamá, ya hice la tarea.

Reí un poco llamando la atención de Yunuen que se apresuró a recoger su mochila. La volví a sacudir y Nahil despertó refunfuñando que solo fueron trece minutos y no veinte. Pero debíamos marcharnos, Vickie podía estar cerca, si Ixtab dijo dos días, no debía estar lejos.

A medida caminábamos, una casa empezó a verse por sobre el colorido camino. Era la misma en la que Vickie iba a entrar.

—La casa oscura —murmuré—. Vickie entró aquí ayer.

Yunuen asintió.

— ¿Y ustedes como lo saben? —preguntó Nahil confusa.

—Yo lo soñé.

—Esos no son sueños Itzel —negó Yunuen—. Son las salidas que el alma hace, sucede con frecuencia entre personas queridas, familia, amigos, o cuando dos personas se encontrarán en el futuro.

— ¿Cómo experiencias extra corporales? —pregunté.

—Así suelen llamarles, pocas personas tienen el don de salir de sus cuerpos al dormir, pero en los hijos de dioses es muy común.

— ¿Tú la viste?

—Sí, anoche. Apresurémonos, pueda que esté cerca, en este camino nada es predecible.

Asentí, la casa iba aumentado su tamaño, en realidad no sabía por qué se les llamaba casas, si tenían más similitud con una pirámide. Eran de piedra y la única diferencia con las pirámides que había visto, era que estás no terminaban en pico, sino que eran más cuadradas y con un arco sobre ellas.

—Hay que subir —dijo Yunuen.

Jamás había hecho ejercicio seguido y esos momentos eran en los que me arrepentía por ello. Llegué sin aire a la cima de la pirámide, la bandeja me golpeó la cabeza en tres ocasiones, al parecer no estaba diseñada para subir escalones. Estos eran un poco inclinados y altos, lo que hacía de subir, una experiencia cercana a la muerte.

El llamado de la diosa muertaWhere stories live. Discover now