Capitulo 21

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—¿Qué está haciendo aquí? —preguntó Lou hecha un manojo de nervios.
—Seguro Jos ya le contó. Mi padre va a estallar cuando Jane le diga. Esa mujer nunca aprende a meterse en sus asuntos exclusivamente —resopló. Dejó que las cortinas se unieran de nuevo y miró a Lou. Ella se encontraba desnuda, envuelta en una sábana. El aire a temor que la rodeaba en espiral hacía que Marco la mirara más atractiva—. Hay que huir.
—¡¿Qué?!
—¡Shhh! —le tapó la boca bruscamente—. Haz lo que te digo, ¿de acuerdo?
Lou asintió mientras se colocaba la camisa de Marco encima.
Marco miró hacia el techo. Jaló a Lou para levantarla y presionó sus manos mientras pensaba. Lou se retorcía ante la fuerza de Marco, lastimaba sus manos.
—¿Ves esa pequeña línea negra ahí? —señaló hacia arriba—. Vas a empujar esa parte y te esconderás —. La tomó en sus brazos y la cargó sobre sus hombros.
Lou hizo exactamente lo que Marco le indicó y se escondió en un pequeño hueco en el techo. Cerró la abertura y quedó a oscuras.
—¡Eso es imposible! —gritaba la madre de Marco.
—¡¿Imposible?! ¡Tu hijo es un calentón! Y siempre andas criticando a mi hijo de hormonal —gritó Jane. Inmediatamente se escucharon golpes en la puerta de la habitación de Marco—. ¡Abre la puerta! ¡Ven y da la cara, cobarde!
Marco soltó una carcajada en silencio al escuchar a su hermana.
—Jane, no puedes hacerme estos escándalos a estas horas de la madrugada. ¿Qué no ves que ya todos estábamos dormidos? —reclamaba la madre de Marco.
Jane y su madre se enfrascaron en una riña entre el orgullo de sus críos, mientras Marco aprovechaba para llevar a cabo su huida. Abrió la ventana y se escurrió por ella subiendo los pequeños peldaños que dirigían hacia el techo exterior de la casa, por una escalerilla fina y oxidada que apenas aguantaba el peso de su cuerpo. Justo cuando él llegaba al techo se escuchó el ruido de la puerta golpear la pared. Marco sonrió. Su hermana había logrado botar la puerta.
—Psicópata marimacha —susurró Marco al pensar en su hermana.
—¡Mierda! ¡Se escapó! ¡Cobarde de mierda!—voceó Jane. Se asomó por la ventana y Marco vio el cabello mediano cobrizo de su hermana bailando en el viento de la noche. Se volteó y luego de quitar unas cuantas tejas artesanales abrió una puertecilla clandestina. Se dejó caer en la oscuridad con cuidado y gateó por el pequeño túnel hasta llegar a un espacio un poco más expandido.
Jane salió de la habitación rabiando y gritándole a todo el que tenía en frente. Su pobre marido recibió un par de bofetadas de su parte, quería cachetear a todo el mundo, pero él era el único que se dejaba.
TN le gritaba a su hija para que se calmara. Canela sólo se recostaba en un rincón chirriando los dientes del enojo, luego de hablar con Lí y confirmar las cosas. Estaba más decepcionado de que su hijo no se lo comentase que del hecho sobre el error que había cometido. Jared sólo permanecía en las pequeñas gradas de la entrada de la casa con las manos enterradas en el cabello. De una manera u otra, se sentía como el colado de la situación. Él sentía no tener ni voz ni voto en la situación, pero no le importaba parecer un metiche donde no lo llamaban porque su corazón indicaba protección absoluta hacia Lou, aunque lo amarraran de pies y manos.
Luego de llegar al espacio, Marco pinchó un interruptor y una bujía amarillenta se encendió sobre su cabeza. Lou jadeó del susto. Miró alrededor: Era un espacio de aproximadamente veinte metros cuadrados, como una habitación. El techo era bajo, muy bajo, ni siquiera era posible ponerse de pie ahí dentro. El piso era de alfombra gruesa color azul marino. Había un pequeño sofá verde sin laterales ni respaldar, un par de cojines rojos afelpados, una laptop en una mesita baja y hasta un pequeño refrigerador horizontal. También un par de estantes repletos de libros, un lienzo en blanco y unos cuantos pinceles. Las paredes estaban tapizadas por más alfombra del mismo material y color que el suelo. Varias lámparas de papel y la parte superior estaba tapizada de pequeñas luces amarillas navideñas, como un pequeño cielo lleno de estrellas.
—Wow —suspiró Lou embelesada por el refugio tan delicado—Este lugar es increíble —susurró.
—¿Te gusta? Yo lo hice —comentó Marco.
—¿Tú lo hiciste? ¿Cómo? —Lou temió un poco ante la frecuencia de sus preguntas, pero Marco no se percató de ellas como un interrogatorio. Sino, más bien algo que a él le gustaba, interés sincero en él. Algo que jamás creía haber tenido.
—Con mis manos —musitó orgulloso.
—Alucinante.
—Lo mejor es que mis padres ni siquiera saben que existe; nadie lo sabe. Ellos piensan que paso el tiempo en mi habitación, pero paso aquí la mayoría —avanzó de rodillas un poco hacia ella.
—Es curioso vivir entre el techo —soltó una risita—. Es como una casa del árbol. Casa del techo.
—El techo es de forma abuhardillada. Esta es la parte superior, donde mis padres creen que llena de tablas y suciedad —miró a Lou esperando su reacción—. Y esta es sólo una parte. Hay más.
—¿Pintas? —preguntó Lou señalando el lienzo.
Marco asintió serio.
—Fantástico —le dedicó una sonrisa. Él suavizó una corta—. ¿Por dónde entraste?
—Las tejas. Mi padre no tiene edad para andar hurgando el techo, así que es secreto. Tampoco planea hacerle reformas, y ya que me la heredarán...
Lou admiraba boquiabierta cada rincón de tan pequeño pero acogedor escondite
—¿Tienes hambre? —preguntó Marco abriendo la pequeña nevera.
Lou no podía negarlo, su estómago ardía de hambre. Así que, asintió tímidamente.
Marco le lanzó una bolsa de frituras en la cara y una caja de jugo. Lou se estremeció ante el golpe, pero no refutó.
—Si quieres más me avisas —se sentó a su lado con otra caja de jugo.
Lou abrió las frituras y ambos comenzaron a comérselas.
—Es tarde. Deberías dormir —sugirió Lou.
—¿Crees que vas a decirme que hacer, panzona? —se recostó en el sofá.
—Claro que no —se recostó a su lado apoyando su cabeza sobre el hombro de Marco.
Marco se volteó desacomodándola y le dio la espalda. Lou se volteó hacia él mirando su hermosa y esculpida espalda musculosa.
—Te amo, Marco —se escapó de su boca con los ojos húmedos.
—Cállate.
Lou selló sus labios con una expresión de tristeza. Luego de unos segundos, Marco se volteó con los ojos cerrados y plantó un beso suave y rápido en sus labios, luego sonrió con los ojos aún cerrados. Lou se derritió enseguida. Fue suficiente para olvidar cualquier grosería que él le haya hecho antes. Cualquier muestra de cariño de parte de Marco podía borrar un interminable historial de tosquedades.
Ambos se sumieron en un sueño profundo.
Marco abrió sus ojos, no se sabía si era de día o de noche, todo estaba igual. Se estiró aún acostado y por accidente golpeó la cabeza de Lou con su codo.
—Ups —masculló sin remordimiento alguno.
Lou abrió los ojos y se estiró con un bostezo.
—¿Qué hora es? —dijo con voz ronca.
Marco se estiró y abrió la laptop.
—Seis de la mañana —bostezó—. Es hora de bajar.
Ambos se prepararon para bajar. Marco se lanzó primero y luego extendió los brazos para que Lou hiciera lo mismo. Una vez abajo, Marco y Lou se pusieron de acuerdo para enfrentar a Canela. La habitación estaba hecho un asco: desordenada por completo.
—¿Qué pasó aquí? —jadeó Lou.
—Jane —dijo Marco indiferente.
A Lou se le pusieron los pelos de punta y estuvo a punto de ponerse a llorar. Estaba segura de querer afrontarlo frente a Canela, parecía un hombre sensato, pero Jane hacía que sólo su nombre resonando en su mente la pusiera en posición fetal a llorar de terror. Tragó saliva con dificultad por el nudo alojado en su garganta y tomó la mano de Marco. Él se la apartó de inmediato y le dio un empujón hacia la puerta para que saliera.
—¿No deberíamos cepillarnos los dientes siquiera? —musitó Lou.
—Cállate y camina —le ordenó dándole otro empujón.
Marco y Lou bajaron las escaleras y entraron a la cocina donde Canela tomaba una taza de café y desayunaba con su esposa. Ambos miraron inmediatamente y les cambió el semblante.
—El hijo pródigo ha regresado —se burló TN.
—Y acompañado de una persona—agregó Canela.
—Dos —corrigió su madre viendo la barriga aún plana de Lou
—Padre, es a ti a quien debo dar cuentas no a Jane, por eso me escabullí anoche —musitó Marco con respeto.
TN entendió enseguida. Ella no se sentía preparada para tratar estos asuntos. Sabía que ella no era la indicada para corregir a su hijo en estas cosas, porque a ella le valía madres que su hijo tuviera un millón dos hijos. Había quedado la noche anterior de dejar todo en manos de Canela. TN se levantó y se posó frente a la pareja.
—Siempre voy a apoyarte, Marco. Eres mi hijo y no dejarás de serlo aunque seas transexual o hermafrodita —puso una mano en su hombro y salió de la cocina.
Marco sabía que su madre lo apoyaría ante todo, pero su padre era un caso aparte y era la parte dura, y era hora de enfrentarla.
La tensión se aumentó en la habitación en la única presencia de Lou, Marco y Canela.
—Tomen asiento —ordenó Canela.
Marco miró a Lou y la tomó del antebrazo. Ambos se sentaron frente a Canela.
Lou mantenía la mirada fija en la mesa, no podía mantener la vista fija en los ojos intensos y acusadores del padre de Marco.
Marco tampoco alzaba la mirada, aparte del miedo, sentía que podía enfurecer a su padre si le retaba con la mirada.
—Primero que nada —miró hacia Lou—, ¿harías el favor de decirme tu nombre, pequeña?
—Lou —musitó en voz baja.
—Hola, Lou. Mi nombre es Jos Canela, es un gusto conocerte —extendió la mano hacia la chica.
Lou estrechó su mano temblorosa. Canela notó las heridas del antebrazo de Lou y sus manos duras y lastimadas, pero no comentó nada al respecto.
—No soy quien para juzgarlos; yo tuve mi primer hijo a los veinte. Mi padre no gustaba de mi esposa, y no sé si lo sabes, Lou, mi esposa fue obligada a casarse por su padre frente a mis ojos.
—No lo sabía, señor —murmuró Lou con la vista opaca.
—No soy quien para apartar del lado de mi hijo a la persona que ama, y tampoco lo privaré de su paternidad. A tu hijo no le faltará nada —prometió Canela.
Lou y Marco se miraron por unos segundos, cuando él se decidió a hablar.
—Papá... yo no amo a Lou —carraspeó temeroso.
—¿Cómo no? —bufó Canela—. Le has plantado un hijo.
—Yo...yo tomé de más y... no estaba consciente de lo que hice —Marco no mencionó a Lou, puesto que culparla haría nacer el enojo de su padre. Él sabía que su padre no toleraría que le echase la culpa a una mujer por un incidente en el que ambos hayan participado.
—¿Estás diciendo que no quieres tomar responsabilidades de la criatura? —la voz de Canela se endureció.
—¡¿Cómo que no lo hará?! —apareció Jane de la nada. Un hombre alto, blanco, de cabello negro y ojos cafes oscuros entró detrás de ella.
Lou quería que la tierra la tragase. Su corazón se detuvo ante la presencia de la temida Jane. Pero la susodicha ni la miró cuando entró.
—Jane, ¿qué estás haciendo aquí? —masculló Marco. Ella lo ignoró—. Edward, has llegado —musitó al ver al hombre.
Lou se dio cuenta del parecido entre Jane y Edward. Definitivamente se trataba de los gemelos.
—¿Cuándo has llegado? —preguntó Canela.
—Hace unas horas. Jane me ha contado todo —comentó Edward para luego lanzarle una mirada al vientre de Lou.
—Jos, hay una invasión en el salón —informó TN asomándose por la puerta.
Canela se levantó con el ceño fruncido y caminó hacia el salón. Edward y Jane lo siguieron. Marco se levantó y haló a Lou del brazo.
Lou casi se desmaya al ver el batallón que se encontraba instalado en la sala esperando a devorarla. Sabía que todos ellos estaban ahí por la noticia de su bebé. Siempre quiso evitar esta acumulación de personas dedicadas a explorarla.
Lou reconoció a todas las personas. Cher se las había mostrado en fotos cuando le contó toda la historia.
—Marco, haz el favor de presentarla —ordenó Canela.
—Familia, ella es Lou. Lou, ellos son mi familia: Bryan, Eleanor, ya conoces a Lenny y a Scarlett, Alonso, Danielle, Rosalie, también conoces a Cher, mi hermano Edward, y ella...es mi hermana Jane —la mencionó de mala gana.
—Hola, Lou —dijo Danielle sonriente.
Bryan, Eleanor, Alonso y Edward la saludaron también. Ella sólo respondía con un tímido ¨Hola¨.
Jane mantenía la mandíbula presionada y los brazos cruzados.
—Creo que hay algo más que deberías informar, Marco —le empujó su padre.
Marco tragó saliva y miró a Lou.
—Lou...Lou está esperando un bebé mío —musitó en voz baja.
Todos abrieron sus ojos asombrados, la mayoría con felicidad. A excepción de Lí, Jane y claro, Jared.
—No deberían alegrarse tanto —interrumpió Jane—. Aún hay más cosas que quizás les interese saber.
—Jane, no... —le pidió Lí.
—¡Cállate! —ordenó Jane.
—Jane, es todo. No te metas más —gruñó Marco.
—¡Tú a mí no me ordenas nada, escuincle! —voceó Jane amenazándolo con el dedo.
Todos estaban expectantes, preguntándose el porqué de la reacción de Jane.
—¡No saben qué hay detrás de todo esto! ¡Este mocoso se ha metido a las patas del caballo! —lo señaló inculpándolo—. Es un irresponsable.
—Por favor, Jane. Madurez —pidió Scarlett poniéndose de pie—. Tú te has embarazado a los dieciocho.
—¡Es diferente! Primera cosa: este escuincle no quiere hacerse cargo de la criatura. Segundo: ¿Quién nos asegura de que esta tipa no anda buscando cascar a este hormonal?
A Lou se le venía el mundo abajo, se sentía en un estrado siendo juzgada asesinato.
—¡Lou no es de esa forma! —objetó Jared, quien hasta el momento había estado en silencio.
—¡Tú no te metas! Siéntate y cállate —le ordenó.
—¡No, mamá! ¡Tú no la conoces!
—¡Ya basta! ¡Marco di algo, ahora! —ordenó Canela.
—Jane tiene razón —se encogió de hombros—, yo no quiero tener un hijo.
Todos jadearon. Lou se sintió carbonizada desde el interior.
—Es porque eres un maldito cobarde —gruñó Jared.
Nadie entendía a qué se debía tal riña.
—¿Alguien me explica que pasa aquí? —solicitó Canela.
—Yo lo haré —se ofreció Lí. Dio un par de pasos hacia adelante y habló—. Todo pasó el día del cumpleaños de Jane. Marco estaba ebrio y pasó la noche con Lou sin consciencia. Ella quedó embarazada esa noche.
—¿Y Lou también estaba inconsciente? —preguntó Alonso.
Todos la quedaron viendo esperando una respuesta.
—No...no lo estaba —musitó Lou apenada.
—Codiciosa —masculló Jane.
—¿Hay algo más? —preguntó Canela.
Lí miró a Jared y suspiró.
—Mi hijo está enamorado de ella —informó.
Todos estaban boquiabiertos. No podían creer lo que escuchaban.
—¡¿Qué?! —gritó Jane.
—Así es, mamá. Estoy enamorado de Lou, y estoy dispuesto a luchar por ella —se posó frente a Lou.
Lenny estiró una sonrisa.
—¿Cómo pasó esto? —jadeó TN.
—Lou, dinos lo que sientes, hermosa —Scarlett tomó sus manos.
—Yo...yo...
—Ella es una discapacitada mental. Es el punto —murmuró Marco.
—¡Eso no importa! ¡Tú vas a responder por ese niño! —gritó Jane.
—¡Yo no quiero ése niño! —gritó Marco.
—¡Yo sí! —pidió Jared.
—¡Basta! ¡Esto no es una subasta! —explotó Canela.
—Abuelo, yo la amo, la adoro. Quiero al bebé y a ella. Él no la quiere. Estoy dispuesto a responder por ambos —suplicó Jared.
—¡Imposible! ¡Tú no has embarazado a nadie! No tienes por qué hacerte cargo de ningún escuincle —protestó Jane.
—Jane tiene razón, si el bebé es de Marco, es él quien debe responder —secundó Edward.
—¡No necesariamente! —se levantó Lenny—. Jared si quiere a Lou, y no le hará daño. Es mejor que Lou esté con él.
—¡No! —protestó TN—. Su padre es Marco, y es él quien se hará cargo del niño y de la chica.
—Por favor. Lou tiene derecho a elegir si quiere estar con Jared, además el padre no es quien lo procrea sino el que lo cría. Y si Marco no quiere a ese bebé, no tiene porqué nacer entre rechazo —comentó Lí.
—¿Qué estás diciendo? —farfulló Jane.
—Lo siento, Jane. Pero, hay que hacer lo mejor para Lou y el bebé, y eso es donde estén más seguros. Jared ama a esa chica —respondió Lí.
—Lí, ¿qué estás diciendo? Jos no dejará que un Canela no sea reconocido como uno. Marco es su padre y aunque no quiera hacerse cargo, debe hacerlo. La vida no es zafarse de las responsabilidades sólo porque otro desea pagar los platos rotos —reclamó Danielle.
—Yo opino que nosotros no deberían exigir nada. Es Lou quien decide, ella es la madre —dijo Scarlett.
—Estoy de acuerdo con Scarlett —opinó Cher.
—Es lo más lógico —agregó Eleanor.
—Pero, ¿qué si el chico quiere hacerse cargo del bebé? Marco estaba inconsciente, la chica estará mejor con Jared, aparte el muere por tener una familia con ella. Si Lou está con Jared, ganan todos —expuso Louis.
—Eso no nos toca decidir a nosotros —se quejó Alonso.
Los murmullos entre todos comenzaron a intensificarse. Todos opinando y argumentando sus comentarios. Lou estaba a punto de explotar como cristal.
Todo cesó cuando Canela puso el orden. Marco se dio cuenta que esa era la única orden que importaría al final, y la única que acataría.
—Primero. Mi hijo no dejará por fuera a su sangre por excusas tontas como que estaba inconsciente y cosas así. Lo siento, JJ, pero si lo que procree un Canela será un Canela lo quiera o no. Marco, estás obligado a darle tu apellido al bebé, mantenerlo, heredarlo, criarlo y educarlo. También estás obligado a hacerte cargo de Lou hasta que el pequeño cumpla los dieciocho años. Y tú, jovencita —se dirigió a Lou—, debes darle el derecho a Marco de hacer todo lo que acabo de decir. Y otra cosa, si tú decides estar con Jared, o con cualquier otra persona, es tu problema. Pero mi nieto será criado en esta casa.
—No hay problema, señor —musitó Lou intimidada.
—Vas a quedarte en esta casa hasta que ese bebé nazca. Luego de eso, es tu DECISIÓN seguir aquí con Marco y tu hijo, o irte con Jared o con quien quieras, pero desde ya te advierto que hagas lo que hagas...ese pequeño no se irá a ninguna parte, ¿comprendes?
—Sí, señor.
—Y tú —señaló a Jared—. No quiero verte por aquí hasta que ese niño nazca.  

Malas Decisiones (Tercera temporada de Niña Mal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora