Capitulo 5: Bodas y Elfos

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A las siete el despertador suena sin dejarme ninguna tregua. Me levanto haciendo el menor ruido posible, y en veinte minutos estoy lista para salir hacia la universidad.

En el ascensor, el ruido apenas audible, se me hace terriblemente ensordecedor. Una vez dentro del autobus (que, por suerte, llego a coger a tiempo), camino hasta la parte de atrás en busca de un asiento libre, hasta que por fin encuentro uno frente a una chica rubia.

El resto del camino, mientras escucho su irritante voz de muñeca de plástico, deseo que hubiese perdido el autobús.

-Hace tan solo unas horas que no te veo y ya te echo de menos cariño. -dice con su odiosa voz mientras habla por el teléfono- Estoy deseando que nos vayamos a vivir juntos. ¿Te imaginas, amor?

Y así continua su charla con el pobre de su novio (que Dios le bendiga por poder soportarla), y yo no me he dado de cabezazos contra la ventana porque me siento en la parte del pasillo.

Cuando por fin llegamos a la parada, no espero ni dos segundos en bajar del vehículo. Creo que no he estado más feliz de llegar a la universidad en mi vida.

El resto de la mañana pasa de forma rápida, solo clases, clases y más clases, sin nada que realmente se pueda destacar.

Cuando llega la hora de irse, me sorprendo al encontrar el coche de mi hermano esperandome fuera.

-Hey, Ashton, ¿qué haces aquí? -pregunto a través de la ventanilla, pero él ni se molesta en mirarme.

Suspiro, sigue enfadado por mi reacción a la noticia de su boda. ¿Pero qué esperaba? ¡Se va a casar con una arpía que lo único que quiere es vivir mantenida y con lujos! Por desgracia, soy la única de la familia que lo ve, ha cegado a todos con sus mentiras.

-Lindsay quiere que seas su dama de honor, y me ha pedido que te lo diga -dice de mala manera.

Bien. No pienso fingir que ella me cae bien, o que me alegro por mi hermano.

-Dile que gracias, pero no. No quiero ser dama de honor -digo, lo menos bruscamente posible para evitar que mi hermano se cabree más de lo que ya está.

Algo que, claramente, no consigo.

-¿Tanto te cuesta hacer algo por los demás? No te estoy pidiendo el mundo Madison, me gustaría que por una sola vez dejaras de pensar en ti misma y te alegraras por los demás -dice, y antes de darme tiempo a contestar, arranca el coche y se va.

Las palabras de mi hermano se clavan dentro de mi, haciendome daño. Me duele que piense eso de mi, pero supongo que no puedo hacer nada para cambiar su opinión.

Camino lentamente por la calle, hasta que llego a una pequeña librería, que hace al mismo tiempo de cafetería.

La descubrí este verano, mientras caminaba sin rumbo por las calles. Es un pequeño y poco conocido establecimiento, dirigido por una agradable señora mayor, amante de la lectura.

En cuanto entras dentro, el olor a libros y café te abruma de una manera satisfactoria, y no quieres dejar de oler asi nunca.

A la izquiera, hay un pequeño bar en el que está la amable mujer atendiendo a sus clientes, y a lo largo del establecimiento, butacas y sillones, y, por supuesto, libros.

En el fondo, hay una pequeña chimenea que suele encender en días de invierno fríos, como hoy.

Es el mejor lugar al que puedes venir cuando quieres huir de la realidad.

Al entrar, el sonido de la campanilla anuncia mi llegada. Grace eleva los ojos, y cuando me ve, una sonrisa se extiende por su cara.

-Hola Madison, hacía mucho que no te veía por aquí -dice mientras me acerco al mostrador.

Cuando El Otoño LlegaWhere stories live. Discover now