Castle miraba de la testigo a Bracken y viceversa, como si fuese un partido de tenis y se dispuso a escuchar. El fiscal empezó a hablar y a explicar que Shannon Miles, había sido secretaria personal y amante de Bracken. La testigo que detrás de su apariencia de muñeca hinchable, escondía una mente privilegiada, empezó a relatar hechos que comprometían al senador en un montón de delitos, muchos de ellos ya se habían visto en el juicio, pero de otros se hablaba por primera vez. Castle tomaba apuntes a marchas forzadas y para su enorme satisfacción vio como por fin se le borraba a Bracken esa prepotente sonrisilla que lo había acompañado durante todo el juicio.

Shannon Miles, había empezado a sospechar que el senador quería acabar con su vida, cuando este descubrió que no era tan tonta como podía parecer y que además sabía demasiado. La mujer empezó a fotocopiar documentos comprometedores, a grabar conversaciones y a guardar todo aquello que pudiese servirle como garantía de vida. Ella fue más lista que él, y cuando empezó a oír rumores de que iban a imputarlo por varios cargos de corrupción, se presentó en la fiscalía con todo su valioso material. Se supo que querían acabar con su vida, del mismo modo que se supo que querían matar a Kate Becket, aunque el fiscal no dio nombres, ni comentó que tenían un chivato en la cárcel, para preservar la seguridad de este.

Así que igual que pasó con Becket, hicieron con ella, el accidente que Bracken pensaba que terminaría con su vida fue amañado y Shannon Miles terminó también en el programa oficial de protección de testigos, escondida en algún lugar del país.

Aquella mañana en el juzgado, todo sucedió muy deprisa. Después de la declaración de este segundo testigo sorpresa, de contestar a todas las preguntas que le hizo el fiscal y de presentar todas las pruebas que había aportado, se hizo un descanso de media hora, para seguir después con las preguntas que harían los abogados defensores.

Estos se habían visto tan sorprendidos, por la aparición de Shannon Miles, que pocas preguntas fueron capaces de hacer. La cara de Bracken, era una autentica oda a la desesperación, tal como vaticinó el fiscal, por fin le dieron el golpe de gracia al senador. Una vez terminada la declaración y las tandas de preguntas, volvieron a subir a Bracken al estrado. El fiscal le hizo acusaciones que no fue capaz de rebatir. Había perdido el aplomo que lo había acompañado durante todo el proceso, estaba nervioso y más de una vez hizo intento de contestar con un ataque, pero el fiscal no le dio tregua, siguió preguntando y afirmando hechos, poniéndolo en evidencia. Le dio una auténtica paliza, Bracken no sabía por donde salir, estaba cada vez más pálido. Una vez que el fiscal hubo terminado, fue uno de los abogados defensores quien se levantó para intentar salvar la situación que se les había ido de las manos. Pero ya poco pudo hacer, no hubo manera de refutar ningún argumento de los que se habían expuesto.

Cuando terminó, volvió a tomar la palabra el fiscal, que anunció que la fiscalía no tenía más testigos que presentar. El juez se volvió a la defensa que dijeron lo mismo, que ya no había más testigos, con lo que el juicio se daba por finalizado. Ya solo quedaba la decisión del jurado, que en seguida que se anunció el fin del proceso, se retiró a deliberar.

A Castle, le hubiese encantado en ese momento fotografiar la cara de Bracken para que Kate pudiese verla. Por fin y después de mucho, él sabía que se había hecho justicia, porque después de lo acontecido esa mañana, estaba más que claro que el senador era culpable de todos y cada uno de los delitos de los que se le había acusado.

Lo vio salir de la sala, custodiado por dos agentes, cabizbajo y sin esa sonrisa que Castle había llegado a aborrecer. El público empezó también a desalojar el recinto. Castle se volvió hacia Rosemary, que le dijo con alegría:

-Parece que por fin se va a hacer justicia, muchacho, ya nos podemos ir a casa a descansar, y tú a encontrarte con tu amor.

-Si – dijo con una gran sonrisa – me parece mentira que todo haya terminado y además de esta manera – y metiéndose la mano en el bolsillo interior de la chaqueta, sacó una cartera de la que extrajo una tarjeta de visita que le entregó a la señora – aquí está mi dirección y números de teléfono, no dude en llamarme si alguna vez necesita algo.

Mi vida sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora