12 . Un encuentro con el dios experto en oprimir pulmones

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El bolso me hacía perder el equilibrio por ratos y Nahil conversaba alegremente de la ubicación de valachi en esa temporada. Al parecer era una estrella que marcaba los ciclos de cultivos suyos. Una diosa en homenaje a una estrella.

Según Yunuen podría hacer una que otra tormenta para que estos crecieran sanos. Y que otro chico al cual no conocía se encargaría de la fertilidad de la tierra. Recordaba vagamente la existencia de un dios que daba fertilidad a la tierra y las mujeres.

Y por alguna razón allí en medio de esa gran caminata y de una misión, me sentía en mi elemento. Como que si siempre hubiese sido de allí, como si estuviera con mi padre.

Me preguntaba si en algún momento sabría quién era mi madre. Me entró la curiosidad de saber si Vickie ya sabía quién era su madre.

— ¿Cómo supieron quién era su padre? —pregunté.

—Mi madre me lo dijo a mi cuando era pequeña —mustió Nahil.

—Yo lo descubrí una vez que me arrojaron a una piscina muy onda a los seis, no sabía nadar pero no me ahogué.

— ¿Por qué no te lo dijo tu madre?

—Es un tema muy sensible.

Asentí y continúe caminando. Si Yunuen lo descubrió por medio de sus poderes, ¿cuáles serían los de mi madre? Y mucho más aterrante, ¿cómo accedería a ellos? Se me alteró la respiración antes de preguntar.

— ¿Y cuáles son los poderes de la noche?

—Pues depende de a qué diosa se refiera. El Mitnal no es exactamente la noche, pero las profecías suelen referirse a él como dominio de la noche eterna.

—Aunque la diosa de la noche es Ixchel —agregó Nahil—. Si ella es tu madre entonces tendrás un alto rango aquí.

Negué con la cabeza y seguí caminando. No quería que ella fuera mi madre, y no era que me gustara su marido. Porque no me gustaba. Solo que sería demasiado raro ser la sacerdotisa del marido de mi madre, incluso si lograba intercambiarme por un alma, las cosas serían extrañas.

— ¿Pasa algo? —susurró Yunuen.

—Nada.

Seguí caminando por el túnel, sentía un zumbido bajo la piel. Era como una suave caricia que me inquietaba hasta los huesos. Como previniéndome de avanzar hacia el peligro que estaba segura de encontrar.

Nahil entonó una canción con voz entre susurrante y baja. Eran fonemas silbantes en otra lengua. Pensé en Vickie y en que ella si hubiera reconocido la canción.

Busqué mi celular entre mis cosas, para preguntarle a mi padre de mi origen. Pero este nunca apareció. Maldije y hasta un segundo después note que el insulto no había sonado como era, sino más bien como una combinación de fonemas enredados.

—Tu lengua materna está iniciando —sonrió Yunuen—. La mayoría la desarrolla a los cuatro años.

Vaya, cuanto retraso de mi parte, con razón no entendía ningún símbolo. Me preguntaba por qué Vickie había comenzado a entenderlo primero cuando habíamos tenido contacto con ellos al mismo tiempo. Quizá era cosa de que ella buscaba comprenderlas y yo no.

—No encuentro mi celular —le gruñí.

—Es normal —hizo un gesto de frustración—. Hay un enano que roba tecnología.

— ¿Bromeas?

—Ni un poco —sonrió—. Pocas veces es visto, pero cuando vayan a revisar su casa como cada mes, podrán devolvértelo. El mío también lo tomó.

El llamado de la diosa muertaWhere stories live. Discover now