4 . Irrumpimos en la paz eterna de un cadáver mal oliente

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Y corrimos casi sin sentido, salimos del museo sin darnos cuenta. El panorama me cambió de golpe, primero paredes blancas y pulcras, para luego ver bloques grandes y viejos. Entramos por una puerta aunque en realidad ya no le veía el caso de escondernos, el profesor debía estar muy lejos.

Vickie no se detuvo, en realidad parecía perdida. La seguí hasta el interior de una puerta donde dentro se veía oscuro.

— ¿Qué crees que sea este lugar? —murmuró.

—Y me preguntas a mí —dije irónica.

Ella observó con detenimiento las paredes, tenían las mismas inscripciones que en la casa anterior. Eran tan similares que parecían dibujadas por la misma mano. Vickie las tocó y empezó a murmurar.

—No se ose a profanar la sepultura de Yaxche, guardián del árbol de la vida.

— ¿Cuándo aprendiste maya? —pregunté.

Nunca me había dicho que leyera esos extraños dibujos. Y no parecía cosa sencilla. Según había escuchado, tardaron como medio siglo descifrando algunas figuras. Y la investigación continuaba aun en día.

—La escritura maya es ideográfica, lo que significa que no se pueden leer con la certeza de que así sea en realidad —explicó pasando sus manos por los dibujos—. Solo creo que eso dice, mira —señaló un dibujo de una mujer colgada—. Es Ixtab, la diosa del suicidio.

—Sí, la recuerdo —mustié.

—Y aquí, estas otras, si las ves bien, hay movimiento —señaló.

— ¿Quién está mal de la cabeza ahora? —ironicé—. Eso no se mueve.

—Mira bien.

Es cierto que si las observaba con detenimiento parecía que narraban un acontecimiento, pero de eso a moverse no era posible. Luego de observarlos con detenimiento aquellos dibujos no se movieron en ningún momento.

—Castigo y muerte espera a quien toque el fruto de su legado —susurró—. ¿Crees que sea cierto?

—Lo de la muerte, no —murmuré y toqué la sepultura.

Una gran piedra plana cubría el cuerpo del hombre y alrededor de esta, más símbolos. Algunas paredes se extendían más allá donde la poca luz de la puerta no alcanzaba. Y olía mal, muy mal. No me extrañaba que el cadáver tuviera más de cien años.

— ¿De qué legado hablará? —murmuré viendo que la tapa no permitía ver nada del cuerpo.

—Estará debajo con el cuerpo.

—Bien, ayúdame —dije antes de tomar un lado de la tapa y tiré con fuerza. Vickie no estuvo de acuerdo, pero al ver que la fuerza no me alcanzaba y que peligraba mi vida porque la tapa podía caerme, me ayudó. Me parecía extraño que la capa fuera tan delgada, no se suponía que fuera así.

—Estás loca, esto es un delito o al menos nos castigarán —me riñó.

—Solo si lo saben —canturreé.

Negó con la cabeza y observamos los restos del cuerpo. Era más una colección de huesos que otra cosa. Y varias joyas que se veían muy costosas. Algunas eran tan grandes como del tamaño de mi mano, y otras tan pequeñas que parecían arena.

—Es extraño —susurró Vickie.

— ¿Por qué?

—Hay joyas dentro, cuando fue descubierta debieron llevarse las joyas para ponerlas a resguardo.

—Seguro se les ha olvidado —comenté—. Digo, es muy normal que las personas olviden las cosas —me encogí de hombros y ella rio.

Pero ciertamente era imposible que se les olvidaran aquellas bellas joyas, sobre todo por el valor comercial que debían tener. Tomé una piedra negra, brillaba en varios tonos y era muy bonita.

El llamado de la diosa muertaWhere stories live. Discover now