Capitulo 17: Si no sientes, no duele

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Tirarme encima suyo, estando medio dormido, no resulta muy buena idea. Los dos caemos al suelo, aunque él se lleva la peor parte de la caída.

-¿Sabes? Esta no es la forma perfecta de empezar el día que se me viene a la mente -me dice sobandose la cabeza.

No puedo evitarlo, y me echo a reír a carcajada limpia al ver la mueca en su cara. Creo que me estoy volviendo demente, será por la falta de sueño.

-Vamos, no seas quejica. Santa ha traído algo para ti.

Le obligo a caminar hasta el salón, donde, tal y como esperaba, tiene un gran árbol de navidad, decorado hasta rebosar se bolitas brillantes.

Dejo los paquetes que llevo en una bolsa bajo este, sentandome como un indio justo en frente.

Cada paquete (cuatro en total) es de un tamaño distinto, todos envueltos en papel de color rojo y con las letras grandes que forman el nombre de mi vecino, por si a alguien se le ocurría robarmelos durante el camino.

Si, ya se que es poco probable que a las seis de la mañana un día de vacaciones aparezca alguien a robar, pero oye, hay que ser precavidos.

Antes de venir a mi lado, Travis desaparece de la habitación, para después volver con dos paquetitos y colocarlos junto a los otros. Estos son de color rosa.

-Santa también vino para ti -dice guiñandome un ojo al ver mi cara de incertidbre.

Me encojo de hombros. Al final estas fiestas parece que sí que van a merecer la pena.

-Vamos, abre alguno -le digo.

Está a punto de coger el más pequeño de todos, pero antes de que lo haga, con un movimiento brusco aparto su mano y le doy el más grande.

El chico ríe ante mi acción (que, personalmente, no encuentro graciosa), y después si limita a rasgar el papel de una forma muy delicada.

Me quedo embobada mirando cómo sus dedos trabajan, y cuando noto mis párpados cerrandose, me obligo a reaccionar antes de quedarme dormida.

Reprimo el impulso de quitarle el paquete de las manos y abrirlo yo misma, hasta que por fin termina de desenvolverlo todo, dejando a la vista el precioso jersey verde de renos y muñecos de nieve que le he comprado.

-No me lo creo -dice riendose y girando el jersey para verlo desde distintos puntos.

-Oh, si. Si yo llevo uno, tú también lo harás -digo con una ceja levantada.

Se encoje de hombros y no duda ni en segundo en meterse la prenda de ropa por la cabeza. Esta se ajusta perfectamente a su torso.

Maldita sea, hasta un jersey navideño le queda bien a este hombre, ¿cómo es eso posible?

-Vamos, abre otro -le insisto, pero no se queda tranquilo hasta que antes cojo yo uno de los paquetes.

Rompo el papel sin cuidado alguno, ganandome una mirada por parte de Travis de desaprobación. Abro los ojos como platos al ver el contenido del regalo.

Los siete libros de Harry Potter, en su nueva edición, con varitas en los lomos y tapaderas azul marino duras.

-No puede ser -murmuro.

El chico se dedica a mirarme con una sonrisa de oreja a oreja, mientras yo intento descifrar cual de los dos riñones habrá vendido para poder pagar esto.

-Gracias -digo al fin, sacudiendo la cabeza, en un estado de estupor.

Esta vez es él el que toma la iniciativa y agarra otro de sus paquetes. Lo abre con la misma delicadeza que el anterior, para encontrarse con las cajas de sus videojuegos favoritos. Después abre otro, en el que hay una foto enmarcada de nosotros dos sentados en una fuente, restregandonos el helado por la cara.

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