9 . ¡Celebración de Hallowen en toda regla!

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Los templos estaban hechos de piedras cuadrangulares a los cuales se les pintaba del color de la sangre. Y luego estaban las casas hechas de piedra más pequeña y pintadas de un suave pastel. Parecía que aquellas personas que vivían allí, estaban cambiando sus costumbres.

Nos detuvimos frente a un templo azul cielo, sobre él un sol brillaba. Y yo nunca fui fanática del sol por lo que terminé cerrando los ojos y caminando a ciegas. Basta decir que también era un poco sensible de piernas. Yunuen me ayudó a levantarme del suelo y me empujó hasta llegar a las puertas del templo. Los glifos relucían como si estuvieran hechos de oro.

Dude un poco en entrar, sentía que entre más entraba, algo fluía hacia mí. Una fuerza que me erizaba la piel y el aire se volvía más difícil de respirar.

—Tranquila, el efecto durará poco —mustió Yunuen que se veía en las mismas condiciones.

Un canto sonó a la distancia, hacia donde nos dirigimos. Un anciano estaba tendido junto al suelo y la sangre manaba de sus brazos. Me tapé la nariz cuando el hedor de la sangre llegó mezclado con el del humo. Yunuen puso un dedo sobre sus labios y asentí. Callada observé el lugar, las figuras pertenecían únicamente al dios Itzamná, por ello no me extrañaba el nombre del sacerdote.

—Es una ceremonia de agradecimiento por los cultivos de este mes —susurró Yunuen cuando el anciano se levantó del suelo—. Vamos.

El anciano nos observó con detenimiento, empezaba a acostumbrarme a que la gente me inspeccionara. Caminó a un trono hecho de semillas de maíz, me pregunté en silencio cuanto tiempo le duraría.

Los chicos se inclinaron ante él, acción que no repetí. Para empezar yo solo sabía que él era un señor poderoso que guardaba todo aquello, además yo no era miembro de esa extraña secta como para realizar tales saludos del siglo dieciocho.

— ¿Cuál es tu nombre? —dijo con una voz ronca digna de la radio.

—Itzel Tonatiuh.

—Lucero de la tarde —dijo complacido—. Tu nombre es aspecto de ambos.

— ¿Qué significa eso? —pregunté confundida.

—Tu vida ahora es propiedad del día, hija de la noche —sonrió—. Ahora veo por qué el dios Kinich Ahau ha aceptado tu vida.

—Quiero saber dónde está Vickie —dije recordando el motivo por el que estaba allí.

—Está camino a su hogar, ella fue lo suficientemente inteligente como para conocer su sitio, contrario a ti, Itzel.

— ¿Está muriendo? —la señora había hecho una referencia a que el hogar de Vickie era el Mitnal.

—No, está camino al Xibalbá —declaró—. Va rumbo a cumplir su misión.

Un temblor sacudió mi cuerpo, por qué Vickie iba hacia el Xibalbá, cómo le habían permitido ir a un lugar que no conocía y que probablemente era muy peligroso. Izamal elevó un grito desgarrador para luego cambiar de aspecto. Y en esta ocasión me llevaron con ellos cuando se hincaron ante el señor sin dientes y barbudo que saltó del trono.

—Es muy pequeño —dijo con un suspiro—. Diré esto lo más rápido posible, debes ayudar a tu amiga, la hija de... la de la cuerda, está en peligro, si quieres verla de nuevo con vida, debes buscarla a más tardar mañana.

— ¿Cómo he de encontrarla?

—Busca en el templo de Ik, él te revelará la profecía. El otro asunto que me trajo aquí fue el sacrificio de tu vida, es una ofensa que tu vida sea para mi hijo. Si entras al Xibalbá trae un alma contigo y haremos un intercambio.

Al terminar de hablar, humo abandonó la cabeza del sacerdote y volvió su cuerpo a la normalidad. Se mostró confundido unos segundos pero luego volvió a tomar la pose de autoridad.

—Váyanse ahora, Itzel no olvides pasar por el templo de Kinich Ahau antes de irte —ordenó.


Hoy me siento una buena persona (mentira, tengo unas ganas irrefrenables de publicar), así que subiré dos capítulos el día de hoy. Y probablemente mañana también (si logro recordarlo, porque me cargo una memoria peor que la de Dory) así que recuérdenmelo en los comentarios y dando clic a la estrella. Bye.

 Bye

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El llamado de la diosa muertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora