Capitulo 31: Tierra, trágame.

Start from the beginning
                                    

Me cruzo de brazos y la miro con una ceja alzada.

-Nos hemos enterado de que Dean te ha dicho de hablar, y hemos decidido venir y quedarnos a dormir en tu casa para que luego nos des todos los detalles -dice Val, con una sonrisa de oreja a oreja.

Ruedo los ojos. Uno ya no puede tener vida.

***************************

Miro la hora una vez salgo de la ducha. Las cuatro y media.

Solo queda media hora.

Me siento en la cama sintiendome un flan. Pali entra por mi puerta cuando me estoy cepillando el pelo.

-Te ayudaría, pero no tengo fuerza suficiente para desenredar eso que tienes por pelo -dice sentandose a mi lado, provocando que ría.

-¿Y Val? -pregunto.

-Hablando con tu hermano.

Después de esta mini conversación, nos quedamos en silencio, solo interrumpido por el sonido del peine deslizandose a través de mi cuero cabelludo.

-Debería vestirme -digo dejando el cepillo a un lado.

En vez de levantarme, me quedo sentada en la cama, con los hombros gachos, y sin ninguna gana de ir a ninguna parte. No tengo demasiado entusiasmo por la charla; es más, debería estar en el hospital. Pali rueda los ojos, y se levanta hacia mi armario; de donde saca una falda gris y un jersey rosa palo, unas medias del mismo color que la falda, y mis superga negras.

-Vistete. Tienes unos diez minutos antes de que venga.

Sin más, sale de mi habitación. Me pongo la ropa lentamente, y cuando termino, me miro en el espejo.

El pelo me empieza a llegar a la altura del pecho, antes por encima de los hombros. No he tenido tiempo de ir a la peluquería, con tanto lío como tengo encima. Cierro los ojos y recuerdo cuando lo tenía largo, me encantaba cuidar mi melena... Debería llamar a un peluquero,o cortarlo yo misma.

Decido no usar maquillaje, y salgo de mi habitación con tan solo el móvil en la mano, y un poco de dinero en la funda, por supuesto. Solo por si acaso.

Ashton y Valeria siguen hablando en el sofá, demasiado enfrascados en la conversación como para darse cuenta de mi presencia en la sala. Pongo los ojos en blanco, y camino hasta la cocina, donde Pali está acabando con todos mis cereales.

Enarco una ceja hacia ella, mientras que esta solo se encoje de hombros.

-No me voy a quedar de sujeta-velas -dice señalando a los del salón.

Niego con la cabeza, divertida.

-Ashton se casa en menos de un mes -le digo. Sopesa un tiempo mis palabras antes de responder.

-Eso de momento -me guiña un ojo.

El timbre de la casa suena, y antes de que me de tiempo a siquiera salir de la cocina, mi hermano ya ha abierto la puerta.

-Solo escuchame una cosa, niñito -dice amenazando a Dean con el dedo- Le haces algo, y considerate hombre muerto.

Decido intervenir antes que a Ashton se le vaya de las manos el papel de hermano sobre protector.

-Está bien, Ashton. Se cuidarme sola.

-Estás avisado -dice antes de desaparecer de vuelta al sofá.

Los dos le seguimos con la mirada hasta que se ha ido. Después, salgo al rellano y cierro la puerta. Bajamos las escaleras del edificio en silencio, uno bastante incómodo, diría yo.

-Espero que no te importa caminar -dice Dean rascandose la nuca, aparentemente... ¿nervioso?

Me limito a asentir y a seguirle a través de las calles de Seattle, que se empiezan a llenar de gente que sale de trabajar. En un momento, pierdo al chico de vista, hasta que unos dedos se entrelazan con los míos.

-Ten cuidado -dice, haciendose oír por encima del bullicio- No te separes de mi.

En este momento mi cabeza solo es capaz de procesar dos cosas: la primera, es un tanto irónico que Dean me esté guiando en mi ciudad; la segunda, la sensación que producen sus dedos junto a los míos, como si estuvieran hechos para encajar...

Intento desviar mi atención hacia otras cosas, como al suelo, por ejemplo; pero seamos sinceros, no duro ni dos segundos sin fijar mi mirada en nuestras manos entrelazadas.

Suspiro. Esto está mal. Yo no debería estar sintiendo esto. Y, sin embargo, un cosquilleo levemente molesto ataca mi estómago sin piedad.

Finalmente salimos de las calles tan concurridas, para dar a unas callejuelas distintas, apartadas de la gente. No dudo en apartar mi mano de su agarre.

Al principio, Dean luce decepcionado, pero después se recompone y su rostro adquiere una máscara de piedra que no me permite leer sus emociones.

-Hemos llegado -dice, abriendo las puertas de un pequeño pero acogedor restaurante, que se me hace familiar.

Al entrar, descubro por qué: es el restaurante de la abuela de Travis.

Mierda, ¿acaso no había otro sitio para venir?

-Dean, ¿podemos ir...? -intento hablar, cuando la amable y frágil voz que ya me he acostumbrado tanto a escuchar suena en mis oídos.

-¡Madison, cielo! ¡Qué alegría verte!

Me giro hacia la señora Jefferson, que me recibe con su espléndida sonrisa.

-Hola, señora Jefferson - intento imitar su gesto, aunque no sale demasiado creible.

Dean me mira de forma confusa mientras yo solo puedo pensar una cosa: por favor, tierra, trágame.

Cuando El Otoño LlegaWhere stories live. Discover now